Pedro y el Lobo: Aline Kuppenheim traduce en imágenes la música de Prokófiev
Hoy debuta en el Teatro UC su cuarta obra de marionetas, que hace de la célebre pieza sinfónica escrita en 1936 un festín visual para los niños.
Alguna vez fue una niña nómada. Sus padres, artesanos los dos, cruzaron Europa de ida y vuelta y en el medio siempre estuvo ella, rodeada de materiales y desechos que su madre convertía luego en juguetes de madera.
"Las casas de mi infancia no fueron solo casas, sino verdaderos talleres de carpintería", recuerda una nostálgica Aline Kuppenheim (49) en una de las salas del Teatro UC. En sus manos hay varias manchas de pintura negra que no intenta ocultar: en el mismo recinto de Plaza Ñuñoa donde esta tarde estrenará su cuarta obra de marionetas, Pedro y el Lobo, el resto de la compañía Teatro y su Doble (ex Teatro Milagros) aún termina de pintar y clavetear la escenografía que abrirá un portal hacia un mundo de fantasía, y a una de las melodías que la actriz no ha dejado de tatarear con el correr de los años.
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Aline Kuppenheim al interior del Teatro UC. Foto: José Luis Muñoz / La Tercera[/caption]
"Crecí escuchando Pedro y el Lobo, siempre fue parte de mi cotidiano y me encantaba. Al menos en mi generación y en Europa era muy común tenerla en las casas", cuenta la directora. "Era muy popular y atravesaba generaciones, como toda obra universal. Por eso la escogí, porque ponerla en escena es recuperar una sensibilidad de la que estamos alejando a los niños en esta era digital. Y cada vez me hace más sentido, por mi propia historia y las que elijo contar, que las marionetas reemplacen al cuerpo del actor", agrega.
En 30 minutos, los mismos que dura la sinfonía de 1936 del compositor y director de orquesta ruso Serguéi Prokófiev (1891-1953), cuatro actores manipulan a las marionetas que cuentan la historia de Pedro, un niño que desobedece a su autoritario abuelo para irse a enfrentar los peligros del bosque y al Lobo que tiene atemorizado al pueblo. El elenco que da vida a los muñecos lo integran Loreto Moya, Ignacio Mancilla, Catalina Bize, Ricardo Parraguez y Camila Vega.
"La lectura que le dimos tiene más que ver con la relación que tienen hoy los niños con los animales y la naturaleza. Con considerar a los animales casi un par y con los mismos derechos", comenta la actriz sobre el montaje que debuta en el ciclo Teatro Hoy de Fundación Teatro a Mil. "Pedro hace ese camino, y responde a su naturaleza humana que tiene que ver con la venganza o querer dominar al animal, y lo logra, pero ahí aparecen en él también la culpa y la empatía con esa víctima. Porque también se convierte en victimario. Pedro es capaz de entender su propia naturaleza, y entiende que todos tenemos también ese lado lobo en cada uno de nosotros", agrega.
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La obra de Prokófiev de 1936 es una de las piezas clásicas para niños.[/caption]
Lejos de la pantalla
En 2007, la carrera de Aline Kuppenheim cambió de rumbo. Ese año actuó en su última teleserie a la fecha, Fortunato, y desde entonces ha decidido mantenerse al margen de la televisión, sin contar sus episódicas apariciones en series como Ecos del desierto (2013) y Bala loca (2016). También, en algunas de las más aclamadas películas del cine chileno reciente, desde Machuca (2004) y hasta la ganadora del Oscar, Una mujer fantástica (2017).
Hoy, pronta a cumplir 50 años y tras dejar su parcela en la Comunidad Ecológica de Peñalolén para instalarse en un departamento en Providencia, la actriz reafirma que su hábitat natural es el de los escenarios. Tanto así que se toma todo el tiempo necesario para estrenar sus obras, entre el diseño y la confección de las marionetas que las protagonizan, hasta su puesta en escena. Así, desde El capote (2007), Sobre la cuerda floja (2012) y Feos, de 2017.
"Me sentí un poco secuestrada en televisión por ese training de fábrica de salchichas que tiene el medio, y, sin ánimos de pelar, no me atrae lo que veo en pantalla hoy. Donde más cómoda me siento hoy es en el teatro, y no cambiaría este trabajo por volver a la televisión", comenta. "Estando ahí sentí una nostalgia y una necesidad real y concreta de hacer otras cosas entre tanta crisis de lenguaje. Y cada vez me alejo más del realismo, aunque no quiere decir que no me atraigan otros proyectos. Ocurre que al menos todo mi imaginario desemboca en el teatro de objetos, y a veces me preguntan por qué mis obras no dialogan con el presente, con el feminismo, por ejemplo. Pero siempre digo que yo no necesito hacer obras sobre feminismo para declararme en apoyo a la causa", agrega.
Sus obras siempre se abren al público familiar, pero esta es la primera vez que se dirige directamente a los niños. ¿Qué le interesó de ese público?
Los niños son un público bravo, pero ya lo conocemos. Hemos aprendido a manejar ciertas claves para mantener su atención, como por ejemplo no empezar nunca con un apagón, porque los niños se inquietan y se quedan afuera de lo que ocurre en escena. Pero rara vez se portan mal en nuestras obras. Hay mucho estímulo también en ellas, y poco tiempo para distraerse. En este caso, montar Pedro y el Lobo significa para mí volver a conectarse con esa naturaleza nuestra de la que estamos un poco alienados. Y es tiempo de que los niños, que suele ser un público subestimado, tenga acceso a esos niveles de belleza.
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