Michael Carabello, percusionista de Santana: "Hoy sería imposible repetir este festival"
Michael Carabello, percusionista histórico de Carlos Santana, pide que observemos las viejas fotos del show del guitarrista mexicano y su conjunto en Woodstock: "Si te fijas, casi nunca estamos pendientes del público o estamos mirándolo con atención. Quizás tocábamos para nosotros mismos y no nos importaba lo que la audiencia quería. Fluíamos y nos divertíamos con lo que pasaba en el escenario", cuenta desde su casa en Nueva York.
Y es cierto: mirar o escuchar esa presentación es sumergirse en un trance envolvente, una sacudida de percusiones latinas, guitarras endiabladas y cadencia pura, con el tema Soul sacrifice como una de las cimas absolutas del evento. De alguna manera, tenían libertad para hacerlo: Santana era un grupo casi desconocido. Ni siquiera habían sacado su primer disco y llegaron a Woodstock porque su mánager, Bill Graham, que también manejaba a otros peces gordos presentes en el encuentro, ejecutó la lógica del trueque: te paso a mis grandes estrellas si dejas que mi banda de novatos también toque.
Carabello sigue: "Todos nos ayudábamos. La palabra ego no existía entre los artistas. No había diva ni divos, esto no se trataba de fama ni de dinero. La palabra 'rockstar' no se conocía, eso recién apareció en los 80. Woodstock fue un caos cuando empezó a llegar mucha más gente de la esperada. ¿Y qué pasó ahí? Todos intentamos ayudar a esas personas, la gente realmente se preocupaba por los demás. Hoy eso no pasa, todo el mundo se odia por el color de la piel o porque tienes más dinero. Hoy sería imposible hacer un nuevo Woodstock: el que intentaron levantar para celebrar los 50 años se terminó cancelando porque querían hacer algo como Disneylandia. Lo realmente importante en 1969 fue la gente, no quién tocó en el escenario. En ese entonces, no existían los estilos musicales. Nadie hablaba de 'rock latino'. Era todo una sola generación de creatividad y arte. En cambio ahora tienes pop, rap, country, y todo está mucho más separado. Creo que no hay comparación".
Para el cierre, deja una anécdota: "Sí, Santana estaba completamente drogado en el show. Había consumido mescalina que le dio la gente de Grateful Dead. Creía que no le iba a hacer tanto efecto, pero finalmente le pegó de modo muy intenso. Todos tomábamos alcohol y consumíamos cosas, pero él era el único en ese punto. Pero a nosotros no nos importó, que hiciera lo que él quisiera. Cuando estábamos tocando sólo nos quedaba seguirlo, éramos una familia y un equipo. Pero yo no estaba drogado, eso sí que no".
Gregg Errico, baterista de Sly & the Family Stone: "Todos estaban muy abrumados"
La revista Life, en el especial que editó este mes para festejar los 50 años de la cita, fue el último medio en repetirlo: el show del colectivo de funk, soul y rock Sly & the Family Stone califica por lejos entre lo más vibrante de Woodstock. Con su maridaje de rítmicas negras, psicodelia y estética espacial, fueron los propietarios indiscutidos de la juerga.
Pero enfrentaron el derrotero de casi todos los invitados al festín de paz y amor: una presentación con retraso que se abrió paso entre el caos y el desenfreno. "Partimos siete horas después de lo agendado", cifra Gregg Errico, baterista de la banda, desde su residencia en EE.UU. "Se suponía que íbamos a empezar a las ocho de la noche del sábado, que era el segundo día, pero terminamos apareciendo a las tres de la mañana del domingo. Una locura. Todos los organizadores estaban demasiado abrumados ante lo que se había convertido Woodstock. Lo que partió como un evento relativamente modesto de arte y música terminó siendo algo único en la vida. Cuando salimos a tocar, estaba lloviendo, la gente ya estaba cansada, venía de muchas horas de música. Entonces, ¿qué hicimos? Les pusimos más energía y fiesta para que no se durmieran. Tocamos con todo. Definitivamente te sentías partes de algo especial en la historia, pero nadie calculó el impacto que hasta hoy iba a tener este festival".
Nancy Nevins, cantante de Sweetwater: "Íbamos a abrir, pero el tráfico lo impidió"
Sweetwater era una banda arquetípica de la era de las flores: un combo multirracial de California, salpicado de instrumentos como flautas, cellos y teclados, y comandado por una joven cantante de sombrero y voz dulce. Incluso habían logrado despachar el hit Motherless child. Pero la historia les tenía reservado un casillero legendario: serían los encargados de abrir el festival. Hasta que el destino les arrebató la victoria. Su vocalista, Nancy Nevins, sigue: "Es verdad: ese día para llegar a Woodstock había un tráfico infernal y sencillamente no llegamos a la hora. La gran cantidad de gente y autos lo impidió. Tuvimos que tomar un helicóptero".
Ante el entuerto, los organizadores finalmente optaron por subir al escenario como número de apertura a Richie Havens, célebre por su interpretación del tema "Freedom". Fue quien finalmente se quedó con ese momento epifánico en que el hito despegó. "Sinceramente, no recuerdo mucho el show que hicimos", acota la artista: lo que en un principio se vislumbraba como un honor, terminó casi como una pequeña maldición. "No fue un show bueno, el escenario no estaba listo para ninguna banda, mucho menos para una como nosotros. No había monitores, por lo que nunca pudimos escucharnos. Igual sacamos el trabajo adelante. Después tocamos en muchos festivales mejores que Woodstock, pero ninguno contó con tanto mito y promoción. Las personas que asistieron fueron las que hicieron posible ese milagro".
"Fito" de la Parra, baterista de Canned Heat: "Nos robamos un helicóptero"
Adolfo de la Parra, nacido en México y baterista desde 1967 de la banda Canned Heat -célebres por el hit "On the road again"- no quería ir a Woodstock. "Estaba muy cansado, en esos momentos teníamos mucho trabajo y el grupo estaba en crisis. Estaba totalmente deprimido. Tampoco sabía muy bien de qué trataba Woodstock, no le di importancia. Pero mi mánager entró al hotel y me sacó a la fuerza de la cama. Me dijo: 'prende la tele, están diciendo que es un festival increíble con medio millón de personas, de seguro va a ser el mejor concierto que tengamos en nuestras vidas'".
Cuando De la Parra y sus compañeros partieron hacia el evento, se toparon con otro problema: el tráfico no les iba a permitir llegar puntuales. "Todas las carreteras estaban bloqueadas de autos. Nos topamos con un helicóptero de la prensa y vimos a unos tipos cargando sus equipos. Fuimos tras ellos y les dijimos '¿dónde van?' y nos respondieron 'vamos a reportar las noticias'. Ahí los agarramos y les respondimos 'bueno, nosotros vamos a hacer las noticias'. Así que los sacamos del helicóptero, teníamos que llegar a tocar y ellos no se iban a arriesgar a pelear con una tropa de hippies. Nos robamos el helicóptero de la prensa para llegar", cuenta. "Fue una anarquía total. En el backstage había un par de mesas e instrumentos, pero nada más. Lo importante fue el mensaje. Todo lo que se debate hoy, el feminismo, la ecología, la igualdad de razas, explotó ahí".
Gerardo Velez, percusionista de Jimi Hendrix: "Fue mi primer show profesional y me tocó con el mejor de la historia"
La performance de Jimi Hendrix guarda relatos similares a los de otros insignes del evento: improvisación, retrasos, cambios de última hora, un entusiasmo moderado por el hito. Pero en el caso del guitarrista, su situación era aún más sensible. Casi dos meses antes había disuelto su proyecto más rutilante, The Jimi Hendrix Experience, por lo que estaba partiendo casi de cero, con músicos fichados en apenas un par de días y ensayos desplegados sólo semanas antes del pitazo inicial. Se preparó poco y nada para el gran banquete de la generación hippie.
En ese contexto, Gerardo Velez, de 22 años y un percusionista que recién hacía sus primeras armas (en la foto), fue invitado por Hendrix para integrar su conjunto después de verlo en una sesión improvisada. En rigor, Woodstock se transformó en el primer show como profesional de Velez; pero también, en el más importante de su carrera. Debut y leyenda en un solo paquete. "Es estar en el lugar correcto y en el momento preciso. Era mi cumpleaños, era mi primer espectáculo como profesional, y estaba tocando con el mejor guitarrista de la historia del rock and roll. ¡Qué gran fin de semana!".
Tras el rechazo de glorias como The Beatles o Bob Dylan, Hendrix cumplió el rol de "headliner" e impuso sus términos: exigió cerrar la cita, lo que finalmente lo llevó a tocar cerca de las nueve de la mañana del día lunes 18 de agosto. Ya se había ido parte importante del público (o estaban tumbados en el piso derrotados por los efectos del fin de semana). Su show -flanqueado por ese grupo de músicos incipientes que bautizó como Gypsy Sun and Rainbows- aún divide a la crítica, pero se empina como mítico gracias a esa versión del himno estadounidense donde ruge el feedback y la distorsión, tal como en esos años las bombas de su país sobre Vietnam.