1.

Cambio de década y

renovación estética

Tensiones, desfase y

tecnología

[...]

Durante el verano de 1986, Soda fue uno de los números centrales de los tradicionales festivales La Falda y Chateau Rock, que se realizaban en la provincia de Córdoba. Al mismo tiempo, y sin saber que estaban contribuyendo a promocionar al que sería el grupo más grande en la historia del rock latinoamericano, algunos DJ chilenos que viajaban a Mendoza para comprar discos comenzaron a difundir las canciones del trío en las discotecas y bares de los principales centros turísticos trasandinos. Poco después, la filial chilena de CBS editó los dos álbumes del grupo.

Las canciones de Nada personal mantenían la impronta bailable, pero si se las compara con sus antecesoras surgen diferencias cruciales: a partir de una concepción rítmica más espasmódica y contracturada, el grupo dejaba atrás la velocidad flexible del ska (con la excepción de "Si no fuera por") y destilaba un ánimo grave y sombrío que lo alejaba del fervor y la alegría que habían caracterizado sus comienzos.

El álbum también reflejaba el modo en el que Cerati comenzaba a reemplazar, en las letras, la ironía y el humor por un lenguaje sugestivo, menos directo. Pero, al igual que en el primer disco, lanzaba sus críticas a la superficialidad desde canciones bailables diseñadas para el consumo masivo.

En abril de 1986 en el Estadio Obras Sanitarias, se realizaron los cuatro conciertos con los que Soda presentó Nada personal de manera oficial, y que Alfredo Lois registró en video. Unos días después, el equipo viajó a Tilcara para filmar el videoclip de "Cuando pase el temblor", una canción que los músicos y Alberto Ohanian consideraban apropiada para difundir al grupo en Latinoamérica. Ohanian también estaba convencido de que si Soda actuaba en el festival de Viña del Mar, la consagración a escala continental estaba asegurada. Si bien el festival nunca se caracterizó por su perfil rockero, el hecho de que fuera televisado a todo el continente garantizaba una audiencia que se contaba por millones.

Curiosamente, Piero fue un aliado impensado en la difusión del rock argentino a nivel regional. El cantautor —que a comienzos de los años 70 había alcanzado una popularidad importante en Brasil, México y Chile, y que en 1976 se exilió en España— regresó al país en 1981 y se sumó a la carpeta de artistas de la agencia de Alberto Ohanian. El éxito de sus álbumes Canto de la ternura (1982) y Un hombre común (1983) —ambos en CBS— lo impulsó a recorrer nuevamente Latinoamérica.

Oscar Sayavedra, que se había convertido en el mánager de Soda tras el cambio de agencia, explica:

Ohanian tuvo una idea genial: iríamos a todas las filiales latinoamericanas de CBS para armar la estrategia del regreso de Piero, pero sumando a esas reuniones al mejor productor de shows de cada país. Así, se armó un triángulo estratégico en todos los territorios y la cosa arrancó bien. Y de paso, aprovechando que todos eran artistas de CBS, les metimos la idea de trabajar el rock en español. Así entraron Soda y Los Enanitos Verdes. Al poco tiempo, el fenómeno era total, cubriendo desde Chile hasta México.

La primera escala del viaje diseñado por Ohanian, que comenzó en mayo de 1986, fue Santiago. Al tratarse de una gira promocional, el grupo no realizó conciertos, pero sí una gran cantidad de entrevistas. Para los músicos chilenos que rondaban los veinte años, la aparición de Soda fue la prueba de que era posible cantar rock en castellano y ofrecer una propuesta artística de nivel internacional. A lo largo de una semana, entre fiestas y noches interminables, el trío llevó a cabo un verdadero tour de force periodístico. Todavía sometida a la bota militar de Pinochet, la juventud chilena se enamoró de los peinados y estribillos de Soda, y la profusa difusión radial de las canciones generó un fenómeno inédito hasta ese momento; al mismo tiempo, Ohanian visitaba las filiales de CBS en Perú, Colombia y México, entre otros países, repartiendo carpetas de prensa, discos y copias en VHS de los recitales en Obras Sanitarias.

A su regreso, el grupo continuó con la maratón de conciertos en las discotecas del Gran Buenos Aires y las principales ciudades del país: "Los fines de semana eran muy duros porque siempre se tocaba muy tarde, como mínimo a las dos de la madrugada, así que lo habitual era llegar a tu casa ya de día, a pleno sol. Pero el entusiasmo general era tan alto que nadie se sentía cansado ni había mal humor. Era pura energía veinteañera", apunta Sayavedra.

Cerati se había comprometido a producir artísticamente Consumación o consumo (1986), el primer álbum de Fricción, banda en la que ocupó el lugar de guitarrista por un breve período. Pero la apretada agenda de Soda le impidió cumplir con su palabra y solo pudo grabar algunas guitarras: "Ese año fue complicado para Gustavo, y un mes antes de grabar el disco de Fricción me dijo que no iba a poder producirlo. Luego grabaron Signos y se volvieron a ir de gira; todo pasaba demasiado rápido en aquel momento", precisa Richard Coleman.

En junio, Cerati, Alberti, Bosio y Quintiero se tomaron vacaciones. A lo largo de un mes pasearon por Francia, España e Inglaterra, donde asistieron al festival de Glastonbury. "El primer día fuimos a ver The Psychedelic Furs, y el segundo, a The Cure", evoca Quintiero. "El día que vimos a Simple Minds, Argentina jugaba contra Inglaterra en el mundial de México. Estábamos asustados y habíamos decidido que, si alguien nos preguntaba de dónde éramos, íbamos a decir que éramos españoles. Fue un momento tenso".

Zeta, en cambio, relata que el episodio tuvo lugar durante la actuación de Lloyd Cole & The Commotions. Lo cierto es que Simple Minds no formó parte de la grilla de Glastonbury ese año, y que Lloyd Cole & The Commotions se presentó el 21 de junio, un día antes del encuentro entre Argentina e Inglaterra, por lo que los sucesos que narra Quintiero deben haber ocurrido durante el recital de Simply Red, considerando la diferencia horaria entre México e Inglaterra, ya que el partido se jugó a las 12 del mediodía.

A su regreso, los músicos completaron la gira argentina de Nada personal, pero la relación con Quintiero ya no era buena. El cortocircuito entre el tecladista y el trío se había generado en el ya mencionado robo del camión que transportaba los instrumentos. "Con el tema del robo, yo quedé muy herido, económicamente y emocionalmente —relata el músico—. En ese camión había equipos míos y otros que Andrés Calamaro me había prestado. Soda y Ohanian se manejaron muy mal. Cerati me dijo que yo me iba a recuperar junto con la banda, pero yo no cobraba lo mismo que ellos por cada actuación, y eso no se modificó después del robo".

La relación sufrió otro revés durante las presentaciones de Nada personal en Obras. Cerati le había pedido a Quintiero que llevara a los conciertos su piano eléctrico Yamaha CP-70. Al tratarse de un instrumento delicado y costoso, el músico puso reparos, pero Cerati y Ohanian le garantizaron el cuidado en el traslado y la posterior afinación, por lo que Quintiero decidió no cobrarle su alquiler al productor. Pero cuando recibió la liquidación de esas actuaciones, descubrió que le habían descontado el costo de la afinación: "Eso me molestó muchísimo, me pareció muy miserable —cuenta Quintiero—. Es el lado B de lo que pasa en el negocio del rock, y del que no se habla mucho".

Cerati, Zeta Bosio y Alberti comenzaron a pensar en su próximo álbum con una idea definida: querían reflejar la potencia del trío en vivo con un sonido más orgánico y acústico, y no repetir la experiencia de la grabación de Nada personal por dos motivos. El primero, la pulsión de cambio que caracterizó al grupo desde sus orígenes; el segundo, actualizar la propuesta aprovechando la información que habían escuchado de primera mano durante el viaje a Europa.