Versus: ¿Cuál es el mejor disco de Tool?

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A propósito de la aparición de Fear inoculum, el último disco de los estadounidenses en trece años de silencio, los críticos de música de Culto, Andrés Panes y Nuno Veloso, debaten cuál es el mejor disco de Tool. Mientras uno aplaude Lateralus, el otro elogia Ænima.


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Lateralus: ¿A quién no le gusta un buen misterio?

Por Andrés Panes

Siento debilidad por todos los artefactos de la cultura pop que generan obsesiones colectivas, desde Star Wars hasta Los Simpson, así que Tool está siempre en mi radar. El flujo de afecto entre la banda y sus seguidores me parece conmovedor, y si tuviese que explicarle a un neófito en qué se basa semejante nivel de pasión, Lateralus es el disco que elegiría para hacerlo porque ni siquiera es necesario disfrutar sus canciones para entender que se trata de una hazaña creativa. Hasta el día de hoy, 18 años después de su lanzamiento, todavía hay personas escarbando en sus canciones para encontrar pistas y descifrar sus mensajes ocultos. La exploración de sus misterios es una aventura, el equivalente rockero a la búsqueda de un tesoro, pero en un contexto moderno y colectivo: la pesquisa se lleva a cabo en línea proponiendo toda clase de teorías en una conversación de nunca acabar acerca de los secretos que Tool enterró dentro del disco.

Para mí, Lateralus pertenece a la estirpe de los best sellers enigmáticos en la veta de OK Computer de Radiohead o Dark Side of the Moon de Pink Floyd, obras maestras donde existe una gran densidad conceptual y aun así hay suficiente vaguedad como para resistir numerosas interpretaciones. Si bien Tool es una banda que ejerce mucho control sobre cada cosa que hace, creo que siempre deja espacio para que la imaginación trabaje. Su tercer disco, en especial, se me hace el más estimulante por todo lo que evoca: pasea por ideas filosóficas, esotéricas y científicas en un vaivén de información que mece la conciencia hasta alterar su estado. Por lo mismo, solidarizo con cualquiera que necesite darle sentido tras experimentarlo. Lo que es yo, disfruto el viaje, prefiero la incertidumbre. Ojalá que Maynard James Keenan se lleve a la tumba la verdad absoluta sobre Lateralus para seguir leyendo los foros donde, de vez en cuando, alguien cree haber encontrado nuevas claves.

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Puede que tenga mucho de cerebral, pero ese perfeccionismo enfermizo del que tanto se habla es la base del romance entre la banda y su gente. El amor de Tool por los detalles, acaso su principal fuerte, guía cada segundo de Lateralus. Cómo no va a haber cariño en un disco inspirado en música y letras por la sucesión de Fibonacci y la proporción áurea, con todo el trabajo que conlleva respetar sus sagradas matemáticas. La energía invertida por los fanáticos es una respuesta al esmero de Tool, un grupo con más corazón del que suele admitirse porque se tiende a pensar que la música de filiación arty o progresiva es puramente neuronal. Pero nunca hay que olvidar que, en medio del despliegue de virtuosismo que es "Schism", lo que está al centro de todo es una reflexión sobre la comunicación humana. Y si hay tipos que saben cómo llegar a otros con lo que transmiten, esos son los Tool de Lateralus, capaces de convencer a una legión de suspender su incredulidad y entregarse a la fantasía de que alguna vez los misterios serán revelados.

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Ænima: abriendo el tercer ojo

Por Nuno Veloso

Tal vez el momento más brutal en todo Ænima (1996) es "Hooker with a penis", una canción donde Keenan enfrenta a un fan posero enchapado en ropa de marca y una polera de los Beastie Boys que le reclama por haberse vendido. La respuesta en formato vozarrón no se hace esperar: "Todo lo que lees, o vistes, o ves, o escuchas en TV es un producto que ruega por tus putos y sucios dólares. Así que cállate y compra. Compra, compra mi nuevo disco. Mándame más dinero. Ándate a la mierda, cabrito". Y acá estamos comprando un nuevo disco, Fear inoculum, el más reciente tomo en la expansiva propuesta de Tool, cuyo título se reveló el 29 de julio de 2019. Son 13 años desde el anterior 10.000 Days, y 10.002 días exactos después de que Opiate salió al mercado, el 10 de marzo de 1992.

Si uno lo piensa, en los 13 años que la banda se demoró en este nuevo álbum, se ha ido la mitad de su vida discográfica. El arcano mayor número 13, en el tarot, es la carta de la muerte, y es sumamente necesario notar que no se refiere a la muerte física, sino que implica una transfiguración o un cambio de mentalidad. Es el fin de un viejo orden para inaugurar uno nuevo. Y eso es lo que Tool parece presagiar en Fear inoculum, una veta declaradamente más tribal, cósmica, alucinantemente técnica; pero, la jugada clave que determinó la trayectoria que hoy nos tiene frente a esta manifestación, aquel punto de quiebre preciso se dio en Ænima. Si el patán ese que reclamaba en "Hooker with a penis" decidiera viajar al pasado a evitar que Tool se convierta en esta incuestionable deidad del metal progresivo que es hoy, es solo cosa de pescar un DeLorean y programar el condensador de flujo rumbo a 1996 y borrar a Ænima de la historia.

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En "Forty six & 2", las líneas "Escojo vivir y crecer, tomar y dar y moverme, aprender y amar y llorar, matar y morir y ser paranoico, mentir, odiar y temer y hacer lo necesario para abrirme paso" reafirman el contenido de la placa: liberarse de ataduras, abrazar la propia sombra para evolucionar. Esta es la muerte, el cambio, operando sobre la banda: "Mientras caen las paredes y mientras veo tus ojos, mi miedo comienza a irse, recordando todas aquellas veces en que he muerto y moriré. Todo está bien, no me importa", gime Maynard en "H.", como anticipando el futuro, sin miedo, con aceptación y entendimiento. Y es que, la alineación definitiva de la banda, con Justin Chancellor en bajo, estaba finalmente lista para embarcarse en este viaje. Sus líneas serpenteantes unidas a la laberíntica ejecucción de Danny Carey, las atmósferas asfixiantes y viscerales de Adam Jones y la intensidad de Keenan parecen aquí ya destinadas al más allá.

Recordando la canción infantil "Row your boat gently down the stream", Maynard susurra justo en la mitad de "Third Eye": "Una rima infantil se me pegó en la cabeza. Decía que la vida era un sueño. He pasado muchos años en la búsqueda, solo para darme cuenta de que siempre lo he sabido". Y así era, precisamente: la única forma en que Tool podía llegar a hacer que el Tercer Ojo se abriera en sus oyentes era abriendo el suyo propio. La fantasía de la destrucción de la ciudad de Los Angeles en la canción "Ænema" opera como una metáfora del abandono del ego y todos sus putrefactos accesorios, inspirada por una rutina del provocador Bill Hicks. En 13 años más, en 10.000 días más o cuando llegue a ocurrir, si es que existe una manifestación futura de Tool después de Fear inoculum, todo lo que hagan seguirá remitiendo a este disco, a esta encrucijada. Esta es su sustancia. Ænima es su alma.

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