La casa de la calle Arribeños, en pleno barrio de Bajo Belgrano, en Buenos Aires, no solo alberga el secreto de cómo fue compuesta "Muchacha (ojos de papel)", el clásico del grupo Almendra perpetuado como una de las creaciones más bellas e influyentes del rock cantado en español. Esos rincones también guardan el origen de una vida completa.

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Porque la capacidad lírica y creativa de Luis Alberto Spinetta venía incubándose mucho antes de esa era de fines de los 60 en que saltó a la fama con su primer gran conjunto. En este lugar, el músico nació el 23 de enero de 1950, escribió sus primeras letras, encontró sus inspiraciones más tempranas, imaginó su vida como cantautor y se fue al tiempo después para consolidarse como una de las figuras fundamentales del cancionero latinoamericano.

En el interior del lugar, en sincronía con ese pasado generoso en historias, todo remite a la música. En la puerta principal hay un sticker de Almendra, su álbum debut de 1969, aquel con esa simbólica imagen dibujada por el propio cantante y que muestra a la caricatura de un hombre llorando, con una flecha de juguete en la cabeza y un gorro a rayas; es precisamente donde viene Muchacha... Como bienvenida tiene mucho sentido, ya que en este sitio se sucedieron durante jornadas completas los ensayos de sus primeras agrupaciones, Almendra, Pescado Rabioso e Invisible.

Luego llegamos a la cálida cocina, bendecida por "San Pugliese", el patrono de los músicos; una estampita con su figura y su respectiva leyenda descansa en lo más alto de la repisa que está junto a la mesa de diario. Antes del acceso asoma otro santo patrono, mucho más personal y propio. Un gran póster de Luis Alberto Spinetta se impone en el espacio; una imagen en blanco y negro que lo muestra con la mirada fija, algo taciturna, y el pelo ensortijado, en plena juventud, como si con sus ojos quisiera decir "estoy listo para desde aquí empezar todo".

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En la olla, un arroz integral termina su cocción, y en el living, descansan los instrumentos de Amel, la banda que forman Gustavo Spinetta (65) y el hijo de Ana Spinetta (71): ambos son los hermanos del "Flaco" y ambos hoy siguen viviendo en la casa donde despegó esta historia. Gustavo no se ha movido de ahí en seis décadas, mientras su hermana la ha habitado en distintos momentos. Una propiedad que pertenecía a sus abuelos y que aparecerá durante este mes en BIOS: vidas que marcaron la tuya, la serie de documentales del canal Nat Geo consagrada a los íconos de la música hispanohablante y que en los próximos días estará dedicada al ex Pescado Rabioso.

Celebrando a mamá

Para conversar, los dos sirven tazas de té, un par de tostadas y mate cocido. Una calidez elocuente que lleva a concluir que la personalidad de Luis Alberto era igual, sencilla y cercana. Ellos, desde luego, fueron los primeros testigos de sus chispazos artísticos, cuando la necesidad de expresar lo que pasaba en su mundo interior buscaba una pronta vía de exteriorización. "Había inventado una canción para que le cantemos en el Día de la Madre a mi vieja, nos sacaba a la calle para que la practicáramos y para que ella no la escuchara. Él había inventado la letra, la melodía, todo, era tremendo siendo muy chiquito. Todo eso era el espíritu de él", recuerda Gustavo.

Por lo mismo, su familia no tardó en ver y potenciar sus dotes. "Cantaba en las fiestas de cumpleaños que se hacían en casa, lo paraban en una silla o lo ponían en la cabecera de la mesa, porque cantaba muy bien, se ve que siempre le gustó. Tenía, además, la influencia de mi viejo, que también cantaba. Luis llegó a verlo actuar", recuerda su hermano.

Ana, que había permanecido en silencio durante el encuentro, ahora agrega: "Aparte de la influencia de la música, para esa época él ya le había escrito 99 poemas a mamá, textos que asombran, le escribía cosas tremendas, para nosotros volver a eso es fuerte. Pero él arrancó escribiendo".

En ese instante, se levanta de la mesa y vuelve con varios papeles en la mano para ejemplificar el relato: son dos cartas escritas por "el Flaco" cuando apenas tenía 10 años. El destinatario de ambas misivas es Julia Ramírez, su madre, dueña de casa y una de las personas más importantes de su existencia. Fue, de alguna manera, el referente con el que empezó a construir su obra.

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La primera carta está hecha con lápiz scripto, coloreada y decorada con dibujos infantiles: "El texto es de él, pero como yo tenía mejor caligrafía, me pidió que escribiera", recuerda Ana mientras comienza a leer con solemnidad un poema hecho para el día del cumpleaños de su mamá, a principios de los años 60:

A mamá

Ya ha llegado, por fin, con mucho anhelo

la fecha que marca el calendario,

mi madre cumple años y por eso

juntaré yo el amor más necesario

No tengo yo dinero, como otros

pero guardo muy buena voluntad

para hacerle un verso yo en mi cuarto

a mi madre que me quiere con verdad

Por tal, no será nada lujoso

pues, es mérito de un hijo que te adora

Sabrás mirarlo mil veces y guardarlo,

Con amor, en tu lecho, como auréola…

Juntaré de mi amor, recogimiento

del duraznero una flor levantaré

y exclamaré también en ese día

una vez más "mamita, ¿me querés?"...

Luis A Spinetta

Mami: Es poco en precio, pero grande, muy grande en demostración del amor para ti que siento. ¡Que los cumplas muy feliz mi mamuchita! Te lo desea: Luis Alberto (tu hijo querido).

El día que no llegó

La segunda carta está hecha en grafito, algo borrosa y con algunas rasgaduras y manchas, quizás el deterioro propio de un documento que ha sido guardado por 59 años. "Esto está escrito el 16 de octubre del 60", cuenta Ana. "Esta es su letrita, está hecho en un anotador del colegio, lo tenemos transcrito", acota. Luego, comienza a leer:

Mi madre

Madre pura, madre santa, madre bella

Solo tu amor conduce mi camino

Hoy en tu día agradezco sacrificios

Que por un hijo tu corazón ha hecho

Espero madre que tú nunca me faltes

Y el día que seas una estrella

Esperaré amargamente mucho tiempo

Cuando tu alma y la mía apretujadas

Estén allá ante el Divino Maestro

Y podremos abrazarnos tiernamente

En aquel puro e infinito cielo

A mamá con cariño, un recuerdo de un verso hecho por tu Luis Alberto en el Día de la Madre.

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Ana lee con voz temblorosa las palabras de su hermano. Cuando termina, dice, con los ojos húmedos: "Te parte la cabeza en dos esto, pensar que lo escribió a los 10 años, no hay con qué compararlo… No lo digo porque sea mi hermano". Esta carta, además de emotiva, es desgarradoramente honesta. Spinetta a esa edad ya tenía la capacidad de hablar con belleza de los asuntos más dolorosos. Son estos textos un documento histórico y un hallazgo para observar en perspectiva la dimensión de su obra. Son la punta del iceberg y representan el momento en que encuentra su hábitat, impulsado por el amor que sentía por mamá, su primera musa inspiradora.

Ana sigue: "Toda la vida estaba pendiente de traerle algo a mamá para verla sonreír. Ella decía algo y al otro día él se lo compraba. Me acuerdo que un día mamá comentó que le gustaría tener un televisor para mirarlo desde la cama. Al otro día, Luis se apareció con la tele, la instalaron en la habitación ¡y mamá no la veía nunca! Su comentario fue solo al pasar, pero ¡él le trajo el televisor, la puta madre, y ella no lo usaba nunca! (se ríe)".

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Pero el destino quiso que el artista no padeciera el dolor que imaginaba en sus escritos infantiles. Nada quiso que Luis perdiera a su madre: el día que tanto temía a sus 10 años finalmente jamás llegó. Fue él quien primero se convirtió en estrella. El músico falleció el 8 de febrero de 2012 y ocho meses después fue el turno de su madre; ahí pudo abrazar tiernamente a Julia, la mujer que le diera la vida y le regalara su eterna inspiración.