Eran los años en que el militar Fernando Romeo Lucas García estaba al mando de Guatemala. Este gobernó aquel país con mano de hierro entre 1978 y 1982, años en que el país pasó por un periodo de violencia y represión.
Y es por eso en 1979, luego de que el Estado asesinara a su abuelo, que la familia de Rodrigo Fuentes tuvo que salir de Guatemala.
"Y el periplo por América Latina nos llevó en esos años a Chile", recuerda el autor de Trucha panza arriba. "De Chile recuerdo algunos buenos amigos —cuyo cantadito terminé por adoptar yo también—, las canciones de Los Prisioneros y la sensación de estar en una América Latina paralela, con sus propios misterios y maneras".
Rodrigo Fuentes (Ciudad de Guatemala, 1984) actualmente es profesor en el Departamento de Español del College of the Holy Cross en Massachusetts, en Estados Unidos, donde, dice, "doy clases, escribo, como donas y atestiguo la caída del imperio. Los semestres también me permiten pasar algunos meses al año en Guatemala, cosa que agradezco".
Trucha panza arriba es su primer libro. Este tiene 154 páginas y ha sido publicado en Guatemala (Sophos), Bolivia (El Cuervo), Colombia (Laguna), Francia (L'atinoir) y Escocia (Charco Press). En Chile llegó gracias a la editorial "indie-boutique" Laurel, al mando de Andrea Palet.
[caption id="attachment_88570" align="aligncenter" width="433"]
Trucha panza arriba (Laurel), de Rodrigo Fuentes.[/caption]
"Habrán pasado unos seis años entre el primer cuento y el último", dice Fuentes sobre la escritura y el ensamblaje de este libro. "Escribí varios cuentos durante ese tiempo, y al final me di cuenta de que siete de ellos pertenecían a un mismo universo, y orbitaban alrededor de un mismo personaje. De ahí salió Trucha panza arriba".
Dividido en siete cuentos, los cuales están a su vez "unidos" por un mismo personaje, Trucha panza arriba sucede en zonas agrarias, en el campo guatemalteco, así como en selvas o territorios disputados entre propietarios y trabajadores. Son historias que brindan un vistazo a la vida de Henrik, un hombre golpeado una y otra vez por la desgracia, especialmente cuando se enfrenta a las crudas realidades de la vida agrícola. Todo esto mientras de fondo pasan empresarios despiadados, sicarios, traficantes de drogas y ángeles caídos.
"Aquí arriba en la truchera se oyen los gritos de pájaros, y desde lo alto de la sierra llegan rugidos de monos aulladores", dice uno de los narradores. "Mi perro Balú, que cuida el terreno en las noches, se da riata con tepezcuintles cada tres días. Hasta una serpiente coral me trajo colgando de la boca una tarde. Así que solos no estamos, pero lo cierto es que solos nos sentimos".
-Mucha gente comenta que exploras espacios no-urbanos en Trucha panza arriba. ¿Fue algo premeditado? Algunos de tus cuentos me parecen hermanables, tanto en forma como en fondo, con Tomás González, el escritor colombiano.
-He disfrutado de los libros de Tomás González —sobre todo Temporal— y en los años de escritura de estos cuentos leí a algunos autores cuyos mundos y personajes admiré mucho, como Flannery O'Connor o Jorge Ibargüengoitia. Pero la escritura se movió a partir de personajes que me conmovían o me sacudían, de imaginar las distintas maneras en que se enfrentaban a la adversidad. Fue solo al leer el conjunto entero que empecé a considerar ciertos rasgos recurrentes en los cuentos.
*
Rodrigo Fuentes estudió un doctorado en Cornell. Esta universidad, ubicada muy al norte de la ciudad de Nueva York, se ha vuelto una suerte de factoría de autores latinoamericanos. Aparte de Fuentes, Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi y Sebastián Antezana son algunos de los autores que han estudiado un doctorado y, a la par, creado una carrera como escritores.
"Como los doctorados en EEUU ofrecen becas, fue una oportunidad bastante única para poder seguir leyendo y escribiendo lo que quisiera sin tener que preocuparme por llegar a fin de mes", dice Fuentes, quien además es uno de los fundadores de la editorial digital Traviesa junto con el otro Rodrigo: Hasbún (autor boliviano, también académico y quien vive en Texas). "Vivir en otro idioma y con otros códigos también me enseñó mucho sobre mí mismo y sobre mi lengua", asegura Fuentes.
Y claro: no es azaroso que la Universidad de Cornell tenga esta reputación en el mundo de las letras latinoamericanas. Porque el autor boliviano-americano Edmundo Paz Soldán vive ahí. Y es Paz Soldán, de hecho, quien por muchos años ha organizado un taller literario con los doctorandos de esa universidad.
"Ese taller fue la válvula de escape para varios que escribíamos y buscábamos algo distinto a la academia. Había tragos, risas, pero también rigor a la hora de leernos y criticarnos", recuerda Fuentes. "Ahora se da por sentado el valor de la escritura creativa en español en la academia gringa, pero Edmundo ya lleva mucho tiempo ofreciendo esos espacios y dejando a gente agradecida como yo".
-¿Y qué me puedes decir en general de tus años en Cornell? Las universidades gringas pueden convertirse en oasis alejados de la sociedad. De hecho, José Donoso decía que las universidades gringas es donde los elefantes (escritores) van a morir.
-Los años de Cornell fueron de nieve, de grandes libros y de buenas amistades. Es una universidad de suicidas, pero creo que sobreviví bien al frío y a las lecturas insistentes de Foucault. La recuerdo como un monasterio académico entre el bosque, perfecta para la lectura y para el rezo.
-¿Qué viene ahora?, ¿en qué estás trabajando?
-Estoy escribiendo un libro de no ficción y por ahora investigo el asesinato de mi abuelo.
-Por último, y ya con más años fuera de Guatemala que viviendo ahí, ¿te sientes un escritor guatemalteco?
-Sí me siento un escritor guatemalteco, aunque también me siento un lector de cualquier parte, y lo que he escrito responde en cierta medida a lecturas que poco tienen que ver con Guatemala. Vivir fuera también lo induce a uno a establecer lazos con el país de formas más deliberadas, y por eso más torpes.