Conocido por su personalidad algo enigmática, el celo con el que resguarda su vida privada y su notable habilidad para despistar a la prensa con los diversos mitos que ha creado en torno a su carrera, Jack White (43), el hombre-misterio, el último héroe del rock and roll surgido del patio trasero de Estados Unidos, levanta el teléfono y exhibe de entrada otro rasgo de su persona: en ciertas ocasiones, también puede ser increíblemente amable y sincero.
"Creo que una de las grandes cosas que me ha dado la vida es la posibilidad de no haber hecho exactamente lo mismo en estos 20 años. He tenido la suerte de poder crecer", declara el músico a Culto desde Nashville, el lugar que el hijo ilustre de la fecunda escena rockera de Detroit escogió para radicarse y continuar una carrera que partió hace exactas dos décadas, cuando a mediados de junio de 1999 lanzó el primer disco de The White Stripes y comenzó a conquistar el mundo. Sobre todo, el de la vieja escuela rockera, que lo ungió como su más digno sucesor y vio en su pálida y larguirucha figura al héroe capaz de preservar el patrimonio blusero y rocanrrolero estadounidense.
White se tomó la responsabilidad en serio y desde entonces, al mando de diversos proyectos y con tres brillantes discos en solitario, ha sumado 12 Grammys, colaboraciones con figuras como Beyoncé y Bob Dylan, e hitos como "Seven nation army", uno de los pocos clásicos del rock del siglo XXI, convertida en himno deportivo desde que los italianos la corearon en Alemania 2006. "La primera vez que lo vi estaba en shock, pensé que era algo puntual pero nunca imaginé que continuaría tantos años después y que también pasaría al básquetbol, el béisbol y el hockey", comenta.
Con todo, la plenitud artística de White no parece estar en las premiaciones ni en los estadios, sino en su estudio en Nashville, la sede de su sello Third Man Records y donde se cocinó el regreso de The Raconteurs, el grupo que formó en 2005 junto a tres de sus grandes amigos (Brendan Benson, Patrick Keeler y Jack Lawrence) y que este viernes lanza su primer álbum en más de una década, Help us stranger. Una nueva demostración de que se puede volver a los viejos riffs y los solos de guitarra sin ser purista ni simplemente nostálgico.
"Lo más fácil es hacer un disco en el que todas las canciones suenen igual o con una vibra parecida, pero es difícil hacer algo diverso y creo que lo logramos en este disco. Eso me pone muy orgulloso. Y está muy bien tener la libertad para poder hacerlo, que no haya un sello pidiéndote que hagas cierto tipo de canciones o de sonido", dice sobre el LP que el grupo vendrá a presentar al Teatro Coliseo el 13 de noviembre, con un show en el que no se permitirá el uso de teléfonos celulares. Otro detalle con el que White pretende cambiar lo establecido.
-Su último disco, Boarding house reach, es quizás lo más arriesgado y experimental que ha hecho hasta hoy. ¿Cómo fue pasar de ese proceso a volver grabar con The Raconteurs?
-Fue genial poder dar ese giro, tener la posibilidad de agarrar la caja de cambios en ese momento en particular. En ese sentido, fue una suerte que haya sido ese el álbum que saqué justo antes de que nos pusiéramos a hacer este disco con The Raconteurs. Poder trabajar ambos proyectos en ese orden se sintió como un giro beneficioso.
-Ha colaborado con infinidad de músicos en su carrera. ¿Qué tiene de especial volver a tocar y grabar con The Raconteurs?
-Creo que es porque todos venimos de lo mismo: la escena del garage-rock de Detroit. Todos fuimos parte de eso aunque cada uno desde distintos lados. Brendan ha hecho una gran carrera solista, yo estuve en varias bandas y aunque los Greenhornes (Keeler y Lawrence) son de Cincinnati, en cierta forma como que los adoptamos en nuestra escena. Ellos son casi como una banda de los años 60. Así que ahí tienes a un grupo de personajes bastante diversos en un solo grupo. Si eligiera una banda de toda la escena del garage-rock de Detroit, este sería el 'dream team'.
-Hace algunos meses, Help us stranger fue anunciado al público como "el disco de rock and roll que estaban esperando". ¿Cree que es importante seguir hablando de rock and roll en días en que éste parece apagarse?
-Sí, seguro. El rock está definitivamente fuera del mainstream, es algo de lo que todos hemos estado hablando en los últimos años, y por lo mismo, cuando estábamos trabajando en este álbum, definimos que era importante presentarlo y llamarlo de esa forma: un disco de rock, no un disco de música alternativa o como se le quiera llamar. Es importante usar esas palabras en voz alta, rock and roll, porque eso lo que hay ahí, definitivamente, aun cuando hay cosas más psicodélicas, o country y blues. Cada vez es más usual escuchar que el rock está muerto. Quizás lo está, realmente no lo sé, pero este es el disco que estamos sacando en este momento y para mí es un disco muy rockero (ríe).
-Con su sello ha publicado a muchos nuevos grupos de rock en los últimos años. ¿Es optimista con respecto al futuro del género?
-Tengo que ser optimista con respecto a cualquier género. Si esta semana veo una banda increíble de jazz, por ejemplo, debo darles una oportunidad y la gente debiera hacer lo mismo. Y quizás el jazz esta muerto y sepultado, no lo sé, pero es lo que debo hacer. Han venido grupos punk a presentarse al sello y cualquiera se sorprendería, porque muchos quizás piensan que los jóvenes ya ni siquiera saben lo que es el punk, o que el género ya simplemente no existe. Quizás porque ya no hay mucho contra lo que rebelarse realmente. En ese sentido, si estamos buscando algo realmente nuevo, creo que este es el momento para una gran renovación tipo punk en la música. Porque actualmente la mayoría de lo que se escucha viene de una producción hip hop y pop, eso es lo que hoy circula por internet y en la cultura popular. Y son dos cosas geniales, pero creo que tienen que haber múltiples voces, siete u ocho formas distintas de producción.
-Tal como lo viene haciendo hace tiempo, su show en Chile con The Raconteurs no permitirá al público usar sus celulares. ¿Ha notado un cambio en sus conciertos desde que instauró esta política?
-Sí, totalmente. El año pasado estuve de gira por Oceanía y Asia, por ejemplo, y lo que ocurrió allí fue increíble, sobrecogedor incluso. Y a la gente le gusta, porque si al público no le gustara la idea lo dejaríamos de hacer. Se genera un ambiente muy distinto porque en general, cuando tocas algunos de tus éxitos más conocidos, todos levantan sus teléfonos y lo suben a las redes sociales, pero ahora todo el mundo está completamente involucrado en el momento. Hace un par de años esto era algo que se estaba volviendo muy negativo para mí, ver desde el escenario a gente que en realidad no estaba poniendo atención, incapaces de quitar la vista del teléfono por diez segundos. Y pensé: ya ni siquiera sé si quiero seguir haciendo conciertos, no sé si quiero seguir siendo parte de esto. Creo que es algo que está bien para los shows de estadios, con explosiones, láser y todo eso, pero para quienes intentamos relacionarnos con la gente en una escala menor, se estaba volviendo desesperanzador. Lo bueno es que creo que más grupos adoptarán la idea y que esto seguirá creciendo. Si ya sacamos los teléfonos de la ópera, el cine y la iglesia, creo que los conciertos de rock and roll debieran hacerse con esa misma mentalidad.