En el mar de series que están disponibles, puede ser difícil elegir o dedicarle el tiempo y la completa atención a alguna. Una recomendación para los apurados o impacientes: si va a ser sólo una, que esa sea Succession, de HBO (domingo a las 22 horas). Es una ficción como ninguna otra, con algunos de los mejores personajes de la pantalla actual y con una segunda temporada que -al menos en sus primeros episodios- es incluso mejor que la primera.
Un resumen: la acción gira en torno a la familia Roy, magnates dueños de un imperio comercial que incluye parques de diversiones y cruceros, aunque lo que realmente importa son sus medios de comunicación, porque ahí además de millones, ganan poder e influencia. En el inicio, el patriarca Logan Roy (Brian Cox) está gravemente enfermo, lo que hace que sus hijos empiecen la lucha por el poder. Hay traiciones, alianzas secretas, acuerdos que se frustran a último minuto y algunas de las comidas familiares más incómodas que se hayan visto.
Partiendo por Logan, que es un tipo ególatra, despiadado, intolerante y tirano, Succession se la juega por personajes extremos, y gana en su apuesta. Por su mismo camino circulan dos de sus hijos: Shiv (Sarah Snook), la única que se ha atrevido a trabajar fuera de la empresa familiar y la más capaz de todos; y Roman (Kieran Culkin), el menor de la familia y que parece disfrutar los desastres. En la otra vereda está Kendall -interpretado por Jeremy Strong y quizás lo mejor de esta negra mezcla de drama y comedia-, otro de los hijos, que parte la serie recién salido de rehabilitación, inseguro de sí mismo, con bajas habilidades sociales y una necesidad desmedida de agradar o destruir a su padre, lo que resulte primero.
Un spoiler del final del primer ciclo: el plan de la destrucción no le resulta, y Kendall parte la segunda temporada más bajo que nunca. Es el hazmerreír de todos y parece que ya ni siquiera le importa… es un muerto caminante que hace lo que le pida Logan, que no tiene momentos de alegría y que está vacío, aunque todavía es capaz de despedir a decenas de personas de un golpe o ser el mensajero de las más terribles amenazas de su padre.
Con Kendall a la cabeza, Succession es una clase magistral de personajes patéticos, porque también está el hermano mayor que no ha trabajado un día de su vida y ahora quiere ser Presidente de EE.UU.; el primo Greg, quien para entrar al lado millonario de la familia acepta abusos y ser el chico de los mandados; y Tom, el marido de la hija de Logan que cree que va derecho a la gloria cuando lo cierto es que nadie lo respeta. Con todo, Succession es una serie en que se sufre y disfruta el proceso. Lo importante no es quién va a quedarse con el poder. Ver esta serie es estar frente a un accidente que ocurre de a poco, un incendio en el que cada uno de los personajes aporta con más bencina, donde nadie aprende sus lecciones y donde no existe el trabajo en equipo. Es una ficción morbosa y sin duda de lo mejor que está ofreciendo la TV.