El policía cometerá un crimen. O tal vez no. La pareja de la madre de Santiago Quiñones, don Armando, es un anciano conectado a una máquina de oxígeno. El caballero agoniza. "Qué tanto. Por otro lado tampoco se puede decir que estoy matando a alguien, solo estoy apurando un poco el paso, cambiando la hora de la sentencia", reflexiona Quiñones ante su decisión. Mientras, corre al cuartel para participar en un operativo en calle Bandera, en pleno centro de Santiago. Entonces se comunica con García, su nuevo compañero en la brigada.
"Camino entre los colombianos, los haitianos, los peruanos, los venezolanos. Por ahí distingo a uno que otro compatriota por el acento y confirmo que los recién llegados se han ido tomando las calles que los chilenos habían desechado", se lee en La sangre no es agua, la nueva novela de Boris Quercia (52), que llega a librerías por el sello Roja & Negra.
El título es el cierre de la trilogía del director de cintas como Sexo con amor y la serie Los 80. El también protagonista de la obra La negra Ester, hizo la primera entrega policial en 2010 con Santiago Quiñones, tira. La segunda novela, Perro muerto (2016), se adjudicó el Gran Premio de la Literatura Policial en Francia. Galardón antes entregado a autores como Patricia Highsmith, Elmore Leonard y John Katzenbach.
Mejor vida
Los días para Santiago Quiñones se vuelven intensos más allá de asistir a un simple operativo en La sangre no es agua. La policía deberá ir tras los pasos de una temible red de chinos narcotraficantes. Paralelamente, un grupo de ultraderecha pretende erradicar la inmigración. El grupo se llama Chile limpio y ha reivindicado el asesinato de "Jeremías Coraza, el negrito degollado", se lee en La sangre no es agua, que abre con un proverbio croata: "Krv nije voda".
-¿Qué significa el epígrafe?
-"Krv nije voda" quiere decir: La sangre no es agua. Lo escuché de labios de mi abuelo, Juan Martinic. Un migrante croata que llegó a Punta Arenas buscándose la vida después de la Primera Guerra Mundial. El proverbio tiene que ver con dos cosas de la novela, primero porque hay una trama oculta dentro del policial, que tiene que ver con la vida familiar de Quiñones, o sea, con su sangre. Al final, Quiñones tendrá la oportunidad de hacer las paces con su sangre, aunque pienso que va a ser demasiado tarde. Lo otro es que las tres novelas comienzan con un hecho de sangre que va a marcar la trama y se va a instalar al centro de ella como un karma del que no se puede escapar. Quiero decir que derramar sangre no es gratis. Aunque hoy en día sabemos que el agua tampoco es gratis.
-La novela aborda la migración y la eutanasia. ¿Fue una necesidad o se dio naturalmente?
-Son temas que me interesan. El cambio producido en la ciudad por la migración lo puedo ver en el paso de las tres novelas como si fueran capas geológicas. En Santiago Quiñones, tira la presencia de migrantes es nula, en La sangre no es agua es protagónica. Así fue cambiando el centro de la ciudad en muy pocos años. La novela policial siempre habla de las fracturas sociales y se fija en el lugar donde fallamos como sociedad. El punto donde las leyes son letra muerta, o van directamente contra las personas. En Perro muerto hablo del absurdo que un Estado obligue a una niña violada a terminar su embarazo, porque en ese momento aún no existía la ley de las tres causales. Hoy veo con preocupación cómo ciertas fuerzas políticas se aprovechan de la migración para cargarla con males que son endémicos del país, y así aglutinar a sus huestes mal informadas, frustradas y sobreconectadas, o sea fácilmente manipulables. Es cosa de tiempo para que aparezcan quienes crean que la solución es la violencia. Yo vengo de una familia de migrantes, mis abuelos llegaron con la esperanza de encontrar una mejor vida a un país que les abría los brazos. La historia de América es una historia de migración y así se construyen las grandes naciones.
-La ciudad siempre está presente en sus libros...
-Me gusta el centro de la ciudad, habla más de nosotros que cualquier otro lugar. Conviven en el centro la tradición y la modernidad. Los oficios que ya casi desaparecen y los nuevos emprendimientos. La locomoción de la ciudad entera pasa por aquí, a pesar de los esfuerzos del Transantiago por descentralizar el transporte. Yo estudié teatro en la U. de Chile, por lo que me tocó vivir una etapa importante de mi vida en el centro. Santiago, la ciudad tocaya del protagonista, es un personaje más de la novela.
-¿Qué representa cerrar esta trilogía policial?
-Ya que hablamos de epígrafe, el de la primera novela es una frase de Jean Cocteau que dice "La vida es una caída horizontal" y Quiñones es un hombre que va en caída libre por la vida. ¿Pero quién no? En la juventud uno se cree inmortal, pero después todo se acelera y podemos sentir como vamos hacia delante, cayendo irremediablemente para estrellarnos en una tumba. Así que esta tercera novela le da el desenlace que se merece a un personaje como Quiñones.
-¿En esta novela está basada la serie de televisión sobre Santiago Quiñones?
-Así es. La serie de Quiñones ya está en proceso de postproducción. Se llama Tira y son 8 capítulos realizados gracias a un premio del Consejo de Televisión que serán trasmitidos por La Red, un canal que se la jugó con todo por esta ficción nacional. La serie es protagonizada por Tiago Correa, Luciana Echeverría, Carola Varleta, Gustavo Becerra, Paula Zúñiga, Catalina Martin, María Ester Messina y Alejandro Trejo. También Patricio Torres, quien será un siniestro policía de asuntos internos, un papel muy serio y oscuro. El productor de la serie es Alberto Gesswein, el mismo de la serie Los 80 con quien además tenemos ahora el proyecto de hacer la serie histórica sobre la vida de Roberto Parra.