Una tarde, en su casaquinta de Ñuñoa (actualmente, la calle Pedro Torres, cerca del campus Oriente de la UC), y tras haber pasado un año conversando junto a Ana Campos, una de sus nietas, la ex primera dama Rosa "Miti" Markmann de González Videla apareció con una maleta. Dentro de ella, habían muchas cartas que Markmann había escrito durante toda su vida. "Mire, yo le entrego todo esto, usted vea lo que hace", dijo la entonces nonagenaria a su nieta.

Ocurre que Ana Campos, de profesión periodista, iba a almorzar todos los miércoles con su abuela, junto con las demás nietas mujeres. En esas tertulias, Campos escuchaba las historias que le contaba "Miti". Por eso, con el solo fin de dejar un documento para la familia, en 2005 decidió comenzar a reunirse a solas con ella para grabar y escribir su historia "para que no se perdiera la memoria". Así empezaron las sesiones todas las semanas durante un año.

"Mis abuelos siempre nos estaban contando historias a los nietos", cuenta Campos. "Ella tenía 90 años, y estaba súper lúcida. ¿Cómo se iba perder? Ella estaba feliz, para ella fue entretenido. Nos juntábamos en la terraza del jardín de su casaquinta en verano, y en la chimenea en el invierno. Almorzábamos, y luego yo me quedaba. Para mí fue aprender de ella de vuelta", agrega.

Así, con las misivas y las grabaciones de las charlas comenzó el proceso que finalizó en el libro Una luz en la sombra, que publicó la editorial Planeta hace poco tiempo

"Al empezar a leer las cartas me di cuenta de que acá había algo. De que daba para hacer mucho más que una crónica periodística, pero no sabía qué. Yo sabía escribir notas informativas, y ahí tuve la suerte de ir a unos talleres en Estados Unidos, de escritura creativa. Allí me dijeron que lo que tenía era bueno, pero que aún no era nada. Me dijeron que hiciera algo más creativo. Que recreara más esto, porque si no iba a ser una biografía", explica Ana Campos sobre los comienzos del trabajo.

Fue su amiga, la escritora argentina Inés Garland quien dio en el clavo: una biografía narrativa. "Es un género que acá no existe, pero que en Estados Unidos sí, le llaman memoir, que son básicamente autobiografías noveladas. Acá si bien no es autobiografía en forma directa, la esencia es hacerlo en narrativa", cuenta la periodista. En un comienzo, el texto estaba escrito en tercera persona, pero con la idea de hacer una memoir, la modificó a primera, como si fuese la misma Miti Markmann quien contase su historia. "¡Y ahí cambió todo!", recuerda emocionada. "En tercera persona quedaba lejano, quedaba duro. Lo tenía impreso incluso, pero no me gustaba. Al cambiarlo a primera tuve que hacerlo todo de nuevo. Cuando uno escribe en tercera persona sigue siendo como una crónica, un reportaje, y en primera persona ya pasaba a ser un relato íntimo, ahí había que convertirse en escritor, que es lo que yo todavía no era, y no soy todavía. Hice lo que pude, en el fondo".

-Al ser un narrador en primera persona, usted puso a la misma Miti Markmann contando su historia. Pero, ¿cuánto de la voz de ella y cuánto de su propia voz hay en la novela?

-La verdad es que tenía tanta información que cuando lo cambié a primera persona siempre sentí que era su voz. La mía aparece en algunas escenas que debí recrear, obviamente los diálogos no fueron exactos, pero son cosas que sí se dijeron. No hay nada inventado.

Durante 10 años investigó no solo los hechos históricos en los que estaba involucrada su abuela, sino también otras cosas. "Por ejemplo, ellos se fueron en barco a Europa, ¿cómo era ese barco? Yo no se lo pregunté a ella, no le pregunté detalles. Me metí a internet para ver si existía este barco y dio la casualidad de que existía, habían fotos, y empiezas a recrear lo que pasa dentro. O cuando Miti fue a la Casa Blanca a juntarse con la señora Truman, en el taller literario al que asisto, con Ana María Guiraldes, preguntaban ¿qué comieron?, ¿cómo es el menú de la Casa Blanca?, ¡y qué se yo cómo es el menú de la Casa Blanca! Entonces, me metí en internet a los archivos de la Casa Blanca, que tiene archivos abiertos, y encontré el menú que la señora Truman ofreció a la señora de González Videla. Espárragos con mermelada".

La literatura

-¿Cuáles son sus referentes como novelistas?, ¿qué obras y autor@s le sirven como guía?

- Siempre tengo en mi velador una memoir, una novela y un libro de cuentos. Los cuentos los releo. Tengo los de Benedetti, Salinger, Carver, Cheever, etc. Me gustan los autores japoneses porque tienen un ritmo hipnotizador y por las descripciones internas. El que más me ha gustado es La casa de las bellas durmientes, de Kawabata, se me confunden todos los apellidos.

-¿Y Murakami?

-Sí, Murakami, aunque no me gustó La muerte del comendador, me quedo con los primeros. Otras autoras que me gustan mucho son Jumpa Lahri y Chimanda Ngozi. Son autoras que nos enseñan el desafío de ser mujer en otras culturas, pero también hablan de la riqueza de esas mismas culturas.

-¿Cómo es su relación con los libros y con la literatura?

-Mira, siempre he leído, pero cuando empecé a ir a Estados Unidos me reencontré con la literatura, sobre todo por haber estado con tanto escritor. Cuando empiezas a compartir con los escritores, encontré que era una fascinación, y cuando empiezas a escribir te das cuenta lo difícil que es escribir, lo difícil que es hacer un párrafo creativo bueno. Empecé a devorarme libros y a pensar "¿cómo lo hacen?". Mi admiración por los escritores es una cosa que no tiene límites.

Miti y el feminismo

Rosa Markmann de González Videla pidió tener una oficina propia en La Moneda con el fin de realizar labores de primera dama. Así, tuvo un rol central en la obtención del voto en las elecciones presidenciales para las mujeres, pues hasta entonces, solo podían hacerlo en las Municipales. Dado el actual contexto en que se han reivindicado los derechos de las mujeres, es imposible no charlar con Ana Campos sobre el rol de su abuela al respecto.

-¿Miti Markmann fue una precursora del feminismo chileno?

-Mira, ella no era feminista en el sentido de que considerara de que los hombres y las mujeres tenían que ser iguales. Era una época en que a las mujeres les gustaba ser bien atendidas con los hombres, vivían a la sombra de los hombres, por eso le puse así al libro. Ella lo que no toleraba era que a las mujeres se les vulneraran sus derechos. Habían cosas increíbles en esa época, algunas no salen en el libro. Por ejemplo: si un hombre pillaba a su mujer con su amante, la podía matar y no era delito. Ella fue, habló con mi abuelo, le dijo que esa ley había que derogarla ya, y los diputados y senadores no quisieron. Entonces, ella, junto a otras mujeres con quienes venían luchando por sus derechos dijeron "muy bien, si es así, presentaremos un proyecto de ley en que si una mujer pilla a su hombre con una amante, lo puede matar y no es delito", y derograron la ley. Cuando instaló la "oficina de la mujer", se dio cuenta de la indefensión en que vivían las mujeres. Los hombres podían enajenar los bienes de la sociedad conyugal sin preguntarle a la mujer. Así, ella se junta con Elena Caffarena, Eliana Olguín de Baltra, Amanda Labarca, y empiezan a pensar cómo mejorar la situación de las mujeres. Entre esas cosas, mejorar los derechos civiles y los cívicos, como el del voto en las presidenciales. Mi abuelo le dijo: "Muy bien, pero tu te consigues el apoyo de todos los diputados y senadores".

Los parlamentarios no querían, porque desde la izquierda decían que los curas en el confesionario iban a convencer a las mujeres de votar por la derecha, y la derecha consideraba que la mujer era totalmente inepta para tomar una buena decisión cívica. Así, convencen uno a uno a los diputados y senadores, menos a un señor Huerta, liberal, que casi lo matan por votar en contra del proyecto, pero las mujeres al final lo felicitaron por valiente. Así se logró el voto femenino. Aunque para ella, lo más importante en su gestión fue la fundación de viviendas de emergencia. Había que sacar a las mujeres de la miseria, y poner jardines infantiles, consultorios. Ella le dio voz, derecho y un estatus a la mujer que no tenía. ¿Fue precursora del feminismo? Sí. ¿Fue feminista en el sentido de cómo se entiende el feminismo ahora? Para la época, no.

Ana Campos va más lejos y explica: "Siento que este libro le hace justicia, porque el problema que tuvo el gobierno de mi abuelo de la Ley de defensa de la democracia con los comunistas, terminó pagando el pato mi abuela, la ningunearon. Después nunca más apareció como la persona que debería haber sido destacada".

-Si bien usted empezó a trabajar en este libro en el 2005, ¿marcó el actual contexto del feminismo la decisión de lanzar esta novela?

-Fue una coincidencia, porque yo le entregué este libro a la editorial en abril del año pasado, antes de la explosión del feminismo (mayo 2018). Y no tuve más noticias hasta julio, en que mandé un mail preguntando qué pasaba con el libro, y me dijeron "el libro va", pero que ellos trabajaban con un año de anticipación. Fue justo el momento, pero no fue planeado. Me gusta que haya salido ahora, pienso que Miti Markmann es una figura que se rescata más ahora que antes.

-¿Qué opina del actual feminismo, de las marchas, las tomas? 

-Yo creo que la mujer está sacando la voz como debió haberla sacado hace mucho tiempo. Quizás es un poco más agresiva de lo que una quisiera, me chocan las marchas con gente sin ropa, pero creo que son estos extremos los que finalmente llevan a que las cosas se vayan equilibrando. Pero creo que las generaciones jóvenes se han empoderado bien y tienen que seguir empoderándose.