Posee uno de los inicios más célebres de la literatura latinoamericana. Conversación en La Catedral salió en julio de 1969 y en sus primeras palabras instaló una pregunta que aún permanece en el imaginario literario:
"Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. El era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál?".
Después de publicar La casa verde, Mario Vargas Llosa comenzó a trabajar en una novela en torno a la dictadura de Manuel Odría (1948-1956). El libro retrata la descomposición social del país a a través de la conversación entre Zavalita y Ambrosio, el ex chofer y amante de su padre, en el bar La Catedral. Prodigio de recursos y técnicas literarias, la novela desarrolla varios planos narrativos, saltos temporales y puntos de vista, y ofrece un enorme retrato de una sociedad agrietada por la corrupción y las desigualdades. "De todas las novelas que he escrito, probablemente es la que más trabajo me costó", ha dicho el autor.
Una paleta de colores del país
Por Santiago Roncagliolo
Leí Conversación en La Catedral cuarenta años después de la época que narra. Y el Perú seguía siendo igual. Una dictadura mediocre, de baja intensidad, una ciudad con un cielo tan gris como las expectativas, una población consumida por su propia estrechez de miras. Me impresionó que una novela pudiese desplegar como en una paleta todos los colores de un país.
Sin embargo, me acomplejó también. Yo ya quería ser escritor pero ¿Cómo hacer eso? Decenas de historias saltando y cruzándose unas con otras, a veces entre las líneas de un diálogo o en las comas de una descripción. Conversación en La Catedral es una derroche técnico lapidario para un aspirante. Y en esos años, además, un escritor peruano que se preciase debía ser candidato a presidente.
Estilísticamente, mi trabajo siempre ha sido muy diferente que eso. Pero habiendo leído novelas como Conversación en La Catedral, siempre tuve clara una cosa: escribir iba a costar mucho trabajo. Vargas Llosa me enseñó a no confiar en la inspiración de un orfebre, sino en el planeamiento de un urbanista. Y esa ha sido su lección mas importante para mí. Porque nunca sabrás si eres un genio. No puedes juzgar tu propio talento. Pero si de verdad adoras este oficio, siempre podrás trabajar más.
Una novela guia
Por Ezio Neyra
Quizá sea la novela del boom que mejor ha envejecido. Por más que mucha de la literatura más reciente parece ir a contracorriente del uso de estructuras complejas, de técnicas narrativas muy elaboradas, Conversación en La Catedral sigue sacando lustre a sus logros en dicha materia, principalmente, pienso, porque como lectores nos da la sensación de que cada recurso y decisión tomada se justifica en el universo de la propia novela, dándonos la impresión de que no pudo haberse contado de otra manera. La Lima que aparece retratada en la novela tiene la cuarta parte de su población actual, y sin embargo la ciudad de antes y la de ahora no distan mucho en cuanto a la reproducción de los mismos prejuicios y de las mismas segregaciones.
Es difícil decir cuánto ha influenciado un libro en la escritura de uno. En todo caso, Conversación... y la figura de Vargas Llosa en general, son dos de las estelas que todavía guían el imaginario literario y la manera en que se concibe la figura del escritor en el Perú. No hay historia de la literatura peruana que no pueda detenerse en la novela de Vargas Llosa así como no hay ningún aspirante a escritor que no se "mida" con lo que representa su figura.
La gran novela sobre la enfermedad corruptora del poder
Por Jeremías Gamboa
Me parece que cincuenta años después de su publicación, Conversación en la Catedral está más vigente que nunca. Es una novela que sigue tocando, con enorme urgencia y verdad, uno de los nervios centrales de la condición peruana, latinoamericana y seguramente mundial: la proliferación de los circuitos de la corrupción en nuestras sociedades a través de los conductos que conducen al poder. Cuando apareció la lectura se centraba en los circuitos de la corrupción en la dictadura del general Odría y luego en las dictaduras latinoamericanas. Pero en pleno siglo XXI de tantos casos de corrupción en países como Perú, Colombia, Chile y de fenómenos transnacionales de corrupción como Odebrecht, la novela continúa manteniéndose como una de las grandes vivisecciones de la enfermedad corruptora del poder. No es extraño que la misma forma de la novela, en la que se superponen diferentes espacios de la sociedad que se van contaminando unos a otros por la acción erosionadora de la corrupción, se corresponda a la manera en que el miasma de la corrupción se da en los tejidos sociales, descomponiéndolos.
Los diálogos superpuestos son particularmente vigentes en el Perú, en donde hace poco escuchamos una serie de "audios de la vergüenza" entre magistrados y jueces del Poder Judicial que sinceramente parecían prefigurados por la novela de Vargas Llosa. Conversación en la Catedral además, indaga obsesivamente, como un enfermero al ver el cuerpo agónico de un paciente, la condición de un país lastrado por la usurpación del poder y la corrupción a través de la más famosa de las preguntas de la literatura peruana: ¿En qué momento se jodió el Perú? Me parece que tanto Santiago Zavala como el chofer Ambrosio, los hombres que hablan del país en aquella cantina en la que los hombres se dicen sus verdades (no hay otros espacios para la reflexión en la novela), representan los extremos de una sociedad que desmoraliza y quiebra los sueños de todos, encarnados en los destinos de aspirantes a escritores, periodistas, rebeldes, torturadores, ministros o figuras de la noche. Santiago Zavala los contiene a todos. En su revisión alcohólica de su pasado y de su generación actualiza nuestro destino gris y la parte nuestra que siempre es amenazada por la fuerza destructora del poder en nuestras sociedades.
Conversación en la Catedral instaló un hito de fondo sobre los narradores de mi generación y de otras. Nos mostró a los escritores peruanos que nuestra realidad podría contener la ambición de una propuesta osada que redoblase la fe y la apuesta por la novela. Para mí leerla la primera vez fue decisivo. Descubrí que la más alta literatura podría ocurrir en la ciudad en la que había nacido y que la extensión en una narración era un valor tremendo si te atreves a arrojarte a él. Recuerdo haber terminado de leerla y prometerme que algún día escribiría una novela sobre periodistas y vocaciones literarias y acaso otra en que unos personajes trataran de desentrañar el Perú mediante una pregunta que ilumine otro nervio neurálgico de la problemática peruana, y seguramente latinoamericana. No dudo que muchos otros escritores se afanan en el mismo empeño.
Conversación en la Catedral
Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 736pp.