La crónica es así. Lanzado 10.000 days en 2006 sobrevino una gira recargada de fechas. Tan exigente que el cantante Maynard James Keenan no dio muchas esperanzas sobre el futuro insinuando una inevitable separación, repartido además en otros proyectos musicales y actividades de viñatero bastante más comprometidas que prestar el nombre a una etiqueta como hacen otras estrellas. La contraparte de Adam Jones (guitarra), Justin Chancellor (bajo) y Danny Carey (batería) comenzó a trabajar siguiendo la fórmula habitual: música por cuenta de ellos + el vocalista con letras y melodías. Ese preámbulo de Fear Inoculum se remonta fines de la década pasada. Por años los músicos trabajaron piezas sin completar mientras los reportes del cantante acusaban escasa forma en el material recibido.
En declaraciones al podcast de Joe Rogan a fines de julio, Keenan reveló además que la lentitud del proceso de este quinto álbum respondía también a conflictos internos, egos friccionados en una banda plenamente consciente de su espacio singular en la historia del rock en los últimos 30 años, semejantes a una deidad exótica de varias extremidades capaz de acariciar distintas vetas sin clasificar en ninguna, y gozar de una reputación similar a la de Radiohead. "Cuando tienes éxito", comentó Keenan en el podcast, "crees que tienes razón en todo y estás bastante seguro como individuo".
Las primeras escuchas de Fear Inoculum sintonizan con esas tempranas impresiones del vocalista. El single homónimo de adelanto introduce el recetario de la mayoría de las canciones: desarrollo pausado, un asunto gradual, algo que va creciendo inexorablemente y que de cierta manera recuerda la manera en que The Cure construyó canciones como "Push" y "Fascination street", donde la voz se integra pasados los dos minutos de trama instrumental con bajo y guitarra hilando por separado.
Las advertencias de paciencia del cantante con las nuevas canciones cobran sentido y la recompensa no defrauda. Fear Inocolum refleja a una banda aún sólida que sin escapar de su estricto y singular lenguaje mejora su expresión, explora matices y experimenta otras emociones. También es cierto que de toda esa paleta anímica la angustia se ha ido y deja un vacío.
No se requiere un curso como insinúa uno que otro youtuber para comprender la complejidad de Tool, y así descifrar a Fear Inoculum como el retrato de músicos más viejos y experimentados. Con la excepción de Chancellor, de 47 años, el resto son cincuentones (Carey con 58) a punto de cumplir tres décadas de actividad profesional. Lo perdido en agresividad e inmediatez propio de energías juveniles irrecuperables, lo reemplazan en emotividad donde es clave la voz de Maynard James Keenan. Ofrece menos cabriolas y temperamento explosivo pero aflora una feminidad potenciada en paisajes musicales de creciente melancolía y liturgia, relatos que germinan sin distorsión, intros de suaves acordes siempre en secuencias matemáticas embarcados en lentos giros mientras los restantes instrumentos se suman también de manera sigilosa como ocurre en "Invincible", una pieza maestra de metal progresivo, un relato sobre guerreros interpretado como una crónica sobre la situación al interior del grupo. Las piezas son literalmente progresivas en su construcción, se cocinan lento, avanzan, se repliegan en puentes, vuelven a la carga. Seis de siete cortes se extienden por más de 10 minutos, hasta 15 como ocurre en "7empest".
La producción de Joe Barresi, que trabajó con Tool en 10.000 days y con un largo historial involucrado en las bandas más inventivas del rock duro de EE.UU. desde los 90 como Kyuss, Melvins y Queens of the Stone age, ha dado un extraordinario giro junto a estos músicos. Transitó de una sonoridad sombría y cruda característica en su trabajo, a un brillo que resalta una absoluta democracia en la mezcla para cada integrante con un espacio asegurado. Todos brillan.
A estas alturas de su trayectoria, Tool avanza en la medida que cita su propia historia y así Fear Inoculum contiene elementos de cada uno de sus álbumes, como indaga en algunos aspectos con excelentes resultados. En "Pneuma" por ejemplo —"somos el espíritu que abunda en esta carne", canta Maynard—, con un arranque tradicional seguido de un puente del bajo con prístinas notas, encajan un giro electrónico adosado con naturalidad. "Descending" resulta sublime con resonancias del neo progresivo de los 80 sazonado de space rock y un majestuoso solo como broche ("Chewy tiene su solo de dos notas", apuntó en su propia reseña del álbum Maynard James Keenan aludiendo a Adam Jones), para una pieza de varios movimientos concatenados. "Chocolate chip trip" es una versión moderna de las composiciones de King Crimson con protagonismo en la percusión, como en "7empest" Tool devuelve los halagos de Meshuggah y nuevamente King Crimson.
Con una dinámica distinta persiste siempre esa cadencia sincopada, la elasticidad en riffs de cifras extrañas, esos ritmos de resonancias folclóricas y desérticas que nacen del trabajo extraordinario de Danny Carey —"la batería es la pieza central de este álbum" afirmó Keenan en sus notas del disco—, uno de los indiscutidos virtuosos y creativos del instrumento desde el surgimiento de Tool. En esos mismos apuntes el vocalista se refiere a "7empest", la última canción, como "el canto del cisne", la figura sugerente de un final. Hay algo de eso en Fear Inocolum. Es un círculo que se cierra y a la vez una historia que insiste en expandirse en una órbita solitaria.