Yo estaba en una fila. Había pasado todo el día en función de Los Nocheros, grupo folklórico romántico argentino. Iba por el día a Buenos Aires, ya eran las ocho de la tarde, estaba en el aeropuerto y apareció Freddy Anríquez, un amigo de Charly García, también amigo de Miguel Piñera y mío. A todos nos conocía por separado.

Llegó agitado Freddy, era hora punta en la ciudad y tenía que pasarme una cinta con imágenes de un saludo promocional de Charly por sus presentaciones en Studio 54, el club nocturno que tuvo Piñera en esa época y donde iría García a tocar pocas semanas después de esa noche.

Era mayo de 2001, mi credencial de prensa decía La Segunda y un sello discográfico me había invitado a entrevistar a ese grupo de baladistas. Pero tuve suerte.

-¿Crees que pueda entrevistar a Charly?, le dije ansiosa a Freddy.

-Sé que está durmiendo ahora. Habría que esperar a que despierte y preguntarle.

Llamé a Santiago, mi editora, Ana Josefa Silva, me autorizó a cambiar el pasaje e intentarlo.

Partimos con Anríquez hasta un teléfono público para llamar a Charly. Mi nuevo vuelo saldría cerca de las siete de la mañana. Me quedaba toda una noche y pensaba que si me iba mal, me volvía al aeropuerto. Charly no contestó en tres horas. A las 23, tras escuchar brevemente nuestra pregunta, el ex Serú Girán le dijo a mi amigo: "Bueno. Veníte". Aleluya, pensé.

Me parece que había una escalera fría que subimos después de bajar de un ascensor de fierro forjado. Vimos una puerta rayada, poco iluminada. No recuerdo el aspecto de la persona que nos abrió, pero adentro del departamento de Charly había algo de gente, cuatro a cinco personas.

Las paredes lucían rayadas, pintadas con spray. "Say No More" se leía por todas partes, que es el nombre de un disco, un sello y casi un eslogan de Charly García. El símbolo de triángulos de "Say no more" estaba dibujado en la pared más grande. Y un piano de cola lucía en plenitud a un costado de la sala.

El departamento era amplio y antiguo, ubicado entre las calles Santa Fe y Coronel Díaz en el sector de Palermo. Creo que comprobé durante la noche que desde el asiento del piano, que también estaba rayado, la vista daba hacia la ciudad de la furia.

Charly estaba instalado en su cama. La habitación del autor de Yendo de la Cama al Living da justamente al living y a la entrada de su casa. Su cara, su bigote, de hecho, se ven desde que uno se asoma.

Cuando yo llegué, vi a Charly tapado hasta la cintura, sentado y sus pies copaban su cama de dos plazas –es alto-. Una almohada separaba su espalda contra la pared, y estaba rodeado de gente. Tenía un equipo de música a un costado, lo manipuló varias veces.

La mano de Charly es grande y huesuda, como si hubiera nacido con artritis. Sus uñas son anchas y largas, pintadas de negro, un negro brillante. Uno se fijaba cuando ponía play, retrocedía o ponía pausa en el equipo. Llamaban la atención.

El músico es la estrella, habló todo el tiempo de sí, de su obra. Se reía y hablaba harto. Porque estaba mostrando las mezclas de un disco que iba a lanzar después de su show en Santiago. En la entrevista, la que terminé haciendo, me contó por qué le quería poner "Sí" a ese álbum que finalmente se llamó "Sí: detrás de las paredes". Me sorprendió que Yoko Ono, la musa de John Lennon, tuviera que ver con la historia. Me relató sobre la vez cuando estuvo con la mujer de Lennon en Buenos Aires.

Charly parecía contento de concederme la entrevista.Tras algunas criticadas presentaciones, hacía tiempo que no tenía onda con Chile.

Antes de prender grabadora, el músico pidió que sus asistentes –entre ellos figuraba una prima que oficiaba de mánager- salieran de la habitación y que dejaran la puerta semiabierta.

Charly comenzó sin que yo le preguntara a hablar del disco. Con uno de sus índices me señaló mirando hacia la sala, a la persona que había hecho la carátula del disco. Una niña joven, morena, con look punk.

Me habló sobre Lennon y Ono, de cuando ambos se conocieron y de la importancia de la palabra "Sí" escrita en una obra de la exposición de Yoko, que se transformó en el inicio del romance entre ellos.

Me habló de la palabra sí en todos sus aspectos. Me convenció de que tiene un componente especial: es pequeña, positiva, es una nota musical, es histórica en la historia de la música –por esto de Yoko y John-, posee belleza. La dibuja.

Me contó que también está dibujada en la carátula y que no es cualquier nota, si no que la última: "Es que es la última nota –dijo en la entrevista publicada el 30 de mayo de 2001 en La Segunda-. Es una nota que no tiene sostenido, es decir, en el piano, el Mi-Fa y el Si-Do, son los dos intervalos que no tienen una negra en el medio. O sea, del Si al Do hay medio tono, no hay uno. Eso es especial", dijo textual.

Pausa

Yo usaba un casete pequeño, una mini cinta de las que ya no existen y que se embutía en una grabadora metálica. La entrevista fluyó, grabé todo, y de pronto interrumpí para preguntarle a Charly si su show en Santiago sería bueno porque la última vez había sido un desastre.

Charly no contestó. Diría que evadió esa parte. Sacó un quinto cigarro desde que había comenzado la entrevista, miró sus fósforos y no le quedaban.

-¿Necesitas encendedor?, pregunté.

-¿Me traés?, respondió.

Cuando salí a buscar fuego, no pensé que lo de los fósforos había sido una treta. Charly necesitaba estar solo un momento. En mi grabadora, de hecho, mientras yo estaba consiguiéndome encendedor, quedó el registro de un ruido indescifrable, un carraspeo indescriptible que ocurrió mientras yo no estaba.

Afuera de su habitación había carrete. No había música pero había llegado más gente, había murmullo. Sonido de hielo, de vasos y conversación.

Un joven parecido a Charly, pelo trigo seco, llegó de improviso, irrumpió en la sala y entró volando a la pieza. Se dirigió a Charly y le dice preocupado: "Si no vas dice que se suicida".

Era Miguel Angel García, el hijo de Charly que, según entendí, le estaba hablando de un vecino, aparentemente depresivo. Charly no pescó nada de nada, incluso se enojó. "Otra vez el vecino", creo que comentó alguien.

En la entrevista, García describió su disco: dijo que se trataba de un trabajo basada en una presentación en vivo que había hecho con Nito Mestre –su excompañero en Sui Generis-, y que él había intervenido ese concierto con grabaciones encima. "La mayoría de las grabaciones salieron del estadio de Boca en el primero de los últimos conciertos con Nito",me dijo.

Contó que Gustavo Cerati lo había ayudado con algunos arreglos: "Hay canciones como 'Rasguña las piedras' que está hecha en un hotel con Cerati, el chico de Soda Stereo, pero con ritmo rave", describió.

En un giro en su relato –yo lo dejaba- García me empezó a hablar del White Album de The Beatles. Hablamos de cuánto de los Beatles había en su música. Me empezó a hablar de su conexión con Yoko. "Cuando ella vino acá nos hicimos amigos. Yo tenía una copia de mi disco 'Say no more' pintado en la pared con unos triángulos y todo. Nos pasó algo muy raro porque estuvimos pensando cosas iguales todo el día. Cuando nos encontramos nos quedamos flechados y nos fuimos unos dos días girando".

El carrete aumentaba en la sala del departamento de Charly. Habíamos hablado de Serú Giran, de Chile, de su concierto en Chile, nos estábamos cansando de hablar tanto. Mi amigo me sirvió algo de beber, el músico ya estaba distraído y dimos por terminada la entrevista.

Uno miraba por encima lo que pasaba esa noche en ese departamento, y pensaba: estos invitados son su séquito. Charly es el ídolo de todos. Lo mejor de la noche eran esos retazos de música que él mostraba, los repetía, los retrocedía y los avanzaba.

La jornada era una situación cualquier en el departamento de Charly. Sus amigos los comentaron,que él funciona de noche. Que a esa hora trabaja. Y lo que para mí era un carrete, para el resto era una jornada más de la producción de un disco.

Nadie me preguntó nada. No era una fiesta, casi solo se habló de música. Estaban todos acelerados, pero la situación era íntima: su casa, colaboradores, su hijo.

No recuerdo si eran las tres AM, las cuatro. Mi amigo dice que me fui antes, pero lo cierto es llegué al aeropuesto de Ezeiza . A las 7 salió mi vuelo. Me fui a escribir al diario, trasnochada, emocionada, se me había hasta olvidado que también era el día de mi cumpleaños.

Mientras escribía trataba de que no se me notara que era así de fan del creador de "Hablando a tu Corazón", "Pasajera en Trance", "Los Dinosaurios", "Seminare", tantas otras. Y de hecho, nada conté en esa entrevista –la primera importante de mi vida- sobre la fiesta inesperada e inolvidable que había vivido esa noche. Solo ahora pienso que esa entrevista fue mi Almost Famous con Charly García.