Admitamos que errores se han cometido en la avalancha imparable de remakes que Disney está haciendo de su propia videoteca. Alicia en el país de las maravillas, Aladdin o La bella y la bestia, clásicos del cine de animación que han sido actualizados con magros resultados, son sólo algunos ejemplos. A esta lista se le suma El rey león.
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Estrenada el año 1994, este drama shakesperiano en cinco actos, cautivó e hizo llorar a más de una generación con una historia efectiva y simple, además de un tremendo trabajo de voces y el alud de magia que traía consigo. Han pasado 25 años y las posibilidades en la animación parecen infinitas porque la computación logra magia. Utilizando una estética hiperrealista que sería el sueño de Sergio Nuño, este nuevo Rey león nos entrega un mundo en el que animales reales parecen hablar como personas. El logro es de una impecabilidad y destreza abrumadoras y bien podría ser el punto de partida para tratados estéticos y éticos acerca de las posibilidades que esto entrega. Lamentablemente, es poco lo que traspasa a la historia misma y su efectividad.
A pesar de ser la misma película - con secuencias rehechas al dedillo - aquí la magia, la cohesión en la historia y los personajes memorables, no se encuentran por ningún lado. Este híbrido entre La Tierra en que vivimos, Mira quién habla y Hamlet, no toma vuelo y solo emociona porque la historia en la que se basa - y sin duda la carga emocional que muchos llevan por el recuerdo de aquella - era y sigue siendo poderosa.
Dirigida por Jon Favreau (El libro de la selva, Ironman), no es sorpresa que un director como él sepa sacar provecho del medio que utiliza, y así es como logra por ejemplo, que la clásica estampida sea sorprendente y el nivel de detalle abrumador. Nada de lo anterior logra entregar magia o asombro a este extraño video de zoología en el que un león que parece real, canta junto a un cerdo y una suricata. Esto no es Babe, el cerdito valiente y, lamentablemente, no está ni cerca de serlo. Al menos tiene la suerte de tener un divertido grupo de secundarios en Pumba, Timón y el pájaro Zazu, los que entregan liviandad y algo de hechizo.
El resultado es una mezcla de impecable logro técnico, pozo nostálgico sin fin y corazón hendido por reencontrarse con personajes una vez con alma, pero hoy tan muertos como el inolvidable Mufasa. Quizás es debido a la nostalgia que no se puede odiar o desatender por completo esta película; eso sí, a la larga sabemos que es una inmensa oportunidad desperdiciada burdamente.