Directivo del Museo Whitney renuncia ante protestas por su vínculo con la fabricación de armas
Propietario de una empresa productora de gas lacrimógeno utilizado en la frontera de EEUU y México, Warren B. Kanders era cuestionado hace meses por la comunidad de artistas de Nueva York, quienes exigían su salida.
Han sido meses complicados dentro del Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York. Este jueves el vicepresidente de la institución, Warren B. Kanders, presentó su renuncia en medio de las críticas y manifestaciones de artistas por su relación con la compañía Safariland, de la cual es propietario y que fabrica gas lacrimógeno y otros suministros militares. La situación llevó incluso a que ocho artistas de los 75 artistas participantes de la Bienal Whitney, pidieran retirar sus obras del encuentro.
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Artistas manifestándose. Foto: The New York Times.[/caption]
"La campaña selectiva de ataques contra mí y mi compañía que se ha llevado a cabo durante los últimos meses ha amenazado con socavar el importante trabajo de Whitney. Me uní a esta mesa para ayudar al museo a prosperar. No deseo desempeñar un papel, por inadvertido que sea, en su desaparición", expresó Kanders a través de un comunicado.
En noviembre del año pasado, cientos de migrantes provenientes de Centroamérica llegaron a la frontera entre México y Estados Unidos, a quienes la policía estadounidense lanzó gases lacrimógenos. Tras ello rápidamente se viralizaron imágenes de las grandes cantidades de envases que quedaron en el lugar, todos marcados con el logo de Safariland.
Los vínculos de Warren B. Kanders con la compañía productora de suministros militares data de mediados de los 90, mucho antes de que llegara al directorio del Museo Whitney. En 1996 el empresario invirtió en la empresa del mismo rubro American Body Armor, la que al año siguiente se transformó en Armor Holdings Inc, con Kanders como presidente y director ejecutivo. Más tarde, en 1999, la empresa adquirió Safariland por un total de $ 41 millones de dólares.
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Warren B. Kanders, ex vicepresidente del Museo Whitney de Arte Americano.[/caption]
En 2006 Kanders llegó a la junta directiva del Museo Whitney y un año después Safariland fue adquirida por un compañía británica. Cinco años más tarde el empresario anunció que nuevamente compró Safariland en $ 124 millones de dólares. En ese momento se convirtió en CEO de la empresa.
Considerado como uno de los contribuyentes más significativos del Museo Whitney, con donaciones que acumulan más de $ 10 millones de dólares, la presión contra Kanders comenzó en noviembre del año pasado tras la represión en la frontera. Entonces más de 100 trabajadores firmaron una carta donde exigían que el museo se manifestara al respecto.
"El Whitney es ante todo un museo. No puede corregir todos los males de un mundo injusto, ni es ese su papel. Sin embargo, sostengo que Whitney tiene un papel crítico y urgente que desempeñar para garantizar que se reconozcan las voces no escuchadas y no deseadas ", fue la respuesta que entregó Adam D. Weinberg, director del Museo Whitney.
Caso Sackler
No es primera vez que la procedencia de los dineros que contribuyen a algunas de las más importantes instituciones culturales es cuestionada. Situaciones similares han ocurrido en el Museo de Arte Metropolitano (MET) y el Louvre, instituciones que decidieron poner fin a sus vínculos con la familia Slacker, propietarios de la empresa farmacéutica Purdue Pharma a raíz de las creciente crisis de los opioides en Estados Unidos.
La empresa farmaceútica de los Slacker es la principal productora del analgésico Oxycontin, un medicamento potencialmente adictivo cuyo consumo aumentó explosivamente entre la población estadounidense. Debido a ello, en mayo de este año el MET anunció que dejaría de recibir las donaciones provenientes de la familia Slacker.
"El museo toma una posición de gratitud y respeto hacia quienes nos apoyan, pero en ocasiones, sentimos que es necesario alejarse de los obsequios que no son de interés público o de nuestra institución", dijo en su momento Daniel H. Weiss, el presidente del MET.
Misma decisión tomó el Museo del Louvre, el que en 1997 recibió cerca de 10 millones de francos de parte de la familia Slacker. El apellido de los propietarios de Purdue Pharma estaba escrito en placas en distintas salas de la institución parisina, en forma de agradecimiento; sin embargo, tras la decisión de desligarse de la familia, el Louvre removió sus nombres del espacio.
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