Mucho antes de que la ciencia hiciese posible en 1861 que el color se fijara de forma permanente en una imagen de papel, los fotógrafos ya soñaban con ver sus obras más allá del blanco y negro. A mediados del siglo XIX se hicieron las experimentaciones de fotos coloreadas a mano, usando todo tipo de materiales y técnicas, como acuarelas, crayones y pasteles, aplicados con hisopos de algodón o con los propios dedos.
En Chile, a fines de los años 20, hubo un pionero indiscutible en el arte del retrato y de la llamada "fotografía iluminada" o coloreada: Kyutaro Tsunekawa (1898-1985). De nacionalidad japonesa, llegó al puerto de Valparaíso hace exactos 100 años con la idea de trabajar en la compañía Mikado, pero luego que esta quebrara Tsunekawa tuvo que improvisar. Trabajó como vendedor viajero, administró un almacén en Concepción y cuando su español mejoró se trasladó a Santiago donde conoció a otro japonés, dueño del estudio de foto Nanyo, en 1922. A los dos años, Tsunekawa se independizó, primero como fotógrafo a domicilio y luego instaló su propio negocio que tuvo varias locaciones, el último en calle Merced.
"Aprendió del maestro Nanyo, que en esa época era famoso en la sociedad chilena, pero luego él cerró y mi papá siguió con su propio estudio y luego yo después que muriera hasta 2005", cuenta Isaac Tsunekawa hijo mayor y heredero del Estudio Tsunekawa, quien acaba de hacer efectiva la donación de más de 25 mil imágenes del archivo de su padre, entre negativos de placa y copias en papel, a la Biblioteca Nacional, que desde este jueves le dedica su primera gran muestra individual.
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Isaac Tsunekawa, hijo y heredero del Estudio Tsunekawa. Foto: Catalina Juger.[/caption]
En Tsunekawa: 100 Años de Retratos se exhibirán fotos en blanco y negro, su cámara de fuelle original, placas de vidrio retocadas y materiales con los que el japonés coloreaba sus obras. "El compró gran cantidad de polvos pastel importado e hizo las mezclas de los colores, la piel, los rosados de la cara, y siempre se usaron los mismos. Una vez intenté preparar uno yo, pero no quedaba igual", dice Isaac, quien destaca lo celoso que era su padre con los materiales. "Nadie podía tocar la máquina del padre. En 50 y tantos años yo la habré usado quizás 10 veces", agrega.
Tsunekawa tomaba fotos con placas de cristal y las retocaba él mismo usando cincel y brocha. Quitaba arrugas, agregaba lunares, corregía narices imperfectas: era el Photoshop de la época. Luego copiaba los negativos a papel en sepia y los coloreaba al estilo de las estampas japonesas: tonos delicados que iluminaban tenuemente la escena.
El fotógrafo también se hizo conocido por sus collages de primeras comuniones, en los que superponía dos o más negativos para que niños y niñas aparecieran a lado de la Virgen o con una cruz que levitaba: todo eso también estará en la muestra.
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Historias cruzadas
Cien años después de la llegada de Kyutaro Tsunekawa, el retrato iluminado cobra un renovado interés de la mano del fotógrafo Orlando Zamorano (59), responsable de la cuenta Twitter Pintor de historia (@camus_beto), quien comenzó a colorear fotos de forma digital hace unos 20 años, pero hace pocos meses empezó a subir sus trabajos en redes sociales, teniendo gran aceptación. Además, Zamorano conoció y trabajó para Tsunekawa. "El era fantástico, ponía el atril y pintaba todo a mano usando una lupa gigante. Para mí, él era como el 'zurcidor japonés', un mago arreglando negativos", dice el fotógrafo. "En los 90 comencé a trabajar los primeros retoques digitales e hice trabajos para algunos estudios como Casa Serra, Foto Marion, Foto Mattern y para Tsunekawa, pero muy poco, yo creo que a él no le gustaba mucho", agrega.
Zamorano tiene su estudio Multifoto en calle Luis Thayer Ojeda donde realiza fotos para pasaporte y carnet, además de restauración de fotos en papel. La colorización de fotos, eso sí, la hace sin fines de lucro y hasta ahora la recepción ha sido positiva.
"Coloreé una foto de Kena Lorenzini y ella misma me contactó para agradecerme. También me han contactado antropólogos por la coloración de fotos de pueblos originarios y de municipios que me han pedido colorear fotos históricas de paisajes y ciudades. Todo lo hago gratis", dice "Creo que hay algo mágico en ponerle color a una foto antigua, imaginarse cómo habría sido, es como si volviera a la vida", agrega Orlando.
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En los 70, Tsunekawa viajó a Japón y aprendió la técnica del revelado a color que luego probó en Chile, pero no le convenció. "Eran cuatro líquidos que había que medir cada uno con su temperatura y no podía haber errores. Pero además en cinco o seis años todas las fotos se desteñían, era demasiado inestable, mi papá lo dejó", dice Issac. Nada era más confiable y eficaz que su propia mano coloreando la historia.