Las chicas bajan en masa desde los cerros rumbo a la Quinta Vergara, varias con binoculares para observar en detalle a Camilo Sesto, debutante en la edición de 1974 del festival de Viña. El astro español no solo cuenta con algunas de las mejores baladas de esos días como el extraordinario single "Algo de mi", que un par de años antes le ha lanzado irremediablemente a la fama en España y Latinoamérica, sino que encarna a un símbolo sexual indiscutido. A su belleza se enlaza a una voz fenomenal e irresistible capaz de cantar baladas majestuosas, rock y pop con acento dramático y sugerente con una intensidad teatral en la interpretación que electrifica. Por si fuera poco, escribe, arregla y produce sus propias canciones.

Camilo Sesto coincidió en ediciones memorables del festival. Ese debut fue el mismo año que "Bigote" Arrocet cantó "Libre" de Nino Bravo como una manera de agradecer el Golpe. "Hemos dicho al presentarlo estas noches que es un aporte más de España al festival internacional de la canción en Viña del Mar", dijo con la acartonada sobriedad de esos tiempos el animador César Antonio Santis, al despedirlo en la última de tres actuaciones bajo la vieja concha acústica. "No me olviden", respondió el cantante, "porque yo quiero volver". La chicas se pelearon los binoculares cuando se quitó la chaqueta revelando una vaporosa camisa blanca y un ajustado pantalón a la cadera.

Camilo regresó muchas veces a Chile y al resto de Latinoamérica porque es ídolo en todas partes donde se habla español. Los únicos sorprendidos por su éxito inmortal fuera de España son los españoles. Los titulares hoy rinden homenajes pero no hace mucho había cierto desdén por su figura, relegado a la categoría kitsch por las notorias cirugías y un invariable peinado de tía abuela como imagen de una celosa vida privada perfectos para el cotilleo.

Verlo en vivo en el ocaso de su carrera era una experiencia dura y amarga por el contraste con los recuerdos. Ese hombre envejecido que intentaba maquillar el paso del tiempo batallaba contra un pasado fulgurante y rara vez podía arañar ese brillo. En uno de esos regresos a Chile casi siempre promocionados como despedida se abrió a las solicitudes del público, ganando "Piel de ángel" entre los gritos. Se acercó al borde del escenario y cantó una parte a capella. La sala se congeló. Por algunos segundos la antigua voz de Camilo Sesto volvió provocando emoción ante el talento sobrecogedor de una figura legendaria.

Esa generación obligada a carretear con flamante toque de queda tuvo a Camilo Sesto como banda sonora por largos años y sus hijos crecieron con la presencia constante del español en televisión y radio. No había nadie mejor que él para protagonizar en nuestro idioma Jesucristo Superstar. Camilo cantando "Getsemaní" era totalmente heavy metal, estremecedor. "¿Por qué he de morir?", clamaba tras aullar y quedabas impactado al mismo nivel de escuchar a Freddie Mercury.

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Era una categoría distinta la suya. España ha dado grandes astros de la canción, sobre todo la extraordinaria generación de fines de los 60' y comienzos de los 70' con solistas como Julio Iglesias, Raphael, Joan Manuel Serrat, Nino Bravo y grupos como Mocedades. Camilo Sesto es el renacentista entre esas estrellas. Tenía la voz más emocionante, la facha y una pluma voluptuosa cargada de poderosas imágenes, como escribe en Amor… amar:

"Yo no tengo llanto

Ni caricias

Y en el aire

Muchos abanicos negros

Me anunciaron tu llegada"

Las guitarras acústicas ceden a los violines bellamente escritos, el paulatino ascenso del dramatismo, los redobles, la voz que estalla épica -"cabalgando la noche"-, elevando aún más la pieza que le pertenece en letra y música. Una sola figura orquestando la totalidad de esos elementos, ese tipo de talentos, ya no existen. Con la muerte de Camilo Sesto no solo los que hablamos español hemos perdido a uno de los mejores de la música popular del último medio siglo. Es el adiós de un talento universal.