Esa mañana, como muchas desde mediados de los ochentas, Nagashibay Zhusupov volvió a sufrir un fuerte dolor de cabeza. Aunque eran molestias constantes, que a veces lo llevaban al colapso, aquella vez era distinta. Él sabía, en su fuero interno, que sería la última. Horas más tarde, subió al techo de un edificio en Aktobe, Kazajistán. Miró al cielo. Luego se lanzó. Tenía 61 años.
Según sus familiares, la decisión del sujeto comenzó a fraguarse gracias a la televisión. Fue mientras veía la serie Chernobyl, de HBO, la que recrea el catastrófico accidente en la planta nuclear Vladimir Lenin de Ucrania en 1986. Este obligó a evacuar localidades completas, generó una onda radioactiva que se expandió por Europa, y provocó secuelas en la salud de hombres, mujeres y niños.
"En varias oportunidades se había desvanecido y cuando nos pusimos a ver la serie de HBO no pudo contener las lágrimas", recordó posteriormente Gaukhar, la hija de Zhusupov, en conversación con el Daily Mirror. "Allí debe haber pensado en el suicidio y lamentablemente lo llevó a cabo", agregó.
Él estuvo allí. Como muchos otros participó en las faenas de limpieza y remoción de escombros. Tal como se ve en la serie, fue de aquellos que debían entrar al techo del reactor cuatro vestidos con trajes especiales, recubiertos con plomo, y limpiarlo en frenéticas tandas de 90 segundos. Era el tiempo que el profesor Valeri Legásov calculó como el óptimo a fin de evitar la contaminación radioactiva, A esos sujetos se les llamó liquidadores.
Algunos de ellos fueron condecorados. Otros recibieron pensiones y una vivienda en agradecimiento por parte del Estado. Zhusupov, en cambio, se quedó solo con los constantes dolores de cabeza y los desmayos, que le recordaban una y otra vez, aquella peligrosa misión. Su pensión, al momento de su muerte era el equivalente de US$180 mensuales.
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Nagashibay Zhusupov[/caption]
"Se sintió engañado, pese a haber sido uno de los primeros en llegar a la planta nuclear de Chernobyl sin saber a lo que se atenía", recordaron sus amigos al medio citado.
Aunque Zhusupov fraguó su leyenda en 90 segundos, la recompensa la esperó por décadas. Durante años pujó por recibir el mismo apartamento en que fueron ubicados otros veteranos del desastre. Hasta que un día descubrió, con horror, que su nombre había sido borrado de la lista. "Mi papá recibió algo de apoyo del gobierno, pero no de la manera que él quería. Tuvo el sueño de obtener un departamento del Estado como otros liquidadores de Chernobyl que sacrificaron su salud. Pero su sueño siguió siendo un sueño", relató su hija al Mirror.
La mala situación económica, la pensión de hambre y los constantes dolores de cabeza, le limitaban en demasía. Aquella no era vida, pensaba. Más cuando se vio obligado a residir en una pequeña habitación en un albergue junto a sus cinco hijos.
A pesar de sus problemas, sus familiares afirmaron que era un hombre que disfrutaba jugar con sus nietos, y que le gustaba ayudar a los demás. Sentía que entre la gente, su acción había sido reconocida. Hoy, su hija cuenta que se queda con ese recuerdo, pero que será difícil aceptar su partida. "No podemos creer que esto nos haya pasado, y que ya no volverá a casa", dijo.