Cuando Simone de Beauvoir intentó definirse a sí misma, la primera idea que expresó fue "soy mujer". Era 1946, tenía 38 años y comenzaba a delinear un ensayo autobiográfico que la conduciría a explorar el lugar de la mujer en la historia y la sociedad. Insospechadamente, la escritora francesa daba forma a uno de los ensayos más relevantes del siglo XX y una de las obras que iluminaría el pensamiento y las reivindicaciones feministas. Tres años más tarde, en junio de 1949, se publicaba en Francia el primer tomo de El segundo sexo.
Nacida en 1908 en una familia católica con aspiraciones de nobleza, Simone de Beauvoir estudió en un colegio religioso donde destacó por sus notables capacidades intelectuales y donde abandonó la fe. Estudió filosofía y en 1929 se unió a Jean Paul Sartre, su gran compañero de vida.
Empapada del pensamiento existencialista, el trabajo teórico de Sartre le dio la base para formular su ensayo. Su idea de un yo soberano y un otro objetivado es la estructura en la que se apoya su análisis: la mujer como un otro subordinado. "La humanidad es masculina, y el hombre define a la mujer, no en sí misma, sino en relación a sí mismo".
Considerada la Biblia del feminismo, la obra es una impresionante enciclopedia sobre la mujer en la cultura occidental. El primer tomo, Hechos y mitos, abarca desde la prehistoria a los años 40; el segundo, Experiencia vivida, es un estudio de la femineidad desde la infancia al despertar sexual y la vejez. En su conjunto, el libro aboga por la libertad y por la igualdad ante los hombres.
A 70 años de su edición, seis escritoras valoran sus resonancias actuales: Diamela Eltit, Sonia Montecino, Claudia Apablaza, María José Navia, Catalina Infante y María José Cumplido.
Diamela Eltit: "Aún no termina de escribirse"
El segundo sexo, libro ejemplar, brillante, escrito por Simone de Beauvoir todavía no termina de escribirse o de inscribirse en el imaginario del mundo. Está en un agobiante compás de espera, abierto, incierto. Su autora "leyó" la dominación como un espacio múltiple e incesante, de tal magnitud que las propias mujeres cautivas en un sistema depredador y excluyente, se esmeran por mantener su propia subordinación al instalar en su imaginario las voces adversas. Sin duda su detención en las labores domésticas y de cuidados (que el viejo Marx describió erradamente como "trabajo improductivo") pueden ser vistas hoy (en la era del capitalismo más salvaje) como el gran soporte del sistema. No es casual la secuencia social que empuja a la mujer al espacio privado y a "entregarse" a la familia. Se trata de un ahorro económico inconmensurable. Es la gratuidad más impune que lesiona la categoría del trabajo. Es un puntal fundamental para la acumulación de riqueza. Simone de Beauvoir pensó la igualdad entre hombres y mujeres considerando las diferencias. Esa parte de su libro-pensamiento está irresuelto porque el poder (más allá de sus máscaras liberales) permanece inalterable. La autora señaló críticamente en 1949 que las escrituras literarias de autoras eran consideradas "obras de mujeres", ocupando así ese lugar subsidiario asignado a todo su transcurso. Así, para las escritoras el tiempo de la dominación parece detenido siempre en el mismo inexorable, arcaico tiempo. Tan pétreo. Inamovible.
Sonia Montecino: "Mantiene plena vigencia"
El segundo sexo forma parte de los fundamentos epistemológicos del feminismo de la década de los 60 y de las teorías de género, por ello es lectura obligatoria para quien quiera conocer los cimientos de la reflexión, de la investigación y de la acción política de gran parte de los movimientos por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Simone de Beauvoir revisa críticamente cómo las diversas disciplinas y armazones conceptuales de la antropología, la historia, la psicología y otras disciplinas sociales leyeron la posición y condición de las mujeres, para construir luego una teoría de su subordinación. De Beauvoir piensa que la condición de vulnerabilidad y secundariedad de las mujeres en las distintas sociedades humanas, pero especialmente en la occidental se debe a la existencia de un sistema de categorías que se edifica a partir de lo Uno (lo masculino dominante) y lo Otro (lo femenino devaluado), y sería precisamente esa oposición la que definiría a las mujeres como la alteridad de los hombres. Sin embargo, para la autora, esta condición no es inmutable toda vez que asumirse como "lo otro" (cosificarse, ser objeto de deseo, victimizarse) no es destino, sino construcción social y cultural que puede y debe ser transformada a través de la reivindicación política.
El pensamiento de Simone de Beauvoir mantiene plena vigencia y, releído a la luz de los feminismos globalizados y locales, sus lúcidos develamientos de las estructuras sociales y simbólicas que producen la opresión pueden ayudar a comprender no solo las desigualdades en las relaciones de género, sino cómo ellas están inmersas en un contexto donde las etnicidades, la clase y las categorías de lo femenino y masculino se anudan y complejizan la posición de los sujetos.
Catalina Infante: "Qué cresta significa ser mujer"
Llegué tarde a El segundo sexo. Lo leí terminando los 20 cuando mi idea de lo que significaba ser mujer -con la que no había nacido- ya me había hecho. Lo leí tarde quizás porque no tuve los ojos para darme cuenta de lo mucho que necesitaba la voz de Simone para explicarme por qué me pasaban las cosas que pasaban y por qué me sentía de la forma en que me sentía. Simone se preguntó, hace 70 años (!) lo que todas nos preguntamos alguna vez; qué cresta significa ser mujer. Desde todos los enfoques, desde la historia, la biología, la psicología, llegó a la conclusión de que nuestra identidad siempre está definida en contraposición a un otro, desde el prisma de lo "otro"; la mujer como un negativo, una carencia de algo, un "hombre fallido" como dijo Santo Tomás, cuya identidad queda encerrada siempre a lo subjetivo. Beauvoir tuvo una lucidez y conciencia brillante para entender el incómodo lugar que ocupamos, y la valentía de pensar y denunciar esa disconformidad. Sorprende la vigencia de El segundo sexo, obra a la que volvemos una y otra vez para entendernos, revelarnos, y que permanece como el soporte teórico de los feminismos de hoy.
María José Cumplido: "La búsqueda de libertad"
Llegué a Simone de Beauvoir en el colegio. En primera instancia fue un libro para explorar el feminismo en el contexto europeo de la posguerra e incluso para pensar el rol de una intelectual mujer dentro del grupo existencialista. Con el tiempo me di cuenta que reducir a Beauvoir como simplemente feminista era injusto, ya que esa es solo una perspectiva. Fue así que más tarde comencé a darle otras vueltas al libro, tomando en cuenta el contexto y el movimiento existencialista como tal. Pienso que Beauvoir en El segundo sexo no quiso crear un manifiesto feminista o reivindicar el género, sino que explicar la poca libertad de las mujeres en la historia y dar cuenta de la necesidad de denunciar esta opresión estructural. Al entender eso, creo que la frase "Uno no nace mujer sino que se hace", no está solo dentro de la lógica feminista como la podemos entender hoy, sino que es coherente con la visión existencialista de que el sujeto no es un ente dado, sino que es un proyecto que se construye constantemente y cuyo fin es la libertad. Por eso creo que es la búsqueda de la libertad la que alimenta al feminismo y por tanto es una posibilidad para hombres y mujeres".
Claudia Apablaza: "Es un reto para todas"
Leer hoy a Simone de Beauvoir, y toda su obra, a 70 años de la publicación de El segundo sexo, nos habla de cómo la escritura es a veces visionaria frente a ciertas realidades, sobre todo en el plano del pensamiento crítico. Hay autores y autoras que logran plantear ideas fundamentales que trascenderán más allá de su tiempo y generación. Uno de los casos más relevantes para el feminismo hoy y siempre, es el contar con este gran libro, libro fundamental e inquietante, donde hace 70 años, y en una sociedad mucho más conservadora que la nuestra, la autora se plantea la gran pregunta "qué es ser mujer", qué significa serlo, preguntas que a primera vista pueden resultar simples o inocentes, pero que esconden en sí gran parte de la historia de nuestra civilización. Lo importante para la autora es cómo nos respondemos esa pregunta y además cómo podemos salir de ese designio y hechizo cultural que se ha pensado para nosotras. Este libro es un reto para todas las mujeres, para que salgamos de ese lugar que se nos ha asignado, es un libro que se agradece por su profundidad, claridad, y por su tremenda carga política y movilizadora.
María José Navia: "Su erudición es deslumbrante"
Los aniversarios suelen darle una nueva vida a los libros y eso siempre se agradece. Sobre todo cuando se trata de un libro-montaña como El segundo sexo. Es fácil, en estos tiempos, quedarse con algunas citas famosas de feministas como Simone de Beauvoir o Virginia Woolf, de quien muchos repiten lo de la importancia de un cuarto propio, olvidando el valor que Woolf también le da a la independencia económica. En el caso de de Beauvoir, muchos repiten que "la mujer no nace, se hace", pero eso es solo un copo de nieve en una avalancha. La erudición de la autora francesa en este libro es deslumbrante: se pasea por toda la historia de las mujeres, muestra cómo la ha estudiado la biología, la antropología, da vuelta los textos de Marx, de Freud, de Hegel y, algo que yo rescato especialmente, va a buscar pistas también a la literatura (desde la medieval, pasando por Emily Brontë o la misma Woolf). Lo que denuncia es una realidad atravesada por distintos discursos y conceptos como la propiedad privada, la reproducción, o las expectativas. Una profundidad rara que la autora explora con maestría y sin nunca perder un sentido del humor afiladísimo.