Hubo alertas silenciosas, aunque no del todo convincentes. Desde principios de año irrumpieron los rumores acerca de los progresivos problemas de salud de Camilo Sesto. Incluso, el español canceló una fecha en Chile acordada para el 17 de mayo en el Gran Arena Monticello, sin una justificación clara, amplificando las versiones en torno a posibles dificultades de toda índole en su estado actual.
Por lo demás, desde 2008, hace casi una década, venía embarcado en una gira del adiós que sólo parecía un infinito hasta luego; el baladista iba y volvía bajo la amenaza de su jubilación, determinación que nunca llegó a cumplirse. Intuía que el minuto de colgar el micrófono estaba cerca, pero quería seguir estirando sin límites su existencia sobre los escenarios.
Pero anoche el punto final fue definitivo. Según sus redes sociales, el cantante falleció ayer en España. "Queridos amigos & amigas. Lamentamos mucho comunicaros que nuestro gran y querido artista Camilo Sesto nos acaba de dejar. Descanse en paz", informó su Twitter, sin entregar mayor detalles.
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Un mensaje formal y conciso que contrasta con el impacto rotundo de la noticia: con su partida desaparece una de las más grandes voces del cancionero hispanohablante de la segunda mitad del siglo XX y parte fundamental de la generación de oro de la balada romántica cantada en nuestro idioma.
Un lenguaje propio
Como parte importante de sus coetáneos, Sesto se inició en la música en los 60, maravillado por el estallido del rock and roll y el dominio de las bandas inglesas, integrando grupos como Los Dayson o Los Botines, todos deudores del sonido de The Beatles o los Bee Gees. Pero con el fin de ese decenio, comprendió que la música en español debía tener un sello distintivo. Menos rasgos imitativos y un lenguaje mucho más propio.
Y ese léxico era uno solo: el de las relaciones amorosas en todas sus variantes, formas y desenlaces. Corazones destrozados, pero también corazones en estado de máxima electricidad.
Así, junto a otros como Raphael, Julio Iglesias, Nino Bravo, Leonardo Favio o Sandro, tejió un estilo rico en orquestaciones, donde el histrionismo vocal rebosaba por todas partes, con letras entrelazadas como historias melodramáticas y melodías tan dulces como vehementes, tan sutiles como barrocas. Quizás ese equilibrio lo había cogido del rock, aunque también su look, siempre de pelo largo, mirada grácil, ojos expresivos y una evidente ambigüedad.
Fue su imagen reproducida durante años en los más diversos rincones de Hispanoamérica, aunque fueron sus canciones más bien su eje, encadenadas como una suerte de banda sonora en el reinado del dial AM en países como Chile entre los 70 y la primera parte de los 80.
Pero había una diferencia capital entre Sesto y el resto de sus competidores, esencialmente Iglesias y Raphael, con quienes formó una suerte de triunvirato estelar: el fallecido artista era también el compositor de sus canciones.
Y aunque en sus letras las relaciones de pareja siempre fueron el móvil principal, lo que las elevó a un estado mayor fueron las alusiones hacia el costado más trágico y flagelante del romanticismo: los amores clandestinos, en penumbra, poco reconocidos, camuflados al ojo público.
https://www.youtube.com/watch?v=4Lq1-rtkOuQ
"Piel de ángel", de 1975, es el mejor ejemplo, casi un himno de la pasión prohibida: "A escondidas tengo que amarte/A escondidas, como un cobarde/ A escondidas, cada tarde/ Mi alma vibra, mi cuerpo arde/ A escondidas, cada tarde/ Te siento, piel de ángel". Ahí había un concepto clave: "cobarde".
Las canciones de amor en los 70, gracias a íconos como Sesto, no sólo empezaron a narrar idilios ensoñados, feromonas en ebullición permanente o entregas cargadas de pasión; también empezaron a retratar a los cobardes. A los que sufrían y a los que hacían sufrir.
El suceso
Una apuesta que, en el caso de Camilo Blanes Cortés –su verdadero nombre- se inauguró hacia 1970. Tras emanciparse de sus primeros grupos, ese año grabó un sencillo con los temas "Llegará el verano" y "Sin dirección", con el seudónimo de Camilo Sexto.
También ganó el premio Revelación en el Festival de los Olés de la Canción. En el mes de marzo de ese mismo año 70 grabó su álbum Algo de mí, dirigido y realizado por Juan Pardo, ya como Camilo Sesto y con algunas de sus composiciones. Comenzó a hacerse popular con títulos como "Lanza tu voz", "A ti, Manuela", "Ay, ay, Rosseta" y "Mendigo de amor".
Pero ese título –que se editó en 1971- ya traía un hit mayúsculo: la propia "Algo de mí", su primer gran golpe a la cátedra. Sus apariciones en Televisión Española fueron constantes, timbrando otra rúbrica de esta generación: fueron quizás los primeros artistas hispanohablantes que aprovecharon el impacto masivo y popular de la TV para expandir su éxito.
https://www.youtube.com/watch?v=B7x0rWUva9c
Teniendo como aliados a la pantalla chica y a la radio, y con una alta producción de discos, la camada de voces que tenía a Sesto como uno de sus cabecillas le dio renombre internacional a la balada en español, la convirtió en un mercado sólido y rentable, e instauró un patrón que sigue vigente hasta hoy.
Por lo mismo, en 1972 su nombre ya era familiar en latitudes foráneas, lejos de su España natal. Ese mismo año editó el trabajo Solo un hombre, el que contenía clásicos como "Fresa salvaje", melodía hasta hoy omnipresente en fiestas, espacios de TV o compilados con lo mejor de la canción hispanohablante de esos años.
En 1974, otro salto lógico: si había llegado la gran era de la TV y el dial AM, también era el período estelar de los grandes festivales, con Viña como uno de los más representativos. Ese mismo verano fue su debut inapelable en el escenario de la Quinta Vergara, su primera vez en grande ante el público chileno.
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Al año siguiente, su amplio suceso lo llevó a protagonizar la versión española de la ópera rock Jesucristo Superestrella, con él en el rol de Jesús, mientras Angela Carrasco encarnaba a María Magdalena y Teddy Bautista a Judas. Los años 70 siguieron con hits enormes como "¿Quieres ser mi amante?", "Con el viento a tu favor", "Miénteme", "Vivir así es morir de amor" y "El amor de mi vida".
En los 80 su figura no alcanza un impacto tan mayúsculo, en parte por la aparición de otros nombres más jóvenes –como Miguel Bosé- y por el reinado de otra balada más moderna y mediática, la mexicana, encabezada por nombres como Luis Miguel o Emmanuel. Pese a ello, participó en el legendario Festival de Viña de 1981, el más grande de todos, donde compartió focos con otros peces gordos, como Iglesias, Bosé, el "Puma" Rodríguez o KC and the Sunshine Band.
A partir de los 90 y los 2000, ya gira bajo el mote de clásico o, más aún, bajo la etiqueta kitsch, aquello que define a música de corte AM, pero que igual resulta atractiva y estilosa para las nuevas generaciones. En el nuevo siglo, empieza a lidiar con sucesivos problemas de salud –en 2001 se le trasplantó el hígado a causa de una hepatitis- y con la evidente merma de sus capacidades vocales.
Con un aspecto físico cada vez más singular, Sesto vive de lo que fue, anclado en una eterna gira de despedida en la que se resistía al "hasta siempre" definitivo. El mismo adiós que llegó ayer desde su país natal.
Se ha ido una leyenda. El dueño del ideario romántico de al menos tres generaciones. El rostro y la voz de algunas de las más bellas composiciones cantadas en nuestro idioma.