Fabián Casas (1965) debe ser el poeta argentino contemporáneo que mejor mezcla eso de ser conocido en círculos que exceden la literatura y ser respetado por sus pares, y eso no es porque sea un reconocido hincha de San Lorenzo ni que sea amigo del actor Viggo Mortensen ni que salga a veces en la tele y la gente finja conocerlo. Es por otra cosa, que intentaré explicar en esta breve reseña, breve para abarcar una obra.
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En primer lugar Casas inauguró una tendencia que se vio en la poesía argentina en la primera mitad de la década del 10: los libros de poesía reunida y, a diferencia de la gran mayoría, lo hizo en una gran editorial, Emecé, que además no es un sello especializado en poesía. El libro se llamó Horla City (2010) y vendió casi tres mil ejemplares, es decir casi toda la tirada. Casi en paralelo Casas fue incluido en La tendencia materialista: antología crítica de la poesía de los 90 (2012), que hicieron Violeta Kesselman, Ana Mazzoni y Damián Selci, y que incluyó a Cucurto, Martín Gambarotta, Alejandro Rubio, Fernanda Laguna, Juan Desiderio y Sergio Raimondi.
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Horla City y otros. Toda la poesía 1990-2010.[/caption]
En el prólogo los autores señalaron que "en los poemas de Casas podían aparecer alusiones al poeta Joaquín Gianuzzi y a los discos de Led Zeppelin, pero en limpia continuidad". Este es quizá un rasgo distintivo en la obra de este autor trasandino, que además ha incursionado en la narrativa, en el teatro y en el ensayo breve, esto es, su apelación a lo pop, que más que ser un gesto personal se dio producto de una formación colectiva: "Tras el boom de la industria cultural en la década del 60, los poetas de los 90, en su contacto formativo con la producción cultural, no tenían ninguna razón para distinguir a priori entre cosas más altas y cosas más bajas". Dicho esto, cabe señalar que tal vez Casas y Fernanda Laguna sean los exponentes más altos de lo pop, ya que encarnan la formación que describen Kesselman, Mazzoni y Selci.
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Casas publicó su primer libro a los veinticinco años y aquí habría que encontrar otra de las claves para entender su obra. Ese libro se llamó Tuca y lo publicó un gran editor, José Luis Mangieri, que creó un excelente catálogo en su editorial, Tierra Firme, entre los que se cuenta La bandera de Chile, de Elvira Hernández. Pero Casas publica siendo muy joven y eso marca su obra. Según los autores de La tendencia materialista, "la dicotomía fundamental que organiza el pensamiento estético de Fabián Casas tiene lugar entre la institución familiar y la cultura joven. Precisamente, todo lo que se pudre forma una familia –todo lo que no logra sustraerse al proceso degenerativo de la cultura acabará como nuestros padres: arrugados y fósiles". La obra de Casas resiste a la fosilización y para eso debe mantenerse joven, y quizá por eso llame la atención la publicación de su poesía reunida, que implicaba un intento de fosilización de él mismo.
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Tuca.[/caption]
Sin embargo, hay algo que explica la publicación de Horla City. Hace unos años, ambos escribíamos para diario Perfil. Por alguna extraña razón nos mandaban a cobrar los cheques a un banco en el microcentro, pero antes teníamos que retirar el cheque. Un día de febrero nos encontramos los dos ante la noticia de que no nos darían en cheque. Bueno, será para otro día, dijimos, y empezamos a caminar. Yo a Fabián lo había conocido en 2009 para una Feria del Libro de Santiago, pero no éramos amigos ni nada (aunque habíamos compartido un asado en su casa en 2012), pero ese día, no sé si por el calor o porque no nos pagaron, caminamos un buen trecho. En el camino me explicó que él se aburría fácilmente: había escrito una novela, pero ya el género novela no lo entusiasmaba porque ya sabía cómo escribir una; había escrito cuentos, y también ya sabía cómo escribirlos. Producto de ese aburrimiento iba buscando distintos desafíos escriturales, pero como no era boludo, intentaba además sacarle provecho económico a sus libros, y me parece que Horla City surgió así, es decir en verdad no era un libro, era una compilación, pero era una manera de sacarle por fin provecho a los libros de poesía que había escrito.
Lo anterior responde a la circulación de una obra, esto es cómo un autor hace que una obra llegue a los lectores, y Casas tenía una idea que sonaba a estrategia, pero que no estaba nada mal. Porque entre otras cosas cuando uno escribe decide, como decía Ricardo Piglia, cómo quiere sea percibido lo que escribe. Casas ponía en práctica lo que dijo Alan Pauls en relación a Rosario Bléfari: que era una artista multitasking. En este sentido el autor de Ocio sería más bien un poeta multitasking. Y en esa definición podía no solo ampliar su público de lectores, sino también ir entregando una oferta variada de su obra: para los que no les gustaban los cuentos, bueno, ahí estaban sus ensayos breves; para los que no les gustaban los ensayos breves, bueno ahí tenían su poesía.
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El salmón.[/caption]
Antes de seguir sería bueno dar un ejemplo de su poesía y de Tuca precisamente: "También tuvimos una guerra. /Ahora somos parte de Hollywood. /Ese chico con la cabeza vendada, /que antes era Roli, /dice llamarse Apollinaire". Y en El Salmón (1996) escribe: "Me levanto a mitad de la noche con mucha sed. /Mi viejo duerme, mis hermanos duermen. /Estoy desnudo en el medio del patio /y tengo la sensación de que las cosas no me reconocen. /Parece que detrás de mí nada hubiese concluido". Hay una gracia en la obra de este poeta y es que sus temas y obsesiones –el barrio, lo pop, las referencias literarias, la familia y la amistad, las epifanías cotidianas– se mantienen en sus cuentos (Los Lemmings) y en sus diarios (La edad del pavo) y en sus ensayos (Breves apuntes de autoayuda). En este sentido Casas no es un escritor que imposte una voz: ni como narrador ni como ensayista. Siempre es un poeta ejerciendo el desafío de escribir en otros géneros.
De hecho, en la obra de teatro que escribió y que Blatt & Ríos publicó el año pasado, Luis Ernesto llega vivo, Agustina Muñoz la describió en estos términos para la revista Los Inrockuptibles de Argentina: "La obra entera es una mezcla de realidad y alucinación, donde las escenas se suceden, las palabras corren como si fueran parte de un poema". Aunque yo no diría que tanto para un poema, pero sí para no perder lo que Casas ha venido construyendo desde hace casi treinta años. Sin ir más lejos, en el primer acto hay dos referencias a cantantes pop: Chayanne y Peter Frampton. Del segundo se explica el título de la obra de teatro, cuando Madre e Hija conversan de un disco de Frampton editado en Argentina, Frampton llega vivo. La Hija dice: "Frampton llega vivo. ¿De dónde viene? Eso es lo primero que me pregunto. Está claro que en una primera instancia lo que quieren decir los que pensaron el disco es que es un disco grabado en vivo, por eso lo de 'llega vivo'. Pero también hay algo de que Frampton la pasó muy mal y logró igual sobreponerse. Es decir, es un sobreviviente". Y de esto trata un poco esta obra de teatro.
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Luis Ernesto llega vivo.[/caption]
Hay otro rasgo característico en la obra de este autor y es que la estructura de sus versos, de sus frases o de sus parlamentos son cortos pero precisos. Pareciera que esa unidad –cosa más visible en su poesía– fuera lo único que hay mientras leemos, es decir que no hay existencia más allá del verso, la frase o el parlamento, y esto habla de su precisión. Pueden gustar más o menos, pero la aspiración a que no sobre ni falte nada está. En este punto habría que decir que hay un parentesco con el escritor estadounidense Raymond Carver, que a su vez viene de la prosa filosa de Ernest Hemingway.
Curiosamente donde le cuesta más obtener la precisión es en sus celebrados ensayos breves, digo celebrados exageradamente en Chile. Quizá teniendo poca distancia con el fenómeno Casas hace que, contrario a lo que se cree, ciertas aspectos de su obra cobren una perspectiva más ajustada con la realidad. En Breves apuntes de autoayuda, por ejemplo, me llamó la atención el desenfado que tenía para escribir de figuras del arte de otros países y lo atado que se veía para hacer lo mismo con la escena local. A mí me parecía que debía ocurrir exactamente lo contrario, es decir sentir mayor libertad para hablar de lo nacional, pero no era así. Y aquí tengo una posible explicación. Creo que las posturas políticas que toma un artista influyen en algunos casos, especialmente en el ensayo. Hay que ser muy genial para que eso no suceda, y este no es el caso.
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Breves apuntes de autoayuda.[/caption]
Recuerdo que en 2011 junto a otros artistas, críticos y escritores (no eran muchos, pero sí estaban Beatriz Sarlo y él) apoyó públicamente la candidatura de Hermes Binner, que desde luego en Chile a nadie le suena. Y a nadie le suena porque el Partido Socialista argentino está reducido a la provincia de Santa Fe, ahí existe y tiene votos y gobernador hasta muy poco. Sin embargo, Casas es de Buenos Aires y el Partido Socialista de Capital es bastante más condescendiente con la derecha, como lo demostró en las elecciones de 2015 donde Mauricio Macri fue electo Presidente con la complacencia y beneplácito de su principal figura política. Los socialistas son socialistas aquí, pero a la argentina. De hecho, hoy en Capital el socialismo está con el macrismo en la lista de diputados nacionales. En definitiva creo que esta tibieza del Partido Socialista y de sus candidatos a Presidente pudo haber influido en la poca decisión para hablar de lo nacional, principalmente me refiero a Breves apuntes de autoayuda. Con esto no estoy queriendo decir algo más, solo intento explicar algo que en el momento de la lectura me resultó inexplicable. Porque tal como dijo César Aira en aquel congreso en Rosario (bastión del socialismo), cuando uno es parte de una literatura nacional tiene derecho a hablar mal de ella, porque hablar bien eso lo puede hacer cualquiera. Y Casas no se atrevió. La otra explicación me la dio un amigo y también me parece atendible, y es que Casas cuando escribe estos ensayos no lo hace como intelectual, lo hace en tanto autor, con la opinión política a medio camino.
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Los Lemmings y otros.[/caption]
Pero sigamos. Después de su poesía lo que más me gusta de su obra es Los Lemmings, en especial siento un especial cariño por 'Casa con diez pinos', que como Luis Ernesto llega vivo es un homenaje pop a una canción del grupo Manal. Acá la historia arranca con un empleado de una editorial que tiene que encargarse de un Gran Escritor (así con mayúsculas) que viaja a la Argentina una vez por año para promocionar sus libros. En el comienzo del cuento, en todo caso, Casas advierte que es una historia real, que los lugares y las personas existen, y que sólo "me tomé la licencia de cambiar algunos nombres". El cuento podría interpretarse como un pretexto para hablar de lo que significa para Casas ser escritor y la posición que toma frente al dilema entre éxito de ventas y calidad literaria, pero en verdad es una apología a la fragilidad. Mientras más grande sea un escritor mayor será su fragilidad. En muchas partes donde muestra al Gran Escritor como pedante egocéntrico, en realidad se trata de un tipo que no sabe qué hacer con su vida: le gustaría dedicarse a la poesía, pero no puede, precisamente por esa fragilidad, hasta que hacia el final se decide y le muestra los poemas al empleado de la editorial, diciéndole: "'Esto es lo más importante que escribí en mi vida'". Y enseguida: "'Nada de lo que escribí se puede comprar con esto. Acá está mi alma'".
Por último hay dos cosas que recuerdo sobre Casas. La primera es menor pero me llamó la atención porque implica ver al Casas lector a contramano. Una vez me pidieron que rastreara las traducciones del poeta trasandino Alberto Girri y se lo comenté a Casas, y él me dijo que "ojo, a mí me gusta la poesía de Girri, y no estaría mal publicarla". La segunda ocurrió hace más de un año: había visto el documental La vida que te agenciaste, de Mario Varela, que trata sobre la revista 18 Whiskys en la que él junto a otros poetas participaron: Daniel Durand, José Villa, Juan Desiderio y Darío Rojo. Y estaba deprimido porque, según él, era triste ver en lo que se habían convertido. En realidad me pareció un poco exagerada su afirmación, porque desconocía el principal hecho: que se había hecho un documental sobre una revista de poesía en pleno macrismo. Pero decidí no decirle nada. Después de todo, estaba deprimido, y ni sabía si con decirle algo lo iba a sacar de ese estado, que en todo caso iba a ser pasajero. De hecho, hubo algo en su narración que me dieron ganas de verla, y es cuando el director viaja hasta Filipinas para entrevistar a Daniel Durand y éste no lo atiende, entonces para tapar la negativa pone una imagen de una botella o algo así y el mar.