UNO.

Titulares de esta semana de la estrella pop del momento. "Billie Eilish confiesa que ya no tiene amigos". "¿De quién está enamorada Billie Eilish?". "Así se siente Billie Eilish cuando se juzga su forma de vestir".

Las palabras resuenan a revista adolescente y por edad -17 años- Billie Eilish aún clasifica. Pero sucede algo distinto con esta centennial nacida en un ambiente de artistas en Los Ángeles. Su pop tenebroso y melancólico que maneja en contra de las corrientes dominantes, encaja perfecto con el entramado de la ciudad símbolo del cine. El glamour y la decadencia, el brillo y la oscuridad, la lujuria y el vicio. Billie Eilish, a pesar de su colorida apariencia, refleja todo aquello y canta como si tuviera más edad y hubiera vivido muchísimo más, a veces dolida y vulnerable, otras con un tono de sutil amenaza. Su auge y calidad completan un triunvirato de heroínas góticas junto a Lorde y Lana del Rey.

DOS.

Con apenas un ep y un álbum, Billie Eilish es la última defensa del pop de EE.UU. ante la monocorde invasión urbana latina con mensajería prima hermana del viejo hit "Rico suave", de Gerardo, de ahí su permanente presencia mediática en los últimos meses. La resistencia encarnada con novedad y arrojo ha sido rentable con tres singles de platino y seis de oro. Esta semana alcanzó el número uno del Billboard Hot 100 con "Bad guy", pop de diseño para adolescentes con temática universal y atemporal -el atractivo eterno de los chicos malos-, pero con giros contemporáneos: sexualidad sin casillas, personajes ambiguos envueltos en música de refinado erotismo con atisbos de ligera violencia. Billie canta sigilosa y advierte que los papeles se pueden invertir en cualquier momento. Tres minutos y 14 segundos de bajos profundos y ambiente electrónico minimalista montado con ecos de grandes musicales, enlaces a melodías de otras épocas de esa ciudad cinematográfica.

TRES.

Podemos verlo así: el pop ha progresado. Hace nueve años, un quinceañero Justin Bieber mareaba al mundo con Baby y un montón de canciones bobaliconas, mientras que a la misma edad Billie Eilish debutaba con el ep Don't smile at me (2017), antecedido por el éxito del evocativo single Ocean eyes. La canción estampó de inmediato uno de los pilares de la carrera de Eilish, la sociedad con su hermano Finneas O'Connel, artista de múltiples talentos con roles en televisión (Glee y Modern family), compositor, músico y productor. Finneas es puro ingenio, modernidad y gusto. When we all fall asleep, where do we go?, el álbum debut de Billie Eilish publicado en marzo pasado, está construido con múltiples detalles; sonidos que reptan en la mezcla y distintos ángulos para instalar la hermosa voz de Billie adoptando variadas emociones y personajes. Bury a friend está armada entre latidos y chirridos, escenas de ritmo incesante con Billie cantando imperturbable y siniestra. "Listen before I go" es de otro tiempo, evoca el costado lúgubre de Los Ángeles. Eilish interpreta a la manera de una cantante de bar a medianoche acompañada de piano, triste y resignada. Xanny es una obra de ingeniería: los bajos retumban, se deforman, parecen mal sintonizados y a la vez perfectos, mientras la voz de Billie escala como si viniera de una vitrola.

CUATRO.

La máquina comercial atrapa y pone a Billie Eilish a cantar con Justin Bieber en una nueva versión de "Bad guy". Justin hace lo suyo. Arruina el single. Su estilo de chico malcriado no empatiza con la vibra ni la trama más compleja de la estrella del momento. Billie Eilish canta problemas propios de su generación -"Wish you were gay"- y se expresa con una angustia y sensibilidad que parecían suprimidas en el pop de hoy. Las almas adolescentes tortuosas, que siempre son legión, tienen a una nueva líder atenta a la calidad del discurso.