La súper fan chilena que persigue a Metallica
Camila Guerrero es la fanática más grande que existe de Metallica y lo reconoce el propio grupo que acaba de agotar las entradas para su debut en el Estadio Nacional. Los ha seguido por todo el mundo incluso hasta la Antártica, suma 106 shows y se fue a vivir a Australia donde le sale más barato viajar en busca de más conciertos de los reyes del heavy metal.
…Y el camino se convierte en mi novia
me he deshecho de todo menos de mi reino
así que en ella yo confío
y me mantiene satisfecho
me da todo lo que necesito.
"Wherever I may roam", Metallica
El video está en Youtube. Registra algo más de 3.800 visitas. El Ortelius enfila por el Cabo de Hornos en viaje de regreso desde la Antártica. Es el 9 de diciembre de 2013 y Lars Ulrich, baterista de Metallica, responde una entrevista en el puente de mando de la nave. El día antes la banda había protagonizado una extravagancia propia del grupo más grande del heavy metal: tocar en el continente blanco en nombre de la preservación del medio ambiente ante un puñado de fans latinoamericanos seleccionados por un concurso de Coca Cola.
Camila Guerrero, de 20 años en ese entonces, era uno de los tres chilenos seleccionados elegidos.
Ulrich reflexiona sobre los fanáticos. Mira un punto indefinido. Parece no encontrar las palabras para explicar la devoción del público que los ha acompañado al lugar más recóndito del planeta. De pronto, con la voz engolada y los ademanes histriónicos característicos que le convierten en un personaje singular en la cultura del rock —venerado y parodiado—, describe a Camila.
"No sé si ustedes saben quién es ella. Es una fan que viene y viaja con Metallica alrededor de todo el mundo. Veo su carita sonriente en la primera fila en los lugares más alocados".
Tres años antes, 26 de enero de 2010, Camila disfruta y sufre en el Club Hípico de Santiago su primer concierto del grupo que se ha convertido en una completa obsesión en su vida. Fue la primera de 106 fechas y contando. Se sentía eufórica. También era una prueba de resistencia física. Instalarse en la primera fila de un espectáculo así implica estar dispuesto a quedar atrapado en una centrífuga humana de empujones a cada mosh pit, expresión salvaje y liberadora del público del thrash metal. Camila es bajita, usa lentes. En ese tiempo, una liceana que debía rendir cuarto medio. La sensación de desmayo la rondaba.
La música siempre ha sido fundamental para ella. "Y no solo escucharla sino también tocar. No hay nada que me apasione más". Creció con las canciones de Slipknot y Marilyn Manson en Valparaíso cortesía de un tío. Rayaba con la teatralidad de ambos artistas.
A los 12 años todo cambió. Un amigo que aprendía guitarra enhebró los primeros acordes de "Fade to black", un clásico del álbum Ride the lightning (1984), el tipo de canción elaborada y progresiva por la cual Metallica tomó distancia en el thrash en los ochentas, cuando era un fenómeno de la costa oeste de EE.UU. producto del boca a boca. "Nunca había escuchado algo tan bonito en guitarra acústica. Mi amigo me dijo 'esto es Metallica' pero no sabía qué canción. Estuve toda una tarde en Youtube buscando hasta que llegué a esa parte, el solo que hace Kirk (Hammett) al principio. Jamás paré".
Camila siguió el ritual del fanático. Bajó todos los discos, los memorizó. Concluyó que Master of Puppets (1986) y el Álbum negro (1991) eran perfectos. Aprendió los temas en guitarra y batería, y comenzó a tocar en una banda tributo llamada Milimétrica. Hasta ese momento su ídolo máximo era el cantante y guitarrista James Hetfield. Aquello cambió esa noche de verano en el Club Hípico, show al que llegó sin permiso de su madre.
"Le mentí porque no me dejaba ir. Salí del concierto y tenía como 14 llamadas perdidas de mi vieja. Pero a mí no me importaba nada. Estaba feliz. Y ahí me dio con Lars. James pasó a segundo plano".
*
Lluvia primaveral en el puerto, sábado 12 de noviembre de 2011. Camila Guerrero sale de una agencia de viajes y queda empapada.
Siente que el mundo es una mierda.
Un millón 400 mil pesos.
La cifra se repite, retumba en su cabeza. Suena imposible, inalcanzable, demasiado dinero. Aquello era una especie de resaca de algo que había sucedido tres meses antes: Metallica encabezaba Rock in Rio y todos sus amigos habían ido a Brasil. Vio la transmisión por streaming. "Me angustié, sentí pena".
2011 fue un año revuelto para el movimiento estudiantil chileno. La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso donde Camila estudiaba primer año de inglés, se fue a paro esa primavera. Comenzó a trabajar 45 horas a la semana en un local de Pizza Hut y tomó una decisión: vería a Metallica donde fuera y como fuera. "Anunciaron que iban a tocar el Black Album entero en el festival Download en Inglaterra en junio de 2012 y compré la entrada. Le pedí a un amigo con tarjeta de crédito que lo hiciera. Se la pagué al tiro y fue como ahora qué hago".
Habló con una tía que le recomendó contactar a una prima suya de una agencia de viajes. Ahí supo de la cifra millonaria. Luego la lluvia, la desazón.
Entonces tuvo una idea.
Partió de inmediato donde su madre en Curauma. La familia estaba reunida en un bautizo incluyendo su abuela con quien Camila vive en el barrio Almendral de Valparaíso.
"Me dije 'lo siento vida pero voy a tener que mentir sino las huevás no van a salir como yo quiero'".
Llegó justo cuando el clan se sentaba a comer. Camila pidió un minuto de atención. Su madre, trabajadora de una agencia portuaria, y su abuela pensionada, imaginaron un anuncio de embarazo. "Conté que venía de una charla en la U sobre una pasantía de dos semanas en Inglaterra y que básicamente uno tenía que costearlo". Para mayor credibilidad Camila añadió una cuota de dramatismo: no le importaba si la apoyaban, intentaría cubrirlo con lo que ganaba en la comida rápida.
"Entonces mi abuela me dice yo te voy a regalar un millón de pesos".
Camila sintió que el tiempo quedaba suspendido.
Rompió a llorar.
La mesa completa con sus familiares se contagió del llanto.
Una sensación agridulce se apoderó de ella.
*
Al término del verano 2012 Camila no solo tenía la entrada para Download y el pasaje prácticamente costeado, sino que con el dinero de su trabajo en comida rápida compró compulsivamente tickets para toda la gira de primavera boreal que Metallica emprendería por Europa. Once boletos para República Checa, Serbia, Italia, Francia, Suiza, Finlandia, Alemania y el remate en Inglaterra.
42 días siguiendo exclusivamente a Metallica.
Un sueño a los 18 años.
Camila estudiaba para profesora de inglés porque dominaba el idioma, pero la parte de la pedagogía no le entusiasmaba en lo absoluto. Cuando enfrentó ese primer semestre en marzo de 2012 sabiendo que entre mayo y junio estaría de viaje, tomó otra decisión. "Un día salí de clases, llegué a la casa y dije que me salía de la carrera. No fue más de un minuto. Soy una persona extrema, determinada. Si algo no lo quiero en mi vida, lo saco". La abuela nuevamente apañó cuando Camila recurrió a la imaginería metalera para describir su situación. "Dije que no quería enseñar. Que veía mi futuro arder en llamas".
*
A Camila le quedan cinco libras. El frío la supera. No tiene dónde dormir. Está en la última parada antes de llegar al festival Download en Inglaterra, 8 de junio de 2012. Llueve con furia, hay barro por todas partes. Sus Converse de caña baja han desaparecido bajo una capa de lodo. Encuentra un baño. De milagro no huele mal. Ingresa a una caseta, baja la tapa del excusado. Se arrodilla e intenta dormir.
Las últimas seis semanas parecen un guión perfecto, la más entretenida de las películas y ella es la protagonista.
La realidad ha superado sus mejores fantasías.
*
1 de mayo, la última noche en Valparaíso, Camila daba vueltas en su cama. "Después que hagas este viaje, va a haber otra vida", pensaba una y otra vez. También sintió miedo. "Empecé a asumir lo que iba a hacer". Tras el regalo de su abuela logró reunir tres millones de pesos. Programó los viajes en tren y compró los boletos por Internet. Como miembro del Met Club de Metallica, la página oficial donde se inscriben los fans más acérrimos, participó de todos los concursos de la gira para un meet and greet y acceso al Snake Pit, zona exclusiva para unos 300 fans, reducto legendario en la historia de Metallica. Fue estrenado en 1991 para la memorable gira del Black Album, bautizada como Wherever We May Roam Tour en alusión a una de las canciones más significativas del disco, sumando 224 fechas entre el 1 de agosto de 1991 y el 18 de diciembre de 1992.
"Eran 11 conciertos y si cada concierto tenía dos concursos, 22 posibilidades de ganar. Mi estrategia era participar, participar, participar. Volaba el 2 de mayo. El primer show era el día 7 y mi cumpleaños es el 14. Todo era una fecha bacán".
El mismo amigo que le había enseñado a tocar "Fade to Black" la fue a dejar al aeropuerto junto a la abuela y su padrastro. Camila estaba nerviosa. El amigo la abrazó. "Te va a ir la raja porque tú estai entera loca por los loquitos, y hay que estar entero loco para tener éxito en esta vida". Abordó el avión y su celular comenzó a vibrar. Era un amigo de Finlandia, Osku, seguirían juntos el tour. Había ganado pases para el Snake Pit y la invitaba. Los resultados de los concursos estaban publicados en la web de Metallica. Camila revisa. Su nombre figura para Snake Pit en Serbia y un meet and greet en Italia.
Va a conocer a sus ídolos en persona.
El avión empieza a carretear por la pista. El corazón se acelera. La emoción la supera. Estalla en llanto. Una azafata se acerca, le da agua, le dice que se calme, que la nave es segura. 12 horas de vuelo y llega a Rotterdam en Holanda a la casa de unos tíos. Será su base de operaciones en Europa por mes y medio. Cuenta la verdad. No hay tal pasantía.
Vuela a Praga para el primer show y se encuentra con Osku. "Fue como un hermano en ese viaje, él era todo lo que tenía". Llegaron a las 7 de la mañana al recinto y ya había fila. A sus 18 años le impresionó ver fans que podían ser sus padres, incluso abuelos. Llevaba una bandera chilena con la frase "Wherever I May Roam", traducida como "donde quiera que vaya". Le preguntaban de dónde era y la edad porque se veía aún más joven. "Me hicieron sentir súper cómoda y súper rápido me hice una red de amigos".
Cuando Metallica apareció en escena, el tiempo se alteró para Camila. Veía a los músicos y los platillos azotados de la batería en cámara lenta.
"Había mentido pero nunca me había sentido tan feliz en la vida".
Camila salta y grita todo el concierto. Su euforia supera largamente el entusiasmo de los checos. Metallica termina de tocar y Camila sigue igual de prendida. Lars Ulrich tira baquetas al público hasta que se detiene a la altura donde ella se encuentra. La observa, ríe, empieza a saltar sobreactuado. Hace una parodia de la histeria adolescente. Lars se está burlando de Camila delante todo un estadio. A ella le da lo mismo. Le hace gestos para que le tire la baqueta. El baterista calcula la distancia. Las posibilidades de que la agarre otro son altas. El músico le pega un baquetazo en la espalda a un guardia indicando que se le pase directamente a la chica de lentes. La aporreada pieza llega a las manos de Camila y la levanta en señal de triunfo. Desde el borde del escenario el músico le lanza un beso.
"Ese fue mi inicio del viaje".
La fecha en Francia fue ruda. Ambiente tenso, retraso en el ingreso, empujones de los fans por una mejor ubicación y mucho celo policial. Una mujer uniformada revisó la mochila de Camila, cogió la bandera y la arrojó a la basura. Camila la recuperó y plantó carrera hasta confundirse con la multitud.
En el incidente Camila y Osku se perdieron hasta encontrarse de casualidad en el gentío. Estaban un poco tristes porque el escenario quedaba lejos cuando les divisó Erik, un sueco que habían conocido en Praga y que trabajaba en el Met Club. Su misión: repartir pases para el Snake Pit entre los que habían llegado por la mañana como ellos, con más de diez horas de espera. "De nuevo estaba en la primera fila y no la podía creer. Todo se daba a pesar de que no tenía más que las ganas. En ese concierto Lars me miró y me apuntó con la baqueta así como 'me acuerdo de ti'".
La siguiente parada era el meet and greet en Udine, Italia, previo al show. En el vuelo desde Chile Camila había reflexionado sobre cómo debía comportarse. No podía ser la típica fan incapaz de dominar sus emociones. Se equivocó. Haciendo fila para el encuentro los nervios la superaban. Tampoco llevaba algo especial para que le firmaran.
Bueno, casi.
Aficionada al dibujo había confeccionado una revista por largo tiempo. A James Hetfield, Kirk Hammett y Robert Trujillo dedicó una o dos páginas. A Lars, cuatro. Llevaba eso y su bandera rescatada de la policía francesa. 20 personas esperaban contando italianos, búlgaros, daneses y un húngaro. Camila rogaba para que Lars apareciera al final. No estaba segura de resistir de inmediato el impacto de ver a escasa distancia a su integrante favorito de Metallica. Aparece Trujillo y casi de inmediato el baterista, que partió saludando al húngaro justo al lado de Camila. El tipo estaba petrificado. Apenas atinó a pasar cosas para que se las firmara mientras Ulrich intentaba dialogar. Luego avanza hacia ella y pone cara de te-he-visto-en-alguna-parte. Camila siente que se desmaya.
"Lo abracé nada más, ni un hola. Le pedí disculpas porque si lo soltaba me pondría a llorar. Me dijo 'tengo todo el día para que te contengas'. Empezamos a hablar. Le pasé la revista. Me preguntó si era artista y yo le dije que me gustaría, pero no".
Ulrich mira la bandera. Pide pistas.
"Sudamérica", lanza Camila.
Nada.
"Chile".
Nada.
"¿En serio? Has tocado ahí tres veces".
Lars dice que le parece un viaje desde muy lejos para un meet and greet. Camila confiesa que él es el principal motivo de la travesía. Teatral, Ulrich pide a viva voz que la saquen después de hablar con él "porque a ella no le interesa James Hetfield".
Camila y Lars empiezan a echar la talla.
"Llevábamos como 20 minutos conversando y faltaba toda la fila". Entonces Camila tiene una idea, una cosa del momento. Era el 13 de mayo. Al día siguiente estaba de cumpleaños y tenía una de esas pulseras artesanales con el nombre bordado. "A Lars le encantan las pulseras. Dije esta es la mía. 'Esta pulsera dice mi nombre y quiero que la uses hoy. Como estoy tan sola en este continente, devuélvemela después del concierto con toda tu energía. Ese va a ser mi regalo de cumpleaños".
-Entonces no es un regalo, dijo Ulrich.
-Es un regalo mutuo.
-Me gusta eso del regalo mutuo.
Camila intentó amarrarla en su muñeca izquierda pero el cordel no alcanzaba.
Un par de horas más tarde Metallica ataca con "Master of Puppets". En el interludio del tema donde solo las guitarras siguen tocando Lars Ulrich se paró apoyado en los platillos, gesto típico suyo para observar a la audiencia después del intenso arranque del corte de 1986, un clásico en la historia del metal. "Me ve, dice como ah, ahí está la niña, y se apunta con la baqueta la mano. Tenía la pulsera".
Termina el show, el baterista baja hasta el público, llega donde Camila y aparta todos los brazos que se estiraban en su dirección.
"Happy birthday", dice el fundador de Metallica.
Camila abre la mano. Ahí está la pulsera completamente húmeda por el sudor de más de dos horas de concierto, desteñida por completo.
La había amarrado con un cordón de zapatilla.
*
El día del cumpleaños la abuela de Camila la saluda por Facebook. Dice sentirse contenta porque la nieta está en Europa "cumpliendo su sueño".
Camila se da cuenta que su familia nunca creyó lo del viaje por estudios.
Parte a Rotterdam y revisa Youtube. "Cuando Lars me regaló la baqueta, cuando me apuntó, estaba todo. También tenía material del meet and greet. Hice un compilado explicando lo que me había pasado en esos diez días. Publiqué en Facebook". Camila creyó que lo vería su familia y amistades. Se fue a dormir. "Al día siguiente, 99+ amigos, 99+ mensajes, 99+ notificaciones. El video se había hecho viral y tenía caleta de solicitudes de amistad. Todas las páginas de Metallica en el mundo subieron el video. Quedé como la 'niña Metallica' y Lars como el bacán porque se portó un siete conmigo. Mi mamá y mi abuela lo vieron y lo compartieron".
Ninguna preguntó por la pasantía.
Cero mención al millón de pesos.
*
Camila y Osku retomaron la gira pero tras la fecha en Finlandia su amigo decidió que era suficiente, estaba cansado y un poco enfermo. No llegaría hasta Download. Mal momento para quedar sola. Camila sólo tiene 25 euros y no puede volver a Rotterdam. Significaba pasar días en la calle y sin bañarse. "Partí a Inglaterra y justo estrenaban un documental, Mission to Lars, sobre un chico especial que estaba obsesionado con Lars y sus hermanos le ayudan a conocerlo. Me quedaban 10 libras y sacrifiqué 5 para ir a ver esa cuestión en vez de comer. Salí llorando de la función".
Camila está en ese baño embarrada y muerta de frío. Son las horas previas al concierto final en el Download. Cierra la tapa del retrete y piensa en todo lo que ha vivido esas seis semanas.
"Me despertaron dos huevones que estaban tirando en el baño de al lado. Dormí apenas dos horas".
Solo ocho grados marcaban los termómetros la noche del concierto. Camila nuevamente había llegado al Snake Pit cortesía de un guardia, Seth, que ya la ubicaba. "Voy a vacilar con todo porque es el último", pensó. Avanza el listado de canciones hasta "Seek & Destroy", el cierre. Lars se empina en la batería y la apunta con una baqueta. Camila se niega a creer. Recibe un golpe en la espalda. Es Erika, una chica noruega que acaba de conocer y que hoy es su amiga. "¡Muévete!". Camila salta la reja, el baterista le da la mano para que suba. Se abrazan. La imagen se proyecta a todo lo ancho de las pantallas de Download. Ulrich le pregunta si sabe marcar el inicio del tema en un platillo. "Sí. Le pegai cuatro veces y empieza". Camila Guerrero marca con precisión y Metallica responde con aquel clásico del debut Kill 'em All (1983).
Vuelve a Chile.
Siente que la reciben como a Arturo Vidal.
Camila aprovecha su año sabático. Compra un pasaje en seis cuotas para Ciudad de México apenas un mes después de Inglaterra. Metallica se propone ensayar con público ocho noches en el Palacio de los Deportes para la película Through the never (2013), que resultaría un completo fracaso. Camila se queda en casa de un amigo de redes sociales que había visto su video en Download. "Me atrevería a decir que tengo un amigo en cada país donde Metallica toca". En el DF se siente una pequeña celebridad. Los fans le piden fotos. Su video en el festival británico es viral entre la comunidad de seguidores. "Fueron de las mejores semanas de mi vida. Me levantaba y el panorama era ir a ver a Metallica". Luego se fue a Vancouver donde sería filmada la cinta. Camila sale en la película.
En 2013 comenzó a estudiar Diseño Gráfico ("era lo mío, siempre lo fue") y contrajo deudas con amigos para seguir al grupo. El mapamundi giró hasta Australia, luego al festival Orion organizado por la banda en Estados Unidos, y después a Rock in Rio.
*
Metallica interpreta "One", la monumental canción del álbum ... And Justice for all (1988) que los convirtió en súper estrellas. Son los compases en que Lars Ulrich sostiene el tema como metralla con el doble pedal. En esos escasos segundos James Hetfield levanta los brazos con los puños apretados.
Está eufórico.
Al frente, a centímetros, tiene a Camila. Chocan las manos.
Metallica actúa en plena Antártica el 8 de diciembre de 2013.
A fines de octubre de ese año Camila trabajaba en un local de comida rápida en Viña del Mar y vio un mensaje en Facebook que decía algo así como agarren ropa abrigada porque Metallica va a la Antártica. El concurso de Coca Cola Zero solo era válido para Chile, México, Argentina, Colombia y Costa Rica.
"Mi parada fue que nadie lo merecía más que yo".
Imprimió las bases y las memorizó. Se podía competir en Facebook, Instagram y Twitter. Camila desechó la primera red porque dependía de un sorteo -"muy azaroso"- y la segunda porque exigía sacarse fotos con chucherías de Metallica -"lo encontré penca"-. Twitter no era precisamente fácil. Implicaba escuchar radio todos los días y responder preguntas durante tres semanas. "No estaba durmiendo bien, me sentía mal. Todo Chile estaba participando de esto".
Camila iba a clases con audífonos. Ante los reclamos de los profesores ya tenía un discurso. "Profe, sucede esto: Metallica va a tocar en la Antártica y yo debo estar ahí, así que respete esta huevá por favor". Los académicos, enterados de su afición por la banda, le deseaban suerte.
Pregunta en la radio: ¿Cuál es la canción instrumental del primer disco de Metallica?
Respuesta inmediata de Camila: "(Anesthesia) Pulling Teeth".
Resultado: Camila Guerrero a la semifinal de la semana.
El ganador se dirimía con una guerra de retweets. El contrincante de Camila es Jaime. Se conocen. No lo soporta. "No contaba que el bonito es informático y que tenía puros boots a su favor retuiteando. Yo súper limpia, full difusión en RRSS onda cabros porfa, ustedes pueden hacer la diferencia, yo contra el mundo. Hice un grupo gigante en Wasap, locos, a mi casa. Creamos cuentas, 4, 5 en un minuto. El IP cagaba, reiniciar el router y así. Gané con 1902 retuits".
La final es en el Hard Rock en el Costanera Center en Santiago. Anima Alfredo Lewin. Los finalistas se conocen entre sí. "Si no salía uno, bacán saber que iba a ir gente que sí valía la pena". Había solo dos mujeres de un total de ocho participantes y tres cupos para el extremo sur con rondas de trivia de Metallica. Camila enmudece en las primeras preguntas. No encuentra el timing de la chicharra para responder. Luego acierta dos respuestas y a la siguiente falla el aparato. La cambian de puesto y su rendimiento mejora notoriamente. Es la primera finalista y llega a la instancia junto a la otra chica. En la siguiente fase su competidora toma ventaja en dos respuestas. Camila se concentra y empata. Lewin revela la última pregunta.
"¿Dónde fue la última fecha de 2010 del World Magnetic Tour?".
Silencio.
Camila presiona la chicharra.
Por descarte dice "Melbourne".
Camila gana.
Camila corre por todo el lugar.
La prensa la persigue.
Al día siguiente aparece a página completa en Las Últimas Noticias.
"En ese momento yo llevaba 31 conciertos. Era todo pagado, soñadísimo, 20 ganadores en total. Nos fuimos en un barco. Demoraba 48 horas pero llegamos en 63 porque nos agarró una tormenta. Vomité mi alma. Perdí peso".
Hubo muchas restricciones por parte de los organizadores para evitar eventuales incomodidades al grupo. El meet and greet se programó para escasa media hora y Camila reclamó a viva voz que sería imposible. En el encuentro le mostró a Hetfield el diario donde aparecía como ganadora. James se rió. "Eres más famosa que yo en Chile". Camila se quedó 20 minutos después del cronograma conversando con Lars en el bar. Le regaló una mini réplica en diez versiones de un cuadro de Jean-Michel Basquiat que había sido parte de la colección privada del músico.
El día del concierto la producción había dispuesto un domo. Insólitamente la banda estaría dentro y los ganadores fuera. Ulrich se negó. Todos juntos o nada. Tocaron sólo clásicos como "Creepin' death", "Master of puppets", "One", "Sad but true" y "Seek & destroy".
Camila choca los puños y las palmas con el vocalista de Metallica en One. Termina el concierto. Lars le pide a Camila que le sostenga las baquetas y que se ponga para la foto.
"Salen ellos cuatro y yo al medio".
En la Antártica.
*
Camila sigue viajando tras Metallica. Hace apenas un mes se radicó en Adelaida, Australia, en busca de "paz y estabilidad" y mejores perspectivas de trabajo para sumar tours. Durante un buen tiempo creyó que se detendría al completar 100 conciertos. No sucedió. La centena fue el pasado 16 de junio en Bruselas. Camila hizo un cartel y se lo mostró a Lars aquella noche en Bélgica. "Me hizo un gesto para que me acercara. Me abrazó y me dijo 'no te vayas nunca más a tu casa'. Me agarró el pelo, me chasconeó, siempre me molesta. Y me regaló una baqueta, mi baqueta de show número 100".
Camila le mostró el cartel al resto de la banda. Cuando estaban despidiéndose del escenario abrazados como siempre, cada miembro de Metallica se acercó y le dio las gracias.
"Tengo una foto de ese momento. Después de eso lloré 100 años".
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