Ambientada en Nueva York durante la epidemia del crack, entre fines de los ochenta y comienzos de los noventa,

Wu-Tang: an American saga

es una miniserie sobre la génesis de los clásicos raperos Wu-Tang Clan, pero, si bien pertenece al boom de las biografías musicales aderezadas con ficción, en la veta de

Bohemian Rhapsody

o

Rocketman

, también funciona como un drama humano acerca del bajo mundo.

La dureza del entorno desde el que emergió el colectivo, formado por once integrantes si contamos al DJ Mathematics y al difunto MC Ol' Dirty Bastard, marca la pauta de sus primeros episodios. Los minutos iniciales muestran cómo uno de los rimadores más emblemáticos del grupo, Ghostface Killah, sobrevive en su propio hogar a una balacera que pone en peligro a su madre alcohólica y a sus dos hermanos en situación de discapacidad que se desplazan en silla de ruedas.

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El ataque es una vendetta relacionada al narcotráfico, el cáncer social que cumple un rol antagónico en el relato basado en la visión del líder del clan, RZA. Las actividades ilícitas en las que participaban las futuras estrellas son parte vital de un relato detallado, crudo y sin moralina acerca de las pellejerías que definieron su estética y terminaron nutriendo las letras de algunos de los discos más importantes del rap noventero, como Enter the Wu-Tang (36 Chambers) o Wu-Tang Forever.

Encarnada por Ashton Sanders, conocido por su actuación en Moonlight, la versión televisiva de RZA es un joven presionado por el hermano mayor para sostener a su familia vendiendo crack. Cuando nadie lo obliga a participar en movidas turbias, está en el sótano escarbando entre los viejos vinilos y las películas de samuráis que se volverían esenciales para el sonido y la filosofía de un grupo que simboliza el poder de la música como herramienta para sublimar el dolor de ser marginado.

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Disponible en Hulu, Wu-Tang: an American saga conmemora los 25 años de carrera discográfica de sus protagonistas y llega pocos meses después de otro proyecto supervisado por RZA, el exhaustivo documental de cuatro partes Wu-Tang: of mics and men (Showtime), donde también se exploran sus orígenes y el MC Raekwon aparece en imágenes de archivo diciendo que su natal Staten Island "era una pesadilla, pero también era nuestro hogar".

De combustión lenta, la miniserie le presta más atención al viaje que al destino. Sabia decisión, puesto que el desenlace de la trama es vox populi. Después de volverse artistas multiplatino, Wu-Tang Clan construyeron un imperio tan grande, vendiendo desde poleras hasta videojuegos, que incluso en Chile eran tema. "Dices que me vendí por firmar con una productora, pero escuchas Wu-Tang Clan que canta de su ropa", rapeaba Ana Tijoux con Makiza el 99.

Acorde al estatus del colectivo, a estas alturas una institución de la música popular estadounidense, la médula de Wu-Tang: an American saga es sumamente tradicional. Aunque se la juega con escenas al estilo de un videojuego y animaciones, en última instancia es un relato más acerca del sueño americano: salir del fondo y llegar a la cima. La historia de siempre, pero ahora dirigida a la generación que convertirá al rap noventero en el nuevo rock clásico.

https://www.youtube.com/watch?v=w37TQZwnjXY