De Buenos Aires a Rosario hay más o menos cuatro horas por ruta. Es –como se sabe– la cuna de Messi y, al entrar a la ciudad, hay un cartel que lo muestra vestido con la camiseta de la selección argentina. Como él es hincha de Newells y la ciudad virtualmente está dividida entre los hinchas de ese equipo y los de Rosario Central, la única posibilidad de ver a Messi en un cartel publicitario, sin que éste sea destrozado por una hinchada u otra, es que vista la remera de la selección.
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Feria Internacional del Libro de Rosario.[/caption]
Rosario pertenece a la provincia de Santa Fe, que tiene la misma cantidad de habitantes que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, unos tres millones, que se reparten principalmente en Rosario, que por esa razón es una de las urbes importantes del país, después de Capital y Córdoba. De ahí que las principales candidaturas presidenciales –Alberto Fernández y Mauricio Macri– busquen votos o alianzas estratégicas ahí. Pero yo no vengo a buscar votos ni alianzas, vengo a la Feria Internacional del Libro de Rosario, que después de diez años se reactivó el año pasado. Es un milagro que esto haya sucedido, sobre todo por el lamentable estado de la industria editorial trasandina. Quizá el auge de las editoriales rosarinos tenga algo que ver: Iván Rosado, Neutrinos, Municipal y la ya emblemática Beatriz Viterbo.
Recuerdo que hace tres años estuve aquí mismo para el Festival Internacional de Poesía de la ciudad, quizá el festival más importante de toda Argentina y el que lleva más tiempo, casi treinta años. En esa oportunidad me reuní con la editora de Beatriz Viterbo, Adriana Astutti, en el café del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO). Ella me dijo que nos viéramos adentro, en una exposición que estaba muy linda, pero que no recuerdo de qué artista era. Con Adriana nos habíamos conocido en una feria de editores en Capital. Luego de unos rodeos, al final nos encontramos. El motivo de la cita era que yo iba a publicar una antología de autores chilenos y argentinos en Viterbo. Para mí eso era buenísimo, porque esa editorial fue la que publicó sostenidamente a César Aira en los 90. Adriana me dijo que fuéramos a tomar un café, que era lindo estar al lado del río, y claro el café quedaba en la ribera y veíamos pasar cada tanto los barcos sojeros que surcaban el río Paraná.
Por lo que recuerdo, hablamos muy poco de la antología, más bien hablamos de otros temas, quizá más o menos relevantes. La acompañaba su marido y ella estaba enferma de cáncer pero estaba saliendo, o eso por lo menos entendí. Fue la última vez que la vi, a los tres meses murió.
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Centro cultural Fontanarrosa.[/caption]
A diferencia de hace tres años, el hotel donde me hospedo queda más hacia el centro, al lado del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, lugar donde se realiza la feria. Luego de echarme un rato en mi habitación en suite y de saludar a una periodista amiga que no veía hacía un montón, llegué a la feria. A primera vista no se trataba de una gran feria. Es como la Feria Internacional del Libro de Valparaíso, con toda la similitud que para mí tienen Rosario y la ciudad donde nací: un casco histórico que en las dos ocasiones no he terminado de apreciar bien, un aire como anacrónico que se respira con agrado, el diario más antiguo del país (La Capital, fundado en 1867) donde colaboré casi un año.
Haciendo un recorrido por los dos pisos del recinto ferial me llamó la atención la gran cantidad de editoriales rosarinas, por un lado, y la gran cantidad de stands de librerías de esta ciudad, por otro. No había ningún stand de una trasnacional. En un momento me topé con el poeta y editor Oscar Taborda, a quien no lo reconocí en un principio porque lo noté cambiado, como si anduviera de gigoló por la vida. Taborda es el director de la Editorial Municipal de Rosario, que tiene varias colecciones: ficción, poesía, ensayo y gráfica. Junto con Iván Rosado deben ser los sellos actuales con más títulos y con más presencia en Buenos Aires.
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–Yo creo –dice Taborda– que en el último tiempo sí hemos trascendido el ámbito local y ahora no es raro encontrar nuestros libros en Capital. Ahora este sello tiene más de veinticinco años y cuando cumplimos esa edad hicimos una convocatoria a poetas nacionales, antes lo hacíamos localmente, y seleccionamos de los más de mil trescientos trabajos catorce títulos… de poetas de Tucumán, Mar del Plata, Mendoza, San Juan, etcétera.
Cuando le quiero preguntar a qué se debe este boom de editoriales rosarinas, Taborda como adivinándome la mente dice:
–Bueno, quiero creer que se debe a una labor del estado provincial, porque aquí está el único ministerio de Cultura del país, porque ya sabés que el ministerio de Cultura de Nación fue reducido a secretaría. Y aquí quiero destacar que también la provincia tiene un sello editorial y también hay convocatorias para creadores de todas las artes, no sólo de la literatura. Entonces me parece que el papel del estado en la ciudad y en la provincia es un elemento de dinamismo.
Agrega que en lo relativo al criterio editorial, se manejan con concursos, salvo en la colección de ensayos, donde ha habido mucho de rescate de la tradición ensayística rosarina, con figuras importantes como María Teresa Gramuglio y Adolfo Prieto, que han trascendido largamente el ámbito local.
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Antes de dejar a Oscar no puedo olvidar lo que me contó él sobre la explicación de la abreviación ETC en algunos de sus poemas. Como algunos poetas porteños lo empezaron a copiar, le pregunté a qué se debía su uso y él me respondió que tenía que ver con un código futbolero. Debo haber puesto una cara muy de sorpresa, porque él agregó: "Claro, lo que pasa es que es el recuerdo de un clásico entre Ñuls y Rosario y ETC es En Tu Cara porque uno de ellos, mi equipo, le había ganado al otro de visita".
Vuelvo a dar vueltas por el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa y pienso en que nunca me llamó la atención el "Negro", ni sus dibujos ni su literatura; es más, el centro que lleva su nombre es anodino, muy como de colegio, por lo que pasearse por aquí aburre un poco. En un momento entro a una de las salas donde Diego Meret, a quien considero uno de los autores argentinos que rondan los cuarenta años más interesantes, conversar con Romina Magallanes sobre su novela Hijo bobo. Es curioso, pero casi todos los títulos de los libros de Meret tienen cierto aire de descomposición, quiero decir que ninguno es afirmativo, como los títulos de Aira, Osvaldo Lamborghini o Borges: En la pausa, La ira del curupí, El podrido. Todos ellos remiten a algo que se está desmadrando o descomponiendo, y de hecho sus novelas son así, un punto de fuga hacia una historia y a otra y a otra, y al final uno no sabe de qué trata. Es genial y muy divertido leerlo.
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Bajo a la planta baja y una de las encargas de prensa, con la que había hablado al llegar pero que no he mencionado hasta aquí, se me acerca para decirme si quiero hablar con Guillermo Ríos. De inmediato pienso que debe ser pariente del gran Antonio Ríos, el conocido "Maestro", pero el entusiasmo me dura poco, ya que aclara que se trata del secretario de Cultura. Miro a la encargada de prensa a los ojos y concluyo que son de estas cosas que uno no puede evitar cuando hace una crónica. Le respondo que sí, encantado y lo llama.
–Esta ciudad y esta provincia tienen una larga historia en torno a las políticas culturales, particularmente en Rosario hace más de veinticinco años que las políticas culturales forman parte de las estrategias de gobierno y se impulsan y desarrollan infraestructuras culturales, eventos, que hace que lleguemos a esto. Además hay un ministerio provincial, entonces no es algo casual.
–¿Y por qué reeditar una feria en un momento malo para la industria editorial argentina?
–Es que justamente una decisión política se toma en estos momentos, y el estado quiere acompañar, impulsar, generar escenarios donde las industrias culturales tengan un lugar. Y se toman decisiones en momentos malos, como decís, porque para nosotros la cultura sigue siendo un elemento fundamental. De hecho en los momentos de crisis es donde la gente más recurre a la cultura. Y más allá de las agendas culturales, Rosario es una ciudad cultural.
Me parece curioso que desde el año pasado estén ocurriendo tantas actividades en esta ciudad: sin ir más lejos el año pasado el escritor Cristian Alarcón, revista Anfibia y la gente de la provincia de Santa Fe organizaron Pensamiento Contemporáneo, que este año fue un gran evento con invitados internacionales, como Gabriela Wiener y Margarita García Robayo, y nacionales, como María Moreno, Arturo Carrera y Litto Nebbia. No hay algo similar en Buenos Aires.
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Bueno, pero ahora me toca salir y encontrarme con Maxi Masuelli, uno de los editores de Iván Rosado, un sello que ya tiene más de cien títulos. La cita es en el bar El Molino, donde según Masuelli, se comen los mejores "carlitos". Para los que no lo saben, hay un sándwich muy típico en Argentina, que es el tostado, que es un pan molde con queso y jamón o con queso y tomate, tostado obviamente. En Rosario este típico sándwich se prepara diferente: se le agrega salsa de tomate o kétchup, lo que le da otro sabor.
A Maxi lo conocí en Capital, en La Sensación, la feria de editoriales independientes que organizan desde hace unos años Francisco Garamona y Damián Ríos afuera de la librería La Internacional Argentina. Cuando llegué a Buenos Aires y aún era editor de La Calabaza del Diablo asistí como sello a una de las primeras ferias, y me puse a vender libros. En un momento pasó César Aira y me dijo: "Tengo ganas de llevarme un libro chileno". Y yo le dije los precios. Dos meses después se organizó otra edición de la feria y volvió a pasar Aira y volví a responderle lo mismo. Recuerdo que un editor se me acercó y me dijo: "Escuchame, ¿vos le estás vendiendo los libros a César? Bueno, te aclaro que acá nosotros se los regalamos". No es que Aira no tuviera plata, sino que todos lo trataban con tanta gentileza, de hecho varios editores lo publicaban o estaban en vía de… Uno de estos editores que estaban en vía de… era Maxi, quien publicó Un filósofo, que entiendo que Editorial Cuneta ha editado ahora en Chile.
Recuerdo esto porque Maxi se ha demorado un poco en llegar. Pero ya está aquí, al frente mío, sirviéndome un vaso una cerveza y aclarando que el "carlitos" lo invitaba él. Cuando le pregunto por el auge de las editoriales rosarinas y si ese auge se debe a la presencia del estado, ya sea provincial o municipal, él responde:
–En los ochos años que venimos publicando hemos publicado casi cien libros y sólo dos de ellos han recibido subsidio del estado. Y eso pasa porque, a diferencia de otras editoriales rosarinas, no pensamos nuestro catálogo en función de autores de la ciudad o de la provincia. Sí, nacimos aquí, pero nuestro catálogo excede eso.
Con la confianza que le tengo, le pregunto si puede ser que ante la muerte de Adriana Astutti hay ahora un público lector que quedó huérfano, porque Beatriz Viterbo ya no publica lo de antes.
–Mirá, Viterbo sigue trabajando, aunque con sus tiempos, pero sí me parece que una característica que podemos compartir con la editorial es eso: no cerrarse con la literatura rosarina. De hecho, los primeros libros de ellos eran autores como Sergio Bizzio, Daniel Guebel, César Aira o Alberto Laiseca.
Seguimos chupando con Maxi y luego nos despedimos, él tenía que ir a la feria y yo a dar una vuelta por la ciudad. En esa larga vuelta, que fue casi un regreso a Capital, me extrañó que hubiera tantos niños pidiendo, pero no eran niños con adultos, sino niños solos, con una especie de organización propia, muy similar, pensé, a la que tenían esos niños del Señor de las moscas. Rosario es conocida por Messi y Bielsa, pero también por ser la capital del helado y por tener las mujeres más bellas de Argentina, esto de los niños para mí fue algo nuevo, y eso les quería contar.
Fotografías: Nano Pruzzo.