Perry Farrell: "Lollapalooza generó cambios en Chile; por ejemplo, antes los niños no iban a festivales"
El gestor de la cita junto a su par chileno, Sebastián de la Barra, adelanta cómo se festejarán los 10 años de la edición nacional del evento, cuyas entradas salen en preventa desde este lunes al mediodía.
Ritual de lo habitual. Tal como se titula uno de los más exitosos discos de su grupo, los ya legendarios Jane's Addiction, el cantante Perry Farrell (60) es un tipo de hábitos, de historias que se replican en el tiempo, de círculos que van completando su recorrido. El domingo pasado estuvo a cargo junto a su proyecto más reciente -Perry Farrell's Kind Heaven Orchestra- de cerrar el festival Lollapalooza de EE.UU., exhibiendo en las pantallas del show una secuencia simbólica: la evolución de la cita desde su origen nómade y alternativo en 1991, hasta la consolidación actual como un megafiesta multinacional hinchada de marcas y aplicaciones, y donde tienen espacio desde el rock de vieja escuela hasta el reggaetón. Ese enlace entre el ayer y hoy es básicamente el curso de su propia vida.
"Lollapalooza aspira a algo global e internacional", define en conversación con Culto en el backstage del Grant Park de Chicago, copa de espumante en mano y en el mismo recinto de dimensiones abrumadoras donde se monta cada año el espectáculo. En efecto, el acceso que da la bienvenida al público está formado por una hilera donde flamean las banderas de todas las versiones foráneas, empezando por la chilena, para luego seguir con Brasil, Argentina, Alemania, Francia y Suecia.
Y si se trata de rituales habituales, Farrell cuenta que alguna vez en el Lolla santiaguino salió a mezclarse entre la masa, tal como lo hace en la edición madre de Norteamérica -incluso el fin de semana tocó junto a su grupo en una fuente de agua en pleno parque, antes de su presentación oficial-, aunque quizás no fue la mejor idea. "Fui al Kidzapalooza sin seguridad, creí que no me iba a reconocer nadie, pensando que había mucho niño. Pero hubo padres que me bombardearon enseguida. Nunca pensé que iba a pasar y ahí estaba yo firmando cosas, sosteniendo bebés, tomándome fotos. Era como estar en una lavadora de personas". Aunque aún más agitado fue su último paso por la capital en marzo, cuando celebró su cumpleaños 60: "Fue un backstage épico. No había estado en algo tan intenso desde mis primeras fiestas a los 13 años (se ríe)".
Para la próxima entrega de Lollapalooza en Chile -el 27, 28 y 29 de marzo, con venta de entradas "early birds" desde este lunes- habrá incluso más razones para la juerga: el festín musical cumple una década desde su aterrizaje nacional y desde que generó un indiscutido quiebre en el historial de la cartelera en vivo, gracias a un modelo que oferta diversidad musical, una organización con escasas fisuras y donde la experiencia es casi tan relevante como su cartel de artistas. "En Chile todo sucedió de forma orgánica. Creo que Lollapalooza generó muchos cambios, muchas cosas interesantes; por ejemplo, antes los niños no iban a festivales", precisa Farrell.
Sebastián de la Barra, su socio chileno en la productora Lotus, sentado al costado del gran jefe estadounidense, se suma: "Desde el principio surgió como un gran desafío y se convirtió en algo muy importante para el país. Algunas personas en Chile, algunos políticos, no entienden lo que está pasando, pero hay un impacto cultural, económico y en la vida de los asistentes. Hoy para un niño es súper normal ir a un festival. Les estamos enseñando también los valores de reunirse con distintas personas o de ver distintos tipos de música. Por eso el plan es celebrar en grande estos diez años".
Aunque se resisten a entregar detalles, por estos días se afina el lineup que dará vida al próximo Lollapalooza local. Están en la mira algunos de los insignes que pasaron hace una semana por su símil en Chicago, en una programación que incluyó a estelares como Childish Gambino, Tame Impala, J Balvin y The Strokes. También podrían sumarse clásicos, como Guns N' Roses, tal como ha mencionado la prensa de países como Brasil. Casi segura es la presencia de la propia agrupación de Farrell, la que incluye a su esposa -Etty Lau Farrell- y que semeja un gran happening de baile, coros, arrojos de sensualidad y pulso rockero.
Y por otro lado, está el plan de levantar recitales gratuitos en diversos rincones de la ciudad o incluso en otros puntos del país, en sitios tan distintos como parques y museos. "Queremos devolver la idea del espectáculo gratis, la semana anterior y la siguiente al evento", dice De la Barra.
Finalmente, ambos coinciden al minuto de mirar el público que acude a la instancia: mientras en Chicago es juvenil por goleada, en Chile aún mantiene cierto perfil familiar.
¿Se han vuelto cada vez más jóvenes los asistentes?
Perry Farrell: Hay que alegrarse porque el público joven quiere venir y luego debemos ver cómo arrastramos a la gente mayor. Los ancianos pueden hacer que las cosas sean mejores. A ellos les digo: "Sé algo bueno para tus hijos. No trates de estafar al mundo ni dejes un lugar difícil para los más jóvenes".
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