Jorge Herralde: "Me afectó la inesperada muerte de Roberto Bolaño"
El fundador de Anagrama hace un repaso a 50 años de la creación del sello. Habla del mercado editorial, recuerda también a Pedro Lemebel y cuenta cómo llegó a publicar al filósofo del momento, Slavoj Žižek.
Por décadas, Jorge Herralde ha recorrido los pasillos de la Feria del Libro de Frankfurt, Guadalajara, Madrid y Buenos Aires, y compartido con figuras relevantes de la literatura. En su oficina mantiene algunas fotos históricas, pero no tantas como las que cierran su libro de memorias, Un día en la vida de un editor. Allí el fundador de Anagrama aparece junto a Patricia Highsmith, el último Nobel, Kazuo Ishiguro, Richard Ford, Julian Barnes, Tom Wolfe, Bret Easton Ellis, Piglia y Bolaño, entre otros.
Este año ha sido intenso para Herralde. En marzo presentó Un día en la vida de un editor, en España. El resto del tiempo lo ha dedicado a responder cuestionarios ante los 50 años de creación de uno de los sellos más prestigiosos de habla hispana. Pero no todo ha sido festejos.
Hace algunas semanas el autor de Opiniones mohicanas, que publicó las obras de la Generación Beat y el "dream team" británico, fue sometido a una operación a la vista con algunas complicaciones. Con 84 años, el lector voraz tuvo que parar. Herralde estuvo unos días sin leer. Ya recuperado, responde a La Tercera preguntas sobre el mercado editorial, las traducciones y su amistad con Bolaño, a quien comenzó a publicar con la novela Estrella distante, en 1996, convirtiéndose en un narrador de ineludible referencia. "Me afectó su inesperada muerte. Fuimos muy amigos y tenía por delante aún mucho por escribir", dice Herralde sobre el autor cuyas obras hoy están en Alfaguara, del grupo Penguin Random House.
La excelencia y Sartre
La editorial Anagrama fue creada en 1969 y se desarrolló bajo la censura del franquismo. Primero llevaría por nombre Crítica y el deseo de su dueño era publicar ensayos y no ficción. Uno de los primeros libros en salir fue Conversaciones con Levi-Strauss, Foucault y Lacan, de Paolo Caruso. Un año después de su apertura, la editorial llevaba 15 títulos publicados. Hoy el catálogo suma más de 4 mil títulos y 16 colecciones. Sobre algún escritor que lamenta no tener en su lista de autores, dice: "Estuve años siendo lector fanático de Borges, antes de ser editor. Pero cuando empecé, los derechos de sus libros no me estaban esperando, evidentemente", señala, quien sigue vinculado a Anagrama casi de manera simbólica. Esto luego de que en 2010 vendiera la editorial al grupo italiano Feltrinelli.
A través de Anagrama, lectores pudieron conocer obras de Bukowski, Carver, Kennedy Toole... Sin embargo, la crítica apuntó a la traducción. ¿Le llegaban esos comentarios?
Estos comentarios no son aplicables ni a nuestros ensayos ni a muchísimas novelas, tan solo a textos con mucho argot, como Bukowski o Irvine Welsh, por ejemplo, que no se pueden descafeinar. La solución sería hacer 8 o 10 traducciones considerando las peculiaridades de los países de América Latina. Es un tema incómodo: creo que he recibido críticas sesgadas, se ha hablado de imperialismo español. Hemos comentado a menudo este tema con nuestra excelente responsable de traducciones. Ahora los traductores son muy conscientes de la necesaria reconsideración del argot más geográficamente marcado.
Entre los escritores chilenos, además de publicar a José Donoso, Bolaño, Alejandro Zambra, también editó a Lemebel. ¿Cómo lo recuerda?
También publiqué a otros chilenos como Ariel Dorfman nada menos que en 1972, el libro Imaginación y violencia en América, las memorias del juez Guzmán y, muy recientemente, a Alejandra Costamagna, tan admirada por Bolaño y por Zambra. Respecto a Lemebel, lo conocí en un viaje a Santiago a través de la estupenda Jovana Skármeta. Lali (Gubern) y yo cenamos con él. No paramos de hablar y reír, todo un personaje extraordinario, aparatosamente maquillado y con una sonrisa entre irónica y cómplice, in mente, las Yeguas del Apocalipsis. Volví a verlo en la Feria de Guadalajara, donde Chile era el país invitado: lo habían reclutado a ultimísima hora y protagonizó una rueda de prensa ácida, una excelente performance lemebeliana.
¿Cómo ve el mundo del libro y la concentración editorial dominada por los grupos Penguin Random House y Planeta?
Toda concentración de poder, toda "dictadura objetiva", es nociva para la libertad y la cultura. Sin embargo, en España y en otros países se produce este estimulante fenómeno de la aparición de numerosas editoriales independientes que, como diría Pierre Bourdieu, "están condenadas a la excelencia": construir un catálogo fiable en busca de la mejor literatura. Como dice un famoso poema: "La mer, la mer, toujours recommencée" (El mar, el mar, recomenzando siempre).
La documentación de Anagrama se ha clasificado en 147 archivadores. ¿Qué sorpresas ha encontrado?
Mientras me iban pasando resúmenes de lo encontrado en nuestros archivos, a menudo me he sentido emocionado. Así con mi breve correspondencia con Sartre en los años 70 o con mis copiosos epistolarios con escritores muy queridos como Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Carmen Martín Gaite o Rafael Chirbes. También una muy divertida correspondencia con Jaime Bayly. Otra muy emotiva con Bolaño. Y como es sabido, a Roberto le gustaba mucho escribir excelentes cartas. Pero qué lástima que no se publiquen.
¿Cómo llegó a publicar al filósofo esloveno Slavoj Žižek?
Habitualmente, Žižek publicaba en la editorial británica Verso, quienes le hacían también de agentes y tenían una estrecha vinculación con otra editorial española. Por fortuna y también por intensa dedicación, logramos publicar otros títulos, y no menores, publicados en otras editoriales. Yo había leído textos suyos, muy a menudo deslumbrantes, hasta que en un viaje a Italia me topé con un libro que me pareció espléndido y cuyos derechos estaban milagrosamente libres: Mis chistes, mi filosofía. A partir de entonces, hemos podido publicar otros libros suyos, el último, en Nuevos Cuadernos Anagrama, La vigencia de El manifiesto comunista. Se ha afirmado a menudo, quizás algo exageradamente, que toda la obra de Žižek parece orientada a dirigir el debate filosófico-político de nuestro tiempo.
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