Está justo debajo de los Apes, los Altazor, los Pedro Sienna y hasta del premio Platino que recibió en 2014. En el gabinete de trofeos que se encuentra a un costado del living de su casa en La Reina, se logra identificar también a lo lejos el Oso de Plata que Paulina García (1960) ganó ese mismo año en Berlín por su interpretación en Gloria (2013), el aplaudido filme de Sebastián Lelio que puso a la actriz chilena en el mapa cinematográfico internacional.

Junto a la misma estatuilla, están también los grandes anteojos rojos que inmortalizaron al personaje en la pantalla grande, similares a los que usó Julianne Moore en el remake estadounidense del filme, uno de los 15 mejores del año según publicó hace unas horas la revista británica Empire. Frente a dos tazas de café, la actriz chilena reconoce que tardó en ver la nueva versión de la película, que cambió Santiago por Los Ángeles. Hasta este domingo, ambas se exhiben en dos horarios distintos en Matucana 100.

"Realmente fue una coincidencia. No pude asistir al estreno ni al visionado previo. Me demoré ene, pero finalmente la vi", cuenta. "Julianne Moore me pareció simplemente una diosa. Y John Turturro, un príncipe italiano extraordinario. La dupla es genial y lo que arman es potente. Me pareció una película precisa, mucho más luminosa que la Gloria chilena, pero también menos densa y política. Ocurre que hacer cualquier cosa en Chile que además sea político, es inevitable a estas alturas. En EEUU, en cambio, sentí que Gloria Bell tenía la raíz un poco afuera del macetero, a pesar de lo que hoy está sucediendo allá. Me faltó ese algo, a pesar de que está todo, y hasta lo conversamos con Lelio no hace mucho", agrega.

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-¿En qué notó esas diferencias?

-Te doy un ejemplo: en la Gloria chilena, la persona que va a buscarla cuando discute en la playa al final, que ya es muy distinto a quedar tirada en una piscina, es la nana. Ni la mamá ni la hermana ni la prima ni la vecina; la nana, y ese es un fundamento político. Que a Gloria Bell la vaya a buscar su madre es un retrato social y tenía que probarse también, era parte del ejercicio y riesgo de rehacer la película. Pienso que simplemente no puedes negarte a dirigir a Julianne Moore y a Turturro. Fue una oportunidad maravillosa para Lelio, y estoy muy consciente de eso.

Batallas teatrales

Estaba anunciado, pero tuvo que bajarse. Llevaba poco más de un mes leyendo y estudiando los textos de La gata sobre el tejado de zinc, la obra maestra de Tennessee Williams que iba a tener una nueva puesta local dirigida por Rodrigo Bazaes para la abrir la nueva sala Mori Recoleta. Sin embargo, el cine nuevamente llamó a su puerta y Paulina García pidió aplazar el estreno hasta su regreso de España, donde filmó la cinta Black beach del director Esteban Crespo, donde encarnará a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU.

"Esa película me tiene muy entusiasmada, porque todo indica que irá a Berlín, y además porque pone en cuestión la labor de estas entidades en el mundo. Pero al mismo tiempo me obligó a marginarme de esa otra obra, y es como suele ser: cuando a un actor se le pone intensa la máquina del cine, lo primero que hace a un lado es el teatro", dice hoy la actriz, quien tuvo que posponer su retorno a las tablas y sumarse a un antiguo proyecto que tenía en carpeta, que debutará el próximo miércoles 28 en el Teatro Nacional Chileno.

Su última actuación en teatro fue el año pasado en el GAM, en Idomeneo, bajo las órdenes de Manuela Infante, pero su reencuentro con el escenario del Antonio Varas lo hará tras protagonizar en 2005 la obra Déjala sangrar de Benjamín Galemiri, conducida por Adel Hakim. Su nuevo desafío teatral, García lo enfrentará en Tarde de verano, texto de Ana Corbalán ganador de la Muestra Nacional de Dramaturgia del 2015. Dirigido por Angelo Solari (Momento; variación), allí compartirá el escenario con Luis Cerda, Pablo Fuentes, Constanza Rojas, Jorge Ortiz, Mario Avillo, Montserrat Ballarín, María José León y la propia Corbalán.

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Paly García en Tarde de verano, la obra dirigida por Angelo Solari que debuta el miércoles 28 en el Teatro Nacional Chileno.[/caption]

La historia narra una anécdota sencilla: una mujer mayor (García) pierde a sus dos perros una tarde de verano, y llama a la guardia ciudadana para recuperarlos. Lo que no sabe es que sus mascotas tienen su propia vida, que hablan y que hasta se encuentran con dos jóvenes que harán lo imposible por conseguir un helado para apaciguar el calor.

"Es un texto largo y en partitura. Se parece en ese sentido mucho más a Idomeneo, que era una especie de concierto teatral, solo que esto que hace Angelo (Solari) pasa por la musicalidad, por estructurar musicalmente el texto y la historia. Esta vez, sin embargo, dejó libertades actorales, particularmente en lo que me toca hacer a mí, pero igual estoy metida en un pentagrama. Es bien complejo lo que estamos haciendo", comenta.

-Hace un año usted dijo que estaba buscando nuevas posibilidades en el teatro, ¿a qué obedecen esas búsquedas?

-Yo estaba buscando que el teatro tuviera otra posibilidad de expresión. No porque esté aburrida de algo ni porque hayan dejado de gustarme las formas que conozco, sino por querer correr las fronteras un poco más allá, todo lo que uno pueda. También por ejercitar todas las musculaturas que implican actuar, desde lo físico y el plano intelectual que te pone preguntas y situaciones complejas. En este caso dedicamos tiempo a la música, y en las obras que he hecho entraba mucho después, salvo en Idomeneo, pero aquí es todo. La obra es un gran opus, no es solo la obra de teatro, y una no es la pieza fundamental ni la que lleva el bombo, eres solo la pieza que falta. A mí me resulta fascinante que todavía eso pueda suceder y que uno sienta que es una pieza y que sin mí esto no se hace. No es llegar y reemplazar, que es algo que me tiene consternada. Me preocupa lo mucho que se ha precarizado el trabajo de los actores en el teatro.

-¿A qué se refiere?

-A que trabajamos mucho para mostrar tres o cuatro semanas nomás, no hay cómo alargarse. Las salas de teatro han hecho un acuerdo de poner en exhibición obras que no estén más allá de tres o cuatro semanas, e incluso cuando te va bien, tienes que irte porque detrás de ti viene otra compañía. No hay flexibilidad en esos calendarios. Y está bien, los teatros tienen un programa que ofrecer, pero nos está sucediendo que no alcanzamos a instalar un problema con una obra y ya tenemos que salir. Lo que produce eso, además, es que antes de estrenar ya estoy pensando en el otro trabajo que tengo que hacer. El modelo se ha vuelto muy individualista y comercial. En Chile es casi imposible hacer trabajo de compañía, a menos que hagas lo mismo que Ramón (Griffero) o Javier (Casanga) u otros grupos, de tener un repertorio de obras y mostrarlas cada cierto tiempo. Pero aquí todo es plata, y los que no tenemos compañía estamos quedando afuera del sistema. ¿Quién gana con esto? Alguien, sin duda, pero nosotros no. El diagnóstico, te insisto, es que trabajamos mucho y que así y todo es imposible armarnos un sueldo con el teatro. Entonces, a los actores cada vez nos es más imposible vivir de esto, y es iluso pensar que no nos va a pasar la cuenta.