Cuando Virus debutó en enero de 1980, en plena resistencia contracultural bajo la dictadura de Videla, Marcelo Moura (59) tenía veinte años.
El tecladista del grupo —uno abiertamente hedonista, transgresor y emblema del rock trasandino— fue un testigo privilegiado de la historia musical de Virus y su legado:
En una ocasión, renovando un contrato, uno de los directivos de la compañía le dijo a Federico: "Vos sabés la atracción que provocás en las chicas, te pedimos por favor que ocultes tu condición de gay". A él se le transformó la cara y luego respondió: "Usted ocúpese de su trabajo, que me ocupo del mío". Después de firmar ese contrato, Fede se fue a su casa y compuso "Sin disfraz", un tema que reivindicaba su inclinación sexual con frases como "En taxi voy Hotel Savoy y bailamos", además de otras sutilezas.
Hace cinco años que Marcelo —el menor de los Moura— escribió Virus (Planeta), una memoria de la banda de La Plata contada en primera persona y que, a través de quince capítulos, se centra en los recuerdos dolorosos de Jorge, el hermano militante secuestrado por la dictadura y desaparecido desde entonces, y la figura omnipresente de Federico, muerto de sida en 1988:
Un ícono, una figura representativa del rompecabezas que admite cada vez mayor amplitud a las miles de alternativas, las nuevas tendencias, las novedades, los cambios y los progresos.
Atravesados por la Guerra de Malvinas y una agenda de presentaciones sin más publicidad que el boca a boca, Virus vino a representar la reivindicación de la juventud argentina en democracia. Quizá por eso funcionaron en Chile —teoriza el músico—, su primera escala fuera de su patria:
Al igual que en nuestro país, también en Chile estaban hartos de la oscuridad, del absurdo rigor, la violencia, y nuestra música apareció como un aire renovador que venía a refrescar la chatura, la opresión y la tristeza de tantos años desgraciados, en los que la alegría era pecaminosa, y la diversión algo prohibido y superficial.
Valioso en el uso del archivo familiar de fotografías y anécdotas de la banda ("Llegamos a la conclusión de que habremos hecho cerca de dos mil quinientos viajes en avión […] es muy probable que hayamos dado dos o tres veces la vuelta al mundo"), Virus también se hace cargo de la estética que los hizo reconocibles no solo en Argentina:
Bandas gloriosas como Queen, Duran Duran, Devo, Stray Cats, Roxy Music o B-52, por nombrar solo algunas, nos daban claras señales de que la excelencia abarcaba una totalidad de aspectos que no se circunscribían únicamente al plano musical. Podían integrarse la moda, el make-up, las nuevas tecnologías, diseños de imagen y puestas en escena más elaboradas sin que eso afectara la calidad artística y sonora de un buen músico.
Cyril Blaise, un francés discípulo de Jean Louis David, tal vez el estilista más importante del mundo en ese entonces, tenía una peluquería de primer nivel y también laburaba haciendo producciones de moda. Bastó un segundo para que entendiera la onda del grupo y al igual que todos los demás que se iban integrando al equipo, era amante de la transgresión. Nos sugirió unos peinados absolutamente jugados para el momento. ¿Qué mejor? Fue el creador de 'los raros peinados nuevos'.
A la altura del apartado "Vestuario, peinado y puesta en escena", el tecladista que se sobrepuso a la muerte de Federico ocupando su lugar como cantante, da luces del trabajo de Virus en una época de mucha improvisación, pero tal vez sea "Letras y mensajes ocultos" el capítulo más rico en cuanto al análisis de la obra del grupo, uno que paradójicamente los hizo conocer "el cielo y el infierno":
Federico planificó sin descanso y minuciosamente hasta que su cuerpo físico le dio permiso y quiso dejarle un mensaje a sus seguidores. No burdo, sino delicadamente sutil, como era él. “Encuentro en el río musical” fue la canción.