En 1999, el Registro Nacional de Cine de EEUU la seleccionó para su preservación en la Biblioteca del Congreso, por ser "cultural, histórica y estéticamente significativa". En 2008, el American Film Institute lo consideró el sexto mejor western de la historia, y en 2011 lo ubicó en el número 80 de las 100 mejores cintas estadounidenses.

Sin embargo, no era esto evidente en junio de 1969, cuando La pandilla salvaje (The wild bunch)llegó a las salas. El cuarto largometraje de Sam Peckinpah, tipo formado en la TV, generó controversia en un público y una crítica que aún no se reponían del sangriento final de Bonnie y Clyde (1967) y eran ahora testigos de un arranque cuya estilizada violencia -un ballet de montaje, cámara lenta, picados y contrapicados-, no los abandonaría fácilmente.

A medio de siglo de su estreno, "la película más violenta jamás realizada", como llamó Roger Ebert al filme ambientado en 1916, es objeto de un libro de W.K. Stratton (The Wild Bunch: Sam Peckinpah, a Revolution in Hollywood, and the Making of a Legendary Film). La obra es un pormenorizado reporte de la realización del filme, inserto en el contexto de una industria donde el género de los vaqueros venía en baja, sin perjuicio de que el mismo año se estrenaran con éxito Butch Cassidy y Temple de acero.

Director de difícil domadura para los estudios, Peckinpah insistió en rodar esta cinta fronteriza sobre dos forajidos crepusculares (William Holden y Robert Yan) en territorio mexicano y con actores de ese país, incluyendo como villano principal a Emilio "El Indio" Fernandez, uno de los grandes cineastas aztecas. Una vez estrenada, Warner ordenó cortarla: no por la violencia, sino para tener más funciones diarias. Hoy, puede verse incluso su versión de 162 minutos.