La tesis de Araña es más o menos la siguiente: Patria y Libertad preparó el Golpe del 73 y se quedó con el control de la economía, la prensa, la justicia y todo cuanto pueda describir al Chile fáctico.

Ese control lo mantiene hasta hoy y, además, es una bomba de tiempo ante la llegada de nuevos inmigrantes, porque en algún momento el gen nacionalista que tuvo ese movimiento verá en ellos una amenaza geopolítica y no una corriente de gente deseosa de labrarse aquí un destino mejor.

¿Es cierto todo eso? Yo creo que no. Que no anda ni por las tapas, pero da lo mismo. Lo que me deja al margen de la película es otra cosa. Es la mirada odiosa sobre los personajes, en particular sobre el triángulo compuesto por una pareja de jóvenes del barrio alto -ella, bonita y desenfadada, él, violento y cretino- y un joven más de pueblo, ex uniformado, de carácter explosivo, que llega a militar al grupo. Entre la chica y este muchacho que viene de abajo no tarda un surgir una tensión erótica evidente, pero, antes que esta relación se manifieste, primarán los intereses de clase y la pareja acomodada usará al joven como peón para asesinar al edecán del presidente Allende, episodio que precipitará el Golpe de Estado. Cometido el crimen, el autor del disparo se tendrá que esconder e ir del país. Muchos años después vuelve y ese retorno es, claro, complicado para quienes lo metieron en esta trama sangrienta e infame. Ella ahora es una socialité exitosa y respetable del Chile mediático y corporativo, él fundó un estudio jurídico de campanillas y para ambos el nexo que tuvieron con el asesino del edecán puede ser problemático.

Sí, todo cuadra. El problema es que no convence ni emociona, que a mí al menos es lo que me interesa del cine. Para emocionar se requiere un mínimo de empatía, que podamos ponernos en el lugar del otro, que podamos identificarnos, proyectarnos o fascinarnos en algún punto con los personajes y situaciones. Nada de eso ocurre aquí. El problema de Araña es mucho más que intelectual: es afectivo. Esta película no quiere a sus personajes y uno como espectador los quiere todavía menos, porque son detestables. El cretino que llegó a ser un abogado exitoso está ahora en una situación de colapso nervioso o alcohólico impresentable. La chica que era linda y tenía gracia y chispa se volvió una mujer arrogante, crispada, cínica y manipuladora. Y el sujeto que cayó en la trampa que le tendieron ellos, ahora es un lunático más peligroso que antes. Sí, muy interesante, se dirá, pero -perdónenme- esta galería es para salir arrancando.

¿Funciona la película? Sí, funciona: cuenta su historia. Está bien hecha. Logra buenas conexiones entre el presente y el ayer. Rescata líneas de la nariz de Mercedes Morán y María Valverde con una agudeza visual que la puesta en escena no siempre tiene. Agrega como película otra pieza importante al fresco de la historia de Chile que Andrés Wood viene componiendo desde hace años, particularmente con títulos como Machuca, La buena vida (que me gusta más), Violeta se fue a los cielos y ahora éste. Hubo gente que aplaudió cuando terminó la proyección -no mucha- y me hubiera gustado compartir ese entusiasmo. Sin embargo no pude.