"Cada vez que no quiero hacer algo o pongo mala cara, la mamá me dice: Y yo que te compro ropa, todo lo que tejo es para ti. No creo que la mamá haga todo esto porque soy la mayor, pero gran parte de esto es porque soy la mayor. La mamá no se da cuenta de que yo solo tengo 12 años. 12 años no es muy poco pero tampoco es mucho".
Pasadas las 22 horas del 10 de septiembre de 1973, en su casa ñuñoína de calle Alejandro del Río, Francisca Márquez Belloni vuelca con lápiz rojo de pasta sus impresiones del día: dos planas del sexto de los 17 diarios de vida que llevó desde los 7 años hasta el día de su matrimonio. Algo disgustada con su mamá -"que sigue creiendo (sic) que como yo soy la MAYOR [de cuatro hermanas] soy bastante grande para hacerlo todo"-, cierra sus anotaciones con una posdata en que pide perdón a su "Querida Paula", que es como se dirige a su diario, usando el nombre de su mejor amiga en el colegio: "Perdona si paresco (sic) muy mártir. Pero es así como yo veo las cosas".
Fue una noche de verter frustraciones y de afirmar la propia identidad. Pero a la mañana, fue otro su foco. Ya antes de mediodía deja constancia de que "el ejército, la marina y la aviación han decidido echar a ALLENDE y a sus ministros. ALLENDE está en La Moneda. Y el ejército, la marina y la aviación le dijeron a Allende que se rindiera porque si no iban a atacar por tierra y por aire".
A lo largo de la jornada sigue escribiendo: refiere el bombardeo de La Moneda y, cayendo la tarde, cuenta que acaba de terminar la lectura del Diario de Ana Frank ("el libro más tierno y bonito que he leído") y que, pese a ser una lectora compulsiva, no quería empezar la lectura de Hombrecitos "porque se me puede olvidar ANA FRANK".
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Página interior de El diario de Francisca.[/caption]
Llegada la noche, se entera de "una cosa espantosa": "ALLENDE se suicidó". Horas antes de conocer la noticia, manifestaba "pena" por la posibilidad de que lo "maten o destierren", porque a su juicio "pensaba en lo mejor para los pobres", incluso si les hizo "un gran mal" a ella y a los suyos.
Casi 45 años después, evocando esos instantes en su departamento junto al Parque Bustamante, la antropóloga Francisca Márquez recuerda a esa niña/adolescente que firma como "Pancha", a quien le duele más Allende por razones morales que políticas y que pasó no poco tiempo de su infancia en cama, aquejada de diversas enfermedades: "Era muy tímida, quizá por el encierro. Y la relación entre el papel y mi cabeza era automática".
Los niños, incluidos quienes se asoman la adolescencia, ventilan sus emociones, formulan preguntas, sienten vergüenza, sufren, buscan la verdad, y por todas estas vía generan sentido histórico. Es lo que han propuesto investigadores como Jorge Rojas (Historia de la infancia en el Chile republicano), para quien "muchas veces hay historias sobre los niños y no historias de los niños". Y el de Francisca Márquez, que bien conoce Rojas, es un caso de estos últimos, de los excepcionales: una muchacha de clase media cuyo padre, arquitecto católico, la inscribe en un colegio de monjas alemanas (Santa Úrsula), y que por circunstancias de salud se convirtió en lectora empedernida y escritora metódica de diarios que, involuntariamente, hoy hacen historia.
En 2003, a 30 años del Golpe, Márquez donó el diario al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (MMDH). El mismo año y por las mismas razones, un especial televisivo tuvo a una niña leyendo en off las palabras que ella escribió y que ahora no reconocía tan fácilmente.
En la década siguiente, una investigación académica reflotó el material, que tras ser estudiado y discutido interdisciplinariamente, llega ahora a librerías en una caja de cartón con cuatro cuadernillos dentro: dos que contienen miradas desde la sociología, el sicoanálisis y la literatura, entre otros; uno que transcribe el texto del diario n° 6, y uno que trae la edición facsimilar de ese cuaderno, con textos, dibujos y recortes que revelan una intimidad infantoadolescente. El conjunto se llama El diario de Franscisca. 11 de septiembre de 1973.
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Francisca Márquez, autora de El diario de Francisca. Foto: Benjamin Marambio.[/caption]
La cola del pan
"Me pareció un diario fascinante", dice Patricia Castillo al recordar su primer acercamiento. Coeditora de la nueva publicación junto a Alejandra González, la psicóloga se adjudicó en 2014 un Fondecyt para investigar la experiencia de niñez durante la dictadura (Infancia/Dictadura: testigos y actores, 1973-1990).
Castillo estaba en la investigación preliminar, cuando funcionarios del centro de documentación del MMDH "me indicaron haber recibido el diario de vida de una niña de 12 años". Se lo entregaron en digital, junto a dibujos y cartas provistos por organizaciones vinculadas a la infancia.
Al tiempo, Patricia Castillo hizo un llamado por los medios para recolectar material de la época y en 2016 organizó en el MMDH una exposición con estos materiales. En ese marco se realizó el Primer Encuentro de Historia de la Infancia, al que fue invitada la editora mexicana Susana Sosenski (Diario de una niña en tiempos de guerra y exilio, 1938-1944), quien coincidió con Castillo y Rojas en la necesidad de publicar el diario. A Márquez no le pareció mal, pero pensaba que requería de claves de interpretación para que el potencial lector tuviera una comprensión más cabal.
En efecto, la publicación que acaba de lanzar Hueders propone acercamientos y reflexiones que iluminan la lectura y ayudan a situar las cosas en sus contextos. También, a orientar a los futuros historiadores: a quien estudie, por ejemplo, el fenómeno del desabastecimiento en los años de la UP, podría interesarse en leer a una chiquilla que se levantaba temprano, aun no habiendo clases, para ir con una de sus hermanas a hacer la cola del pan, para luego entibiar las manos con una marraqueta recién salida. O, simplemente, a un lector de a pie que descubre las paradojas en la vida de una nuñoína que estudia en un colegio donde los apoderados donaron joyas tras el "Once", para apoyar la "reconstrucción nacional"; que descubre los cambios en su cuerpo, los reporta y los dibuja; que se enamora de un chico del barrio y va a dejarle una carta anónima a su casa.
Una vida que se despliega en un contexto histórico crucial, pero que se vive y se entiende como parte del tráfago de la experiencia cotidiana. Que no es ni de lejos una vida como la de Ana Frank -la propia Márquez tuvo que aclararlo esta semana en CNN Chile-, pero que mereció ser contada y hoy puede conocerse.
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Portada de El diario de Francisca.[/caption]