Pablo Sáinz Villegas, el nuevo embajador de la guitarra española

Pablo Sáinz

El músico hispano vive en Nueva York, ha tocado con las mejores orquestas del mundo y este jueves se presenta en CorpArtes con el popular Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo.


El viernes 26 de enero del 2018, dos semanas después de su actuación ante miles de personas en el Estadio Nacional junto a Plácido Domingo, el guitarrista español Pablo Sáinz Villegas (1977) se enfrentó al formidable Carnegie Hall de Nueva York. Era la otra cara de una sola moneda: tras pulsar las cuerdas de su instrumento a estadio abierto, ahora debía hacerlo en un legendario escenario íntimo, el mismo que alguna vez vio dirigir a Tchaikovsky en 1891.

Nacido en La Rioja, en el norte de España, Pablo Sáinz Villegas se ha transformado en el último gran representante del instrumento de las seis cuerdas en el mundo. A diferencia de sus compatriotas y antepasados musicales como Narciso Yepes (1927-1997), Andrés Segovia (1893-1987) o incluso el propio Paco de Lucía (1947-2014), el artista riojano fijó hace 15 años su residencia fuera de su país: desde Nueva York se mueve hacia todos los puntos cardinales del globo.

Su debut en el Carnegie Hall fue entonces coherente con su espíritu cosmopolita y al mismo tiempo un acontecimiento: fue la primera vez en 30 años que se presentaba un guitarrista español solista. El último había sido Andrés Segovia en 1987.

Aquella presentación en los albores del 2018 fue el prólogo promisorio de un gran año: a fines de octubre publicó su primer álbum con el sello Sony Classical. Se llamó Volver, fue junto a Plácido Domingo y, dato curioso, incluye una versión de "Gracias a la vida". Es uno de los 12 temas hispanoamericanos de la producción junto a "Guantanamera", "Sabor a mí" o el propio "Volver".

El 2018 lo vio también presentarse junto a la Sinfónica de Chicago, una de las cuatro grandes orquestas de EE.UU. con que ha tocado, además de la Filarmónica de Nueva York, la Filarmónica de Los Angeles y la Sinfónica de Boston. Ahora, dentro de una gira mundial, el músico se presenta este jueves 13 a las 20 horas en el Teatro CorpArtes. Lo hará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile dirigida por Francisco Rettig.

Desde Nueva York, el guitarrista habla con Culto.

-¿Por qué eligió tocar el "Concierto de Aranjuez", de Joaquín Rodrigo, y el "Concierto para guitarra", de Elmer Bernstein?

-Son dos obras por las que tengo especial aprecio. "El Concierto de Aranjuez" es parte de mi vida y lo vengo tocando desde siempre. La idiosincrasia de España está presente en toda su música, con muchas alusiones al flamenco y la copla. Es una de las obras para guitarra más populares de la historia, sobre todo por su hermoso segundo movimiento, profundo y lírico. Por otro lado, la pieza de Elmer Bernstein es bastante diferente. Está dedicada al gran guitarrista estadounidense Christopher Parkening y me tocó interpretarla hace dos años frente a la viuda del compositor. Es una obra que representa a lo que llamo las Américas. Es decir, no solo a Estados Unidos, sino que a toda América, desde Alaska hasta Chile. La guitarra es el instrumento en común: es transversal, popular y ciertamente el más democrático.

-¿Por qué es el más democrático?

-Siempre ha tenido dos vertientes: la popular y la docta. Ya desde sus inicios, hubo una corriente más masiva que se expresó a través de los trovadores tocando serenatas en las calles con la guitarra barroca. Al mismo tiempo, la vihuela se establecía en los palacios en la interpretación de creaciones de Gaspar Sanz (1640-1710), Luis de Narváez (1500-1552) o Alonso Mudarra (1510-1580).

-¿Por qué se interesó por la guitarra?

-Mi padre acostumbraba escuchar selecciones de conocidas piezas clásicas en la radio y de pequeño me tocó oír a Narciso Yepes e incluso me acuerdo de haber visto a Andrés Segovia en la televisión. A los seis años ensayaba todos los días una media horita e incluso acariciaba la guitarra.

-¿Ensaya mucho?

-El arte se basa en la exigencia. Los artistas debemos aspirar a la excelencia. Es necesario exigirse a sí mismo y empujarse un poco más allá. Pero hablo de excelencia, no de perfección, que definitivamente no es algo humano, sino reservado a los dioses. Por ejemplo, creo que en la excelencia está permitido el error. Equivocarse es humano.

-¿Está permitido equivocarse entonces en un concierto?

-Sí, de lo contrario caes en un torbellino de frustraciones, pensando siempre en las fallas, enjuiciándote a ti mismo. Hay que aceptarse y entregar lo mejor. Es un consejo que me dio Plácido Domingo cuando actué en Chile. Me dijo: "Uno se debe al público, incluso en el error".

-¿Cómo se creó su relación con Plácido Domingo?

-Fue muy simple. Cuando él cumplió 75 años, en el 2016, hubo un gran concierto homenaje en el Estadio Santiago Bernabéu de Madrid con muchos artistas invitados y tuvo el gesto de pedirme que tocara ahí. Fue una auténtica bendición y hemos hecho un viaje juntos. Aún se me pone la piel de gallina cuando me acuerdo de todo el Estadio Nacional cantando "Yo vendo unos ojos negros".

-¿Vienen nuevos discos?

-Tengo un contrato con Sony Classical. En pocos días comienzo a grabar un nuevo álbum dedicado a la música española. Saldrá a fin de año o sino a principios del próximo. Ya antes había hecho uno con música de vuestro continente en el sello Harmonia Mundi, cuyo nombre era justamente Americano (2015).

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