Después de varias décadas de un vigoroso desarrollo literario, China ha sido testigo del surgimiento de un conjunto de talentosos novelistas. Sin dejarse intimidar por una sucesión de convulsiones políticas y económicas, estos escritores han atraído una considerable atención, ya que escardan con fervor en lo viejo para crear lo nuevo. Mo Yan es un nombre que destaca en medio de esta ola de creatividad. Habiendo aparecido a comienzos de los años ochenta con una colección de relatos tradicionalistas titulada El rábano transparente, fue etiquetado como un escritor "en busca de las raíces" (xungen). Su primera novela, Sorgo rojo, un romance histórico con una imaginería erótica osada y desenfrenada, impulsó la escritura de Mo Yan hacia un nuevo panorama creativo. A pesar de la aclamación de críticos y lectores, Mo Yan no se contentó con sólo repetir temas o seguir con un estilo con el que se había hecho conocido. Tenía otra agenda. Después de Sorgo rojo siguió con una efusión de cuentos y nouvelles, así como con varias poderosas novelas: Las baladas del ajo (1988), Trece pasos (1989), La República del vino (1992), Grandes pechos y amplias caderas (1996). Algunas de estas novelas son grotescas y extrañas; otras se caracterizan por una sombría indignación. En último término, la creación de Mo Yan es demasiado compleja como para ser fácilmente apartada con etiquetas como "en busca de las raíces" o "vanguardista".

El más importante novelista de China ha adoptado como nombre de pluma "Mo Yan", que significa "no hables". Sin embargo, de su pluma surge una infinita cascada de palabras. Cualquiera sea su asunto, un flujo torrencial de ricas, impredecibles, a menudo lacerantes palabras sigue siendo su marca de fábrica. Mientras esta exigencia de silencio en medio de un derroche de obras ficcionales puede significar una contradicción de auto-burla y auto-alabanza, es precisamente por ella que tantos críticos literarios han elevado sus voces para apoyarlo, sea desde la perspectiva del feminismo, el discurso nacional, o cualquiera otra. Y, sin embargo, Mo Yan responde a este clamor académico y literario, casi sin excepción, con el silencio. Él sabe, instintivamente, que la página escrita es donde el escritor existe.

Las obras de Mo Yan inician debates de manera más convincente en tres áreas: 1) la posibilidad de imaginar el espacio histórico; 2) la relación entrecruzada entre narración, tiempo y memoria; y 3) la redefinición de la subjetividad política y erótica.

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Mo Yan durante la entrega del Nobel en 2012. Foto: Pascal Le Segretain/Getty Images.[/caption]

Del paraíso a la letrina

Mo Yan nació en una familia de campesinos en el noreste del pueblo de Gaomi, en la provincia de Shandong, en 1955. Gaomi está situado en la península Shandong Jiaodong, un lugar que nunca ha sido conocido por producir talentos literarios, un área de tierra yerma y gente sencilla. Su educación formal acabó en el quinto grado, cuando la desastrosa Revolución Cultural china estalló en 1966. Desde los once a los diecisiete años, regresó a la vida de un campesino. Más tarde fue asignado a un puesto temporal en una fábrica, eventualmente dejando el lugar de su juventud para unirse al Ejército. A primera vista, tales antecedentes no conducen a producir un escritor. Pero después de cinco años de vida militar, la literatura se convirtió en su pasión y, a fin de cuentas, en su carrera, como miembro del Departamento Cultural del Ejército Popular de Liberación. Al mismo tiempo, sin embargo, su mayor fuente de inspiración creativa era su pueblo natal, Gaomi, y la gente que vive allí.

Cuando Mo Yan escribe del noreste de Gaomi, se cuida de tener en mente que este lugar es el origen de su pensamiento creativo y su fértil imaginación. Sólo unos pocos cientos de kilómetros de Gaomi está Zichuan, la ciudad natal de Pu Songling, autor de la obra de fines del siglo XVII, Cuentos extraños de Liaozhai. Las hazañas de hermandad heroica que se encuentran en la novela del siglo XVI, A la orilla del agua también se originan en Shandong, durante la Dinastía Song del Sur. Con esto en mente, cuando nos encontramos con las imágenes de la guerra antigua china en Sorgo rojo o con monstruos y demonios en obras posteriores, es fácil descubrir el saludo de sombrero literario a sus predecesores de Shandong. Mientras muchos modernos escritores chinos tradicionalistas toman su ciudad natal como principal inspiración de su propia ficción, son pocos los que son capaces de trascender el simple método de imitación y duplicación, y que permanentemente proporcionan a los lectores espacio para ejercitar su imaginación. Con el noreste de Gaomi como punto focal, Mo Yan reúne los romances legendarios de antepasados del "sorgo rojo", entregando así el espacio histórico más importante en la ficción contemporánea de la China continental.

El "espacio histórico" al que me refiero incluye, pero no se limita, al tradicional discurso dialéctico sobre el espacio, el tiempo, la historia y al pueblo natal ontológico (yuanxiang). "Espacio histórico" se refiere a cómo escritores como Mo Yan tridimensionalizan una narrativa e imaginación históricas lineales, y cómo ubican a personas, eventos y lugares concretos en una coordenada histórica fluida y caleidoscópica. Bajtín nos recuerda que el punto de encuentro del espacio y el tiempo en una novela siempre está en el lugar del origen del ímpetu narrativo. Con el noreste de Gaomi, Mo Yan ha establecido un contraste de valores, yuxtaponiendo ciudad y campo, desarrollo y atraso, civilización y naturaleza. Pero este tipo de analogía temática tiene sus limitaciones, y debo enfatizar que el pueblo natal ontológico de Mo Yan, como se encuentra en las páginas de su ficción, es un producto de la narración, el fruto de su imaginación histórica. Decir que las obras que "buscan raíces" de Mo Yan representan la reaparición de varios estilos y características de un determinado entorno geográfico no les haría tanta justicia como decir que representan el símbolo central de otro tiempo y espacio, llenando así la categoría del historicismo dialéctico.

Y así, en Sorgo rojo, el campo silvestre y abierto del sorgo es también el escenario en el cual tiene lugar un relato revolucionario de la historia moderna. Podemos oír (y, aparentemente, ver) al narrador galopando a través de las "selvas" de la historia, la memoria y la imaginación. Las escenas de Mo Yan —desde el vislumbre erótico de "Mi abuelo" y "Mi abuela" en el campo de sorgo, la feroz conflagración, y las extrañas y misteriosas aventuras de la familia del narrador, hasta el método mágico de elaborar licor, los cuentos de hermandad y de venganza entre caminantes heroicos, y la sangre y las lágrimas derramadas en la lucha contra Japón— invariablemente ganan la aclamación de los lectores como vistas de la perfección narrativa. En el mundo literario de Mo Yan, el pasado y el futuro, el deseo y la fantasía se transforman en un panorama de carne y hueso.

En la sociedad republicana, donde el significado histórico (fatalista) está construido sobre pilotes, el método de Mo Yan de espacializar y diseccionar la historia va más allá de una afirmación de la importancia de la experiencia vital. Al atreverse a utilizar un simbolismo lingüístico duradero para adornar el suelo nativo de su creación, Mo Yan también proporciona un espacio histórico con posibilidades prácticamente ilimitadas para mutaciones narrativas extrañas y fantásticas. Los ejemplos en los que las coordenadas de la realidad y la ilusión convergen en su ficción incluyen la locura estremecedora, un salvaje perro manchado que busca cadáveres humanos, una plaga de langostas que oscurece el cielo y torrenciales inundaciones.

En contraste con el espacio espléndidamente hermoso de Sorgo rojo, Mo Yan ha creado otra categoría de ficción, que vuelve con insistencia a la ciénaga del realismo, expresando un lado melancólico de la añoranza del terruño que no puede ser comunicado a los forasteros. El cuento "El perro blanco y el columpio" está ideado como una sátira especialmente mordaz contra la historia literaria. El narrador del cuento es un joven educado que se ha tomado un tiempo para volver al campo. Su inalterado pueblo natal es un lugar árido y vulgar, que no provoca ni la más mínima impresión favorable en él. Sólo cuando un encuentro casual con un amigo de la niñez tiene lugar junto al campo de sorgo, se encienden los recuerdos del inocente afecto infantil entre él y una niña. Sin embargo, la angelical niña de su juventud, ciega después de caerse de un columpio, fue obligada a casarse con un mudo, con quien tiene tres hijos que igualmente no pueden hablar. Frente a su nostálgico anhelo de un pasado perdido, la respuesta de la mujer ciega es: "¿Qué hay que perder en este lugar deteriorado? Es como un maldito vapor en los campos de sorgo, a punto de sofocarme". Ya no se nos presenta el emocionante espectáculo romántico de Sorgo rojo. En cambio, no nos queda más que una degeneración histórica donde todo lo que uno puede hacer es suspirar porque "las cosas ya no son lo que solían ser".

Después Mo Yan también ha ampliado su construcción del espacio histórico en otras áreas. En la novela Trece pasos el protagonista es un loco encerrado en una jaula de hierro. Él confía en su público (u oyentes) para que le provean de tiza de manera que, una tras otra, pueda arrojar cuentos de lo milagroso y lo inconcebible. No es difícil imaginar las intenciones de Mo Yan con esta obra. Son precisamente los límites de la jaula de su protagonista los que le proporcionan una "salida" a través de su fértil y fantástica imaginación. Como oyentes, "nosotros" estamos fuera de la jaula, sin embargo, estamos tan profundamente atrapados con las historias del hombre enjaulado que, sin darnos cuenta, nos convertimos en sus portavoces. Este extraño viaje narrativo representa la culminación de la meditación de Mo Yan sobre la relación entre el lenguaje y el espacio. Un estudioso (Chen Qingqio) lo expresó bien cuando dijo: "Atrapado en una lógica confusa y un terreno amenazante, nos vemos obligados a buscar el cuchillo más afilado o el más raro y extraño trozo de tiza, y así, con miles de historias, luchar por nuestra salida, todo el tiempo garabateando una ilusión que nos ayudará a volver a ponernos de pie: una jaula de hierro ilusoria". Al final, todos somos (histórica y lingüísticamente) prisioneros en una jaula.

La increíble, casi absurda trama de Trece pasos deja a los lectores inquietos, preguntándose dónde terminará todo esto. Y es precisamente esta táctica la que Mo Yan utiliza para subvertir la posición tradicional a la cual estamos acostumbrados como lectores. En Las baladas del ajo (literalmente su título es "Las baladas del ajo del Paraíso") el autor adopta un enfoque completamente distinto. Aunque en la superficie esta novela marca un regreso al realismo tradicional y sus tácticas, las intenciones satíricas de Mo Yan, ocultas dentro del texto, no son necesariamente más débiles que en Trece pasos. La novela relata la historia de unos funcionarios que obligan al pueblo a alzarse en protesta, provocando en última instancia una revuelta campesina. Pero, al situar la historia en cierta provincia, "Paraíso", de la República, inevitablemente nos lleva a asombrarnos de la ironía de Mo Yan: en una utopía gobernada por trabajadores, campesinos y soldados, ocurre un escándalo, y una vez que las cosas han comenzado, nunca pueden arreglarse. Sin restar importancia al incluso más nimio detalle, la realidad/realismo se esfuerza por capturar y recrear los puntos de sutura entre el espacio social, la forma y la conciencia. La narración de Mo Yan expone la atolondrada "auto-restricción" de la narrativa oficial cuando él presenta una mordaz imitación de los continuos intentos del novelista de traspasar las fronteras literarias.

Sólo cuando el "Paraíso" de Mo Yan degenera en una "República del Vino" su imaginación literaria finalmente asciende a un nivel superior. La República del Vino debe ser considerada su segundo clímax creativo, después de Sorgo rojo. Esta novela narra la historia de un detective que llega a la misteriosa República del Vino para investigar una denuncia de canibalismo. En tanto nunca se encontrará la República del Vino en ningún mapa, los visitantes que entren percibirán una extraña sensación, casi déjà-vu, de calor familiar envuelto en lo siniestro. Es un lugar de consumo, desperdicio y suciedad desenfrenados; al mismo tiempo, es el sitio de la indulgencia carnal y el deseo excesivo. La República gobierna con una especie de ascetismo ideológico, aunque esta "República dentro de la República" es un mundo dentro de sí misma, donde nada es tabú. Dentro de esta República del Vino, el más raro, el más sabroso manjar es la carne de un niño inocente. Con esto, el llamado del escritor Lu Xun para "salvar a los niños", hecho en el contexto de un ataque a la naturaleza caníbal de la sociedad china, es completamente dado vuelta. No es extraño que los descendientes de la familia del sorgo rojo se hayan convertido en la base miserable, los corruptos empresarios de la República de vino.

Aunque La República del Vino es una obra anti-utópica, para los lectores de China, cuyos gustos literarios han sido suspendidos por más de cuarenta años, puede ser también la liberación utópica de cuatro décadas de deseo reprimido. Dentro de este espacio dionisíaco, los ciudadanos acostumbrados al ascetismo de repente se encuentran capaces de tragar, de escupir y de aliviarse sin impedimentos —la ingeniería del sistema de alcantarillado de la República del Vino debe haber sido un obstáculo mayor para el gobierno municipal. Aunque Mo Yan ha exagerado y fabricado todo tipo de historias maravilloso y cuentos extraños que dejan al lector mudo y estupefacto, al del más fundamental nivel fisiológico él ha creado una alegoría política. No sólo es el caso criminal nunca resuelto, sino que nuestro investigador borracho termina cayendo en un pozo de estiércol. Desde un pozo de estiércol al Paraíso, en el camino hacia la utopía, ¿qué podría ser más seductor y atractivo que eso?

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Mo Yan. Foto: Lintao Zhang/Getty Images.[/caption]

De la historia oficial a la historia no oficial

La segunda cuestión planteada por las obras de Mo Yan es el de la memoria histórica y la narración temporal. En la teoría artística y política comunista china, la "historia" siempre ha sido un punto focal importante. Bajo la influencia por más de treinta años del discurso maoísta, una forma de lenguaje codificado con origen en las expresiones revolucionarias de Mao, la "historia" ha llegado a ser una verdad evidente por sí misma. Desde la revolución para la liberación a la revolución permanente, la "historia a priori" ha interpretado el pasado de la Nueva China y predicho su futuro. La ficción histórica revolucionaria que empezó a aparecer en la década de 1950 miraba hacia atrás al pasado heroico del Partido Comunista Chino, adornando el difícil proceso de fundar una república con la magnanimidad de la narración épica. Coincidentemente, estas obras sirvieron para exaltar la naturaleza eterna de la revolución y la profecía de que los días gloriosos de la dictadura del proletariado estaban casi a la vuelta de la esquina.

La habilidad de Mo Yan y los escritores de su generación para desarrollar una voz crítica frente a este torrente de discurso histórico exige nuestra atención. Con elevados sentimientos, grandes aspiraciones, una resuelta visión sensual, el narrador en Sorgo rojo reflexiona sobre la manera en que su abuelo, su abuela y la gente de su generación sentó las bases de un linaje familiar. A medida que se desarrolla la historia, la historia familiar y la historia nacional poco a poco se fusionan, culminando con la aniquilación de los japoneses en un ataque de guerrilla en "Mi abuelo y mi abuela". En este sentido, Mo Yan parece estar haciendo un homenaje a las obras de ficción histórica revolucionaria. Pero un examen más minucioso, nos damos cuenta que no sólo que su historia revolucionaria es incapaz de entregar la promesa de un sentido último, sino que en realidad revela una degeneración histórica en la que cada generación fracasa en dejar vivir a la precedente. Como heredero de su línea familiar, el narrador de Sorgo rojo sólo puede imaginar las acciones heroicas de sus padres y antepasados, o, aún con mayor dificultad, recordar las tribulaciones y sufrimientos que ellos soportaron durante las diversas revoluciones y movimientos políticos. Como se dijo anteriormente, Mo Yan tiene la capacidad de llevarnos de vuelta a la escena primaria donde la historia se ha creado; también tiene el don de llevarnos a la profundidad de la conciencia de sus personajes. Al mismo tiempo, sin embargo, él no olvida recordarnos que el fin último de la narración se encuentra en la fisura entre la historia y la revolución, no en su complementación.

La historia puede ser constantemente reescrita, y las claves para la narración temporal siempre pueden ser reordenadas. Sorgo rojo navega a través de tres generaciones de una historia familiar, recapitulando de manera solemne un calendario que corresponda a la revolución y la fundación de la República Popular. Sospecho, sin embargo, que lo que él verdaderamente quiere escribir es todo lo contrario. Después de la Revolución Cultural, la destrucción del orden socialista y la retirada de la lógica de "gran narrativa" del discurso maoísta, la leyenda desenfrenada, casi trastornada, creada por Mo Yan, con su estilo literario único, es en sí misma un nuevo tipo de poder histórico. Si la narrativa histórica maoísta tomaba lo sublime como su ícono de referencia, entonces lo que Mo Yan toma como su marca de fábrica es una perspectiva estética e histórica grotesca.

La narración que Mo Yan utiliza en su siguiente novela, Las baladas del ajo, es completamente híbrido y está atestada con diferentes voces, al pasar de la costumbre popular a la cobertura de noticias y de la corriente de la conciencia al realismo mágico. En lo que se refiere a la obra de los escritores veteranos, Mo Yan ha desarrollado y revivido brillantemente la literatura campesina de los primeros escritores comunistas. El elemento satírico descansa en el hecho de que el objetivo de su levantamiento campesino no es otro que el gobierno local, que se legitima con el lema "Servir al pueblo". Por otra parte, la conclusión de la novela está repleta con una gran dosis de documentos oficiales para dar peso y justificación a la represión gubernamental y a las "injusticias" de la sentencia judicial (Mo Yan cambió el final después de la primera edición). Hablar en nombre de los "humillados y ofendidos" es una de las más importantes características de la literatura china desde el Cuatro de Mayo (de 1919) a través de la literatura comunista bajo Mao. Pero la novela de Mo Yan indaga sobre qué tipo de justicia la literatura puede "representar " o "promover". ¿Cómo se define "legalmente" lo inequitativo y lo injusto? ¿Y dónde está el límite entre la justicia poética, la justicia legal y la justicia histórica?

Similares preguntas surgen en Trece pasos, salvo que ellas se expresan de una manera completamente diferente. Aquello a que los "trece pasos" se refieren nunca es definido explícitamente en el texto; sin embargo, pueden tomarse como que representan las innumerables variables de la vida, un desafío a la lógica narrativa, o lo que alguien ha llamado un agujero negro en la conciencia histórica. La gente en la novela se agolpa alrededor del loco enjaulado, tratando de conjeturar el "significado" de sus palabras frenéticas, tan atraídos por sus divagaciones que no pueden alejarse: "Él te empuja dentro de la historia, colaboras con él para completar la historia. Sientes que no tienes la fuerza para resistir la lógica del relato. Tu destino está en las manos del hombre enjaulado". A medida que escuchamos la historia y su repetición constante, somos alejados del loco enjaulado, atrapado en una relación oscilante donde cada parte está confinada a sus propios puntos de vista del significado lingüístico, el conocimiento y el poder. Es en este mundo que el lenguaje pierde el poder de expresar o transmitir significado. Y tal como estas diversas nociones del lenguaje y el discurso son infinitamente tentadoras, cuando llega el momento en que uno se queda sin palabras que pronunciar, "el significado de la historia inunda el corazón de uno".

Con La República del vino Mo Yan ha labrado incluso otra senda literaria. La trama —el empeño de un investigador de detener a un grupo de villanos caníbales— débilmente revela una especie de esfuerzo hermenéutico por rastrear las cosas hasta su fuente y descubrir su verdadera naturaleza. Sin embargo, en el curso de la escritura, Mo Yan complica y desordena su senda narrativa. Al final, sus desvíos juguetones a través de la conversación ociosa, tonterías, chistes y restos de charla son más atractivos que la línea de la historia principal. Los ejemplos incluyen la extraña escena de los campesinos compitiendo para vender sus "bebés de carne" al mayor precio, y la leyenda del "vino de mono", ambos sirven para difuminar la distinción entre lo verdadero y lo falso. Y esto no se detiene allí. La novela también presenta una serie de cartas entre Mo Yan (quien ejerce de narrador) y un escritor de tercera categoría en las que ellos discuten los trucos del oficio de la creación literaria. Los tipos buenos y los tipos malos, la buena literatura y la mala literatura, la cuestión de la justicia histórica y de la injusticia histórica: todo se funde en el crisol narrativo de Mo Yan. Tal como la novela utiliza grandes cantidades de imágenes excretorias, también se vuelve cada vez más desenfrenada e incontrolable a medida que la historia avanza, terminando finalmente irresuelta en medio de una abrumadora ráfaga de laberintos lingüísticos e inmundicia. ¿Está la narración de Mo Yan imitando intencionalmente el proceso de pasar de sobrio a borracho? O, como el mito griego del dios Baco, ¿está espoleando el éxtasis de la indulgencia carnal y el caos, sólo para ser llevado al destino de ser desmembrado y comido en medio de su éxtasis?

En 1993, mientras escribía un conjunto de ensayos y otros tipos de prosa, Mo Yan publicó una serie de cuentos titulada Shenliao ("Charla sobrenatural"). Las historias en el volumen son breves y vigorosas; algunas relatan cuentos maravillosos de hombres poco comunes, mientras que otros relatan cuentos fantasmales de lo magnífico e increíble. Es como si Mo Yan trabajara con un cuaderno de notas literario en la punta de los dedos, y aunque cada historia es limitada en longitud, todas permanecen como obras poderosas por derecho propio. Por ejemplo, "Tie hai" ("Niño de hierro"), que se sitúa en el movimiento de la fundición de hierro movimiento durante el Gran Salto Adelante (1958), describe la extraña historia de dos niños pequeños que "comen" trozos de cobre y hierro para sobrevivir. En "Yeyu" ("Pescador nocturno") Mo Yan habla de un pescador que tiene un encuentro con un voluptuoso fantasma que ha regresado desde más allá de la tumba. "Shen piao" ("Libertinaje divino") cuenta la historia de un caballero de campo con un gusto insaciable por la carne quien contrata a una veintena de prostitutas para llenar su lujuria de placer carnal; sus acciones nacen del deseo, pero al final llegan a ser santificadas en un ritual de exquisito libertinaje. Mo Yan ha admitido que esta obra tiene un muy pesado guiqi o ánimo espectral. Aunque él creció en el ámbito de la China Roja atea, aquí da testimonio de un mundo de extraños demonios y espíritus sobrenaturales ocultos a su alrededor. Vagando por las grietas sobre la periferia de una gran historia, él permanece incapaz de cualquier cosa salvo de la "charla sobrenatural".

El espíritu de Pu Songling, paisano de Mo Yan de hace trescientos años, se niega a marcharse: "En un mundo de paz, el hombre y el fantasma se mantienen divididos. En el mundo de hoy, el hombre y el fantasma se entremezclan libremente", dice el autor. La serie Charla sobrenatural parece no tener un objetivo exterior, sino que oculto dentro de la obra está el susurro de desilusión de Mo Yan. El cuento "Orejas rojas" asume el ridículo relato de un hijo pródigo que pierde la riqueza de su familia como su corazón, y sus enormes orejas, que casi funcionan como órganos sexuales, como su alma. Al mismo tiempo, la historia usa el relato de la fundación de la República como su trasfondo. Esta pieza excéntrica y fantástica ofrece una perspectiva fundamental hacia el estilo único de Charla sobrenatural.

Grandes pechos y amplias caderas fue un esfuerzo mayor de 1996. Tan sólo el título causó sensación, al igual que el tamaño colosal de la novela. Cercana a los 500.000 caracteres de extensión, relata la historia de una campesina china del Norte que cría nueve hijos bajo las más adversas y difíciles circunstancias. La historia, que comienza en la víspera de la segunda guerra sino-japonesa (1937) y termina en la década de 1990, se relaciona con todos los tormentosos cambios y dificultades ocurridos en esos años de historia comunista china. Usar el amor maternal para ensalzar la pesada penumbra de una "obsesión con China" ha sido la especialidad de escritores desde el Cuatro de Mayo. En la historia de la ficción moderna china, los personajes que personifican a la "madre tierra" son tan numerosos que se han convertido en una especie de estereotipo literario. Mo Yan, sin embargo, tiene otra intención. Su madre tiene en ella "todas las características moralmente perfectas de la nación y la tradición chinas"; pero cada una de sus nueve criaturas es una bastarda, y después de que crecen se convierten en fracasos sociales, nunca a la altura del glorioso futuro para el cual parecían destinados. Esta multitud de hijas (y un hijo) sigue al Partido Comunista en su ruta a través de la "historia de la revolución", haciendo zozobrar tanto la revolución como la historia a lo largo del camino. El espíritu de la madre puede ser grande, pero, ¿cuán grandes pueden ser también sus pechos y caderas?

El narrador de Grandes pechos y amplias caderas, Shangguan Jintong, es uno de los personajes más inolvidables de Mo Yan. Es el único hijo de su madre, engendrado por un misionero sueco que encuentra una muerte violenta durante la segunda guerra sino-japonesa. Jintong es testigo de todo suceso tumultuoso en la historia moderna de China durante su vida, aunque no hay nada en el mundo que se compare en importancia a los pechos de su madre, de sus hermanas y de su esposa. Leyendo a través de los capítulos en que Mo Yan describe 10.000 pechos balanceándose en el cielo y un banquete de celebración de los pechos en la tierra es suficiente para dejar a los lectores ensalzando las virtudes de la imaginación literaria del autor. Aunque siempre ha escrito con un gusto por lo misterioso y lo magnífico, al mirar atrás hacia Sorgo rojo podemos ver que esta novela debut no era sino el primer despliegue de artesanía de un maestro literario. No es de extrañar, entonces, que este escritor, que creció en la "leche del Partido Comunista", incite un oprobio interminable por parte de los críticos de izquierda.

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Mo Yan. Foto: Getty Images.[/caption]

Desde el sujeto al cuerpo

En las dos secciones previas he discutido cómo Mo Yan ha tomado prestadas las coordenadas del pueblo natal ontológico para desarrollar una especie de espacio histórico anormalmente divergente, y cómo desde el patrón establecido del realismo ha desarrollado un extraño y heterogéneo flujo de memoria y narrativa. Él no sólo estaba presente durante los movimientos literarios de "búsqueda de las raíces" y de vanguardia de la década de 1980, sino que se movió libremente entre ellos, negándose a ser encasillado o encerrado en cualquier estilo o movimiento. Para llevar las cosas un paso más allá, los personajes de Mo Yan, nacidos de la ficción pero criados en un mundo de realismo, son extremadamente difíciles de encajonar en cualquier tipo de generalización. Desde la narración de adolescencia en su obra temprana, "El rábano transparente", hasta las confesiones posteriores de un adicto a los pechos en Grandes pechos y amplias caderas, los personajes de Mo Yan han expresado continuamente la faz siempre cambiante de los ciudadanos de la "Nueva China". Aunque virtualmente todo tipo de personaje aparece en su ficción, nunca presenta a los "Rojos" gloriosos modelos de ciudadanos que la China de Mao quería presentarnos como la norma. Los personajes de Mo Yan sólo son poseedores de los deseos y emociones de un mortal, encapsulando prácticamente todo tipo de comportamiento humano. Para rastrear esto, podemos encontrar ejemplos de sus personajes enfrentando cara a cara uno contra otro, pasando por metamorfosis, siendo reencarnado, e incluso poseyendo cadáveres. Las acciones de sus personajes no sólo expresan las características especiales del realismo mágico y el influjo de las leyendas chinas tradicionales de lo extraño, sino que también despliegan una similitud sorprendente entre estos dos géneros literarios tan distintos.

Ahora podemos comenzar nuestra discusión sobre el tercer aspecto principal de la ficción de Mo Yan: el retrato de la historia y la subjetividad. Aunque en Occidente las discusiones académicas en cuanto a la subjetividad ya no son un tema candente, en la China post-maoísta sigue siendo un tema central de debate. Las observaciones de Lu Xun sobre las "características nacionales" chinas han sido revisitadas y llevadas a la mesa de discusión junto con la "teoría de la composición característica" de Liu Zaifu, lo que en algún momento provocó un acalorado debate. Mientras este debate era furioso, Mo Yan estuvo silenciosamente creando su propia imagen para sus compatriotas: colocando a los oponentes pequeños y débiles contra los grandes y fuertes, enfrentando a los deformes y discapacitados con los superhombres, él fue a lugares que nadie más podía imaginar.

En muchas de las obras de Mo Yan el aspecto y apariencia de los personajes del "yo" son variados y únicos y su pensamiento, retorcido. Un ejemplo especialmente digno de mención es el cuento "El perro blanco y el columpio", donde el encuentro casual de un universitario con una amiga de la infancia lo deja atrapado entre el recuerdo nostálgico y la horrible realidad. El joven en "Langostas rojas" primero experimenta un encuentro sensual, y luego es testigo de un ataque de langostas que ocultó el cielo. Después está el niño pequeño en "Kuhe" ("Río seco") quien, después de que lo golpearan y no teniendo forma de desahogar su ira, llega al extremo de hacer una radical acusación en contra de la sociedad adulta. Luego, en "Baozha" ("Explosiones") se nos presenta a un joven atrapado en la incertidumbre y la inquietud del matrimonio y la familia, que logra un alivio temporal por medio de explosivos movimientos corporales. Habiendo leído todas las obras literarias maoístas que se centran en la superioridad moral de los personajes del "yo", somos tocados por la mediocridad de tales figuras en la ficción Mo Yan, caracterizadas por mezquinas y extrañas cualidades. De esta manera, Mo Yan ha redefinido el valor de ser humano y ha recordado su propia capacidad de imaginar el deseo. Nada lleva más lejos esto que tiene esto que la narración en primera persona de Shangguan Jintong en Grandes pechos y amplias caderas, donde él ofrece discusiones detalladas y extendidas de su amor edípico por su madre, su fetichismo por los pechos, y ​​su decadente impotencia. No hay escasez de antihéroes en la ficción china de la década de 1990, pero un caso extraño como el de Shangguan Jintong, quien no teme exponer su lado más feo, bien puede estar en un primer lugar.

Mo Yan intencionalmente satiriza los tiempos turbulentos de "nuestra" generación, porque ¿cómo se pueden comparar nuestras experiencias con las tormentas históricas trascendentales de las que fueron testigos la generación de nuestros abuelos? La nouvelle "Fuqin zai minfulian" ("Padre de las Milicias Populares") está ambientada en 1948, cuando Padre (como el padre de Sorgo rojo) enfrenta peligros no contados para cumplir su misión de guiar una milicia popular en el transporte de provisiones militares para el Ejército de Liberación del Pueblo. Aquí el papel formulaico del "héroe campesino" y de la caballería andante se combinan con resultados sorprendentes. La escena donde los milicianos prácticamente desnudos transportan suministros del ejército a través de un río en invierno es una gran escena conocida, pero más que nada, es una expresión del poder de Mo Yan para encantar como contador de historias. Al mismo tiempo, sin embargo, con el fin de completar su misión, los milicianos soportan el frío y el hambre, incluso matando a mujeres hambrientas que intentan bloquear su camino. El predicamento moral en el cual Mo Yan coloca a sus personajes no puede si no despertar nuestras sospechas. El momento en que Padre entrega los suministros a su destino (en realidad, él los toma pasado su destino y casi es destituido) es cuando la sátira mordaz de Mo Yan hace su aparición. Independientemente de cuán valiente y sabio haya sido Padre, cuando se enfrenta a la maquinaria militar de un partido político, debe obedecer órdenes. Dedicar la propia vida a la patria es el supremo objetivo de la generación de "Padre".

Los lectores familiarizados con la obra de Mo Yan pueden comentar que su imaginación al retratar personajes femeninos no es tan poderosa como con sus personajes masculinos. El predominio del varón en la ficción de Mo Yan sobrepasa todo lo demás; excepto las madres y las abuelas (que son también respetadas en la sociedad patriarcal), a los personajes femeninos generalmente les son permitidos sólo roles menores. En alguna parte de su ficción, sin embargo, hemos notado los intentos del autor de fortalecer sus personajes femeninos. El clímax de "El perro blanco y el columpio" tiene lugar cuando el narrador, huyendo del campo, encuentra a una campesina bloqueando el camino. Los lectores del cuento saben de la amistad infantil y la desgracia adulta entre esta campesina y el narrador. Durante su último encuentro en el camino rural, la mujer no tiene sino una petición, que es que la lleve al campo de sorgo para un encuentro sexual ilícito. Ella y su marido mudo ya tienen tres hijos mudos, y ella quiere al menos un hijo que "pueda hablar". Con esta petición corporal de la campesina, Mo Yan se burla del hábito de la teorización ociosa de parte de los intelectuales varones. En el momento en que el llamado de Lu Xun para "salvar a los niños" se lleva a cabo a través de un deseo ilícito por placer sexual de esta campesina, toda la narrativa del realismo humanista del Cuatro de Mayo se desmorona.

Ya hemos visto cómo los ciudadanos en el mundo ficcional de Mo Yan están llenos de vitalidad y resueltos a tomar todas las medidas necesarias para alcanzar sus metas. Para el nacionalismo o la hermandad están bien dispuestos a soportar pruebas de fuego y morir sin lamentos; pero en el reino del deseo humano ellos son igualmente imparables. La razón en que Sorgo rojo se sostiene es que al rastrear su historia familiar, el narrador ahonda en cómo su abuelo violó a su abuela; la poderosa historia entonces se extiende desde la violación en el campo de sorgo. Pero como la historia revolucionaria avanza el deseo de China (y de los hombres) se hace progresivamente más débil. En obras como Las baladas del ajo, el deseo reprimido encuentra todas las maneras de liberarse y lleva a un mundo de inminente y siempre presente peligro. Para el momento en que alcancemos La República del vino, la clásica enseñanza de Mencio que "la comida y el sexo son la naturaleza del hombre" se despliega en las maneras más raras imaginables. El investigador especial en la historia recibe la orden de investigar un caso, pero cuando se pone manos a la obra, él cae en una trampa sexual, llegando a involucrarse con la esposa de su archienemigo. Cuando el deseo toma el control, se olvida de su misión y en última instancia muere en un pozo de estiércol; todo lo podrido y rancio termina donde pertenece. Mo Yan a menudo vincula el deseo sexual con comer, beber, orinar y defecar. Los especialistas en la estructura de la "conciencia profunda" harían bien en adoptar este fenómeno como algo instructivo en cualquier discusión de la incapacidad de los chinos para dejar atrás su etapa de fijación oral.

Pero la novela que se ubica como la verdadera obra cumbre del espectáculo del deseo de Mo Yan sigue siendo Grandes pechos y amplias caderas. Si La República del vino exagera el desagradable hábito de los chinos modernos de comer hasta hartarse y de beber hasta enfermarse, entonces Grandes pechos y amplias caderas lleva las cosas un paso más allá al describir el estremecimiento de otra función sensorial (masculina): el deseo y las variaciones del sentido del tacto masculino. El principal objetivo en la vida de nuestro protagonista varón es acariciar los pechos de las mujeres; para él, todos los pechos son creados iguales. La descripción de Mo Yan de la obsesión de un hombre con los pechos bordea el fetichismo de órganos de un enfermo. El deseo de Shangguan Jintong se dirige sólo a los pechos —los pechos de cualquier mujer— y nada más. A sus ojos, las mujeres son objetivadas como una especie de sexualidad corporalizada. Debajo de su obsesión por los pechos, sin embargo, sabemos que está aquejado de impotencia sexual. Los grandes pechos y las amplias caderas representan un tótem sexual. ¿Cómo no podrían también representar un tabú sexual?

Al usar la historia y el espacio, la narración y lo subjetivo, he hecho notar tres de las direcciones a las que la ficción de Mo Yan nos ha llevado. He citado con regularidad el término historia porque creo que la historia es la fuerza fundamental que mueve el mundo ficcional de Mo Yan, y es también el objeto que está tratando de reemplazar a través de su ficción e imaginación. Más de cincuenta años de narrativa y práctica históricas en China han dejado demasiadas cicatrices y ejemplos de brutalidad. Desde la década de 1980, el esencial y más sagrado punto de confianza del pueblo —el comunismo— se ha desmoronado, derrumbándose ante nuestros ojos. Mo Yan ha tratado de reconfigurar la memoria y traer el pasado a la vida, y en ese intento, sus métodos han tocado una cuerda resonante en los lectores y despertado sus sensibilidades literarias. Del paraíso a la letrina, de la historia oficial a la no oficial, del sujeto al cuerpo, Mo Yan no escatima nada en sus estilos y formas entremezclados en su narrativa; esto se constituye en su herramienta más eficiente para comprometerse en el diálogo histórico. Si se pretende llevar a cabo un estudio serio de Mo Yan —este ensayo incluido— no se puede subestimar su campo de visión y potencial literarios. Sabiendo esto, sólo podemos suspirar y decir: "En medio de esta multitud interminable de palabras y lenguaje, ¿cómo se puede decir 'Mo Yan' (no hables)?".

* Traducción: Patricio Tapia.