Beto Cuevas no comulga con los estereotipos: "No me gusta cuando me invitan a una película o una obra y me ofrecen el papel del rockero, del rebelde, además que nunca he sido un músico así, no respondo a ese perfil del tipo contestatario. Prefiero tomar riesgos y asumir roles sin demasiadas expectativas". Por lo mismo, desde hace meses comenzó a diseñar su propia mirada en torno a Jesucristo para la reciente adaptación mexicana del musical Jesucristo Superestrella, en un rol protagónico convertido en uno de los mayores desafíos de su trayectoria.
"Quise hacer a una persona normal, a un ser humano que se puede equivocar, a alguien que puede sentir cosquilleos en el estómago por una mujer, sin necesidad de sugerir que son pololos ni nada por el estilo. Es hacerlo de modo más humano y no de esa forma solemne en que lo hemos visto muchas veces en el cine. Ves el Jesucristo de Zeffirelli y siempre mira de una manera, es calmado y sólo se enoja cuando llega al templo, pero aquí tiene encuentros con Judas, se pelean, está casi al borde de los combos y así es como pienso que tiene que haber sido Jesús. Creo que con los años fue embellecido por la Iglesia y convertido en una suerte de Superman".
Como resultado, la producción se estrenó hace poco más de una semana en México y acumula aplausos generalizados tanto de la audiencia como de los medios, subrayando la magnitud dramática del chileno, su vigor escénico, su capacidad para encarnar a un Jesucristo versión siglo XXI -toda la trama está ambientada en un mundo actual agrietado por los desastres y las redes sociales- y, por sobre todo, su destreza para enfrentar una faena distinta, la de la actuación, la de las tablas. Y aunque el resto del elenco también lo integran figuras de la música de histórico impacto en México (Kalimba, el ex Timbiriche Erik Rubin, el pionero del rock de ese país Enrique Guzmán), Cuevas asesta un triunfo artístico luego del paréntesis de incertidumbre que abrió el final de La Ley en 2016.
¿Lo siente como una revancha tras ese período?
No, esa es una percepción que viene más de afuera. Cuando dejé de trabajar con mis compañeros de grupo fui 85% más feliz de lo que era en ese momento, me sentí mucho mejor. Quería dejar de trabajar con ellos más que terminar con La Ley, eso que quede claro. Por eso no lo siento como revancha, ya que mi única competencia soy yo mismo, ese es mi parámetro. Si compites con otras personas te pones límites y yo no quiero eso. Mi intención es siempre ampliarme como artista, porque puedo pintar, hacer un musical, un disco, una obra. Quiero ser una persona renacentista. Si estás creando, no me gusta ponerme títulos. Soy inquieto, no soporto más de dos semanas de vacaciones, porque siento que el tiempo, así como la vida, se van rápido.
Consejos y gimnasio
En ese punto, el cantante ya no cita a Jesús, pero sí a una divinidad mucho más terrenal y contemporánea. Quizás la superestrella a la que ha entregado más fe y devoción en sus tres décadas de trayectoria: David Bowie. "Él es mi mejor ejemplo cuando pienso en estas cosas: se despidió sin avisarle a nadie, con un disco grandísimo, con un gran réquiem, trabajando hasta sus últimos días. Por eso, si eliges ser artista, tienes que serlo hasta la muerte".
Y por lo mismo, Cuevas sabe que para sustentar su buen presente es necesario el trabajo duro: la obra, dirigida por el reputado director Nick Evans, se da de jueves a domingo repartida en seis funciones, lo que lo ha obligado a vivir durante ese período en un hotel en Ciudad de México, para los otros días volver a su residencia en California. En su nueva rutina, hace más ejercicio ("bajé de peso y estoy más marcado", admite), come sano y recibe consejos de cercanos del cine y el teatro que le recomiendan cómo bajar la intensidad en los momentos más sobrecogedores de su actuación, como cuando debe enfrentar los latigazos o sufrir la crucifixión.
"Para salir de ese estado y volver a la normalidad, una muy buena amiga me dijo que había que saltar diez veces y ahí tus músculos se relajan, vuelves a cómo estabas antes. Hay que salir muchas veces del personaje, hay actores que se involucraron cien por ciento con lo que hacían y terminaron en la oscuridad y la melancolía, como pasó con Heath Ledger".
Ahora, sobre el final de la conversación, en un taxi desde el aeropuerto de Los Angeles hasta su hogar para aprovechar los días de descanso, el músico advierte que desde hace años vive en pleno Hollywood, pero que precisamente eso le ha llevado a trabajar la paciencia: "Acá la gente que no es paciente ni tiene una visión a largo plazo, se deprime. Mientras más cerca de Holywood estás, más lejos estás. Por eso, me tomo todo este momento con tranquilidad y humildad para lo que viene a futuro. Cuando me ofrecieron el rol de Jesús, no lo asumí pensando en el peso que podía tener o en las expectativas, porque te puedes pegar contra un muro".
En los próximos días, Cuevas ultimara los detalles de su nuevo álbum solista, el que ya está listo y trabajó junto al productor chileno Humberto Gatica. Tiene fecha de estreno para noviembre y la mitad son duetos de algunos de sus clásicos, con colegas como Ely Guerra. Es su nuevo plan para mantener vivo ese itinerario que no da tregua y que aspira precisamente a una ambición renacentista.