Robert Frank, el fotógrafo que descubrió Estados Unidos

A bordo de un viejo Ford, el artista nacido en Zurich y fallecido en Nueva Escocia recorrió 10 mil millas y tomó 27 mil imágenes de la vida cotidiana estadounidense a mediados de los 50. En su libro Americanos ofreció una visión inédita del país: en blanco y negro, con una mirada artística, sus fotos se asomaron a las capas más profundas del alma americana. Admirado por Jim Jarmusch y Richard Linklater, su legado alcanza también al cine independiente.


Conducía un Ford Coupe negro de segunda mano. Cuando Robert Frank atravesaba el río Mississippi, la policía de Arkansas lo detuvo. En el automóvil llevaba dos cámaras Leica, cajas con cientos de rollos de película fotográfica, un atlas carretero, y botellas de brandy. Además, hablaba con acento extranjero. "¿Eres un comunista?", le preguntaron ellos con acento sureño.

Era noviembre de 1955 y en la sociedad americana se cruzaban tensiones políticas, raciales y culturales. Nacido en Zurich, Suiza, en 1924, Frank fue detenido por los policías. En la celda contigua había una chica negra en cuyos ojos él leyó el miedo. A la medianoche los policías le dijeron que tenía 10 minutos para cruzar el río.

Robert Frank se dirigió entonces a Nueva Orleans. Unos días después tomó una fotografía de un tranvía en Canal Street: en ella se ven los pasajeros blancos al frente y los negros atrás. Hay algo cinematográfico en la composición: "Cinco personas sentadas, cada una ocupando un marco", diría él. Pero uno de los pasajeros, un hombre negro con expresión dolorosa, es el centro emotivo de la escena. De algún modo, ella contiene la imagen de la chica negra que Frank no pudo fotografiar.

Trolley, Nueva Orleans se convertiría en una de las imágenes más apreciadas de Robert Frank, una muestra privilegiada de su estética y acaso la que mejor captó la segregación racial de entonces. Ella ilustra la portada de Americanos, el libro que Robert Frank editó en 1959 y que retrató la vida cotidiana, los contrastes y los bordes luminosos y menos evidentes de Estados Unidos.

La suya era una América que nadie había visto antes: en blanco y negro, con una mirada artística, con ecos de los espacios de Edward Hopper, las fotos de Frank se asomaron a las texturas más sensibles del alma americana.

"Robert Frank, suizo, discreto, amable, con esa pequeña cámara que levanta y dispara con una mano; es capaz de extraer el triste poema de América, haciéndose un hueco entre los poetas trágicos del mundo", escribió Jack Kerouac en el prólogo del libro.

A su muerte, ocurrida ayer en Iverness, una pequeña localidad de Nueva Escocia, a los 94 años, Frank era indiscutiblemente uno de los fotógrafos y artistas más influyentes del siglo XX.

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Portada libro Americanos, de Robert Frank.[/caption]

Obra de arte

Los rechazos se repetían con la misma amabilidad y persistencia. La revista Life, donde todos los fotógrafos aspiraban a publicar, apreciaba sus fotos, pero no las reproducía. El editor buscaba series narrativas redondas; a sus ojos, las fotos de Robert Frank no ofrecían principio ni final. La agencia Magnum, la cooperativa que reunía a la elite artística del género, también descartó su trabajo: "(Robert) Capa dijo que mis fotografías eran demasiado horizontales y las revistas son verticales", recordó en una de sus últimas entrevistas con The New York Times Magazine.

Crecido en una familia acomodada de Zurich, Frank adquirió nociones de fotografía en Suiza. En 1947 desembarcó en Nueva York y absorbió la influencia cultural de un momento de gran efervescencia creativa. Trabajó para Harper's Bazaar al principio, pero no lo toleró. Viajó por Sudamérica y Europa, retratando prioritariamente a las personas: campesinos, mineros, banqueros.

Desesperado, en 1954 postuló a la beca Guggenheim con el aval de Walker Evans, el eminente retratista de la Gran Depresión. Su plan era recorrer libremente Estados Unidos y "hacer un registro amplio y voluminoso de las cosas estadounidenses".

Con el dinero de la beca compró un viejo Ford y en 1955 salió a la carretera. Recorrió más de 10 mil millas y tomó 27 mil imágenes. Seleccionó 83 fotografías y le pidió un prólogo a Jack Kerouac, cuya novela En el camino dialoga con Americanos.

Publicado en Francia en 1958, el libro salió en Estados Unidos en 1959 y ofreció una visión inédita del país: reveló sus zonas lastimadas bajo la superficie, descubrió espacios de belleza inusitada y en cierto grado redefinió los íconos americanos.

La perspectiva que ofrecía Americanos no fue bienvenida desde un comienzo. Se le consideró antiamericano. Sin embargo, ya inicios de los 60 el libro reveló su poder visionario: en él ya se vislumbraron los conflictos que marcarían la década. "Es una de las obras de arte estadounidenses esenciales, en cualquier formato", según el crítico del New Yorker, Peter Schjeldahl.

El prestigio de Robert Frank creció exponencialmente. La crítica Janet Malcom lo llamaría el "Manet de la fotografía". Los grandes museos se interesaron en su trabajo, pero entonces el artista decidió cambiar de disciplina.

"No quería repetirme Es demasiado fácil. Es una lucha, una lucha para hacer algo bueno, para satisfacerte a ti mismo", diría.

Cine indie

Cuando el cine indie aún no existía, Robert Frank comenzó a filmar las primeras películas under. En 1959 dirigió Pull my Daisy, un cortometraje protagonizado por Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Gregory Corso, entre otros poetas de la generación beat.

Realizó luego el documental Me and my brother, sobre Peter Oslovksy y su hermano esquizofrénico, y una cinta sobre una gira de The Rolling Stones, con mucho alcohol y excesos, que no dejó contenta a la banda y que finalmente no estrenó. Dirigió otra veintena de cortos, la mayoría desconocidos, pero que alcanzaron la admiración de cineastas como Jim Jarmusch y Richard Linklater.

"Si Robert Frank no fuera tan aclamado como uno de los fotógrafos más influyentes de todos los tiempos, tendría un perfil mucho más grande como ícono del cine independiente estadounidense", dijo Linklater a The New York Times.

En su vida personal, Frank sufrió dos pérdidas trágicas: su hija Andrea murió en un accidente aéreo en 1974, y 20 años después su hijo Pablo se suicidó en una institución siquiátrica.

Reconocido ampliamente por su obra visual, Frank era un artista elusivo. Con exposiciones en el MoMA o la National Gallery de Londres, prefería evitar la publicidad. Vivía frugalmente; no usaba calcetines desde que decidió en su juventud que si ahorraba en ellos, dispondría de más dinero para comprar libros. También rehuía los premios: cuando la Universidad de Yale lo llamó para nombrarlo Doctor Honoris Causa, Frak lo rechazó cortésmente: "Dejen que alguien más lo tenga".

La National Gallery of Art de Washington adquirió muchas obras de Frank y conserva los rollos y las tiras de contacto para Americanos, el libro que aún hoy ofrece las luces, sombras y contrastes de Estados Unidos.

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