La tejedora mapuche que impresionó a Víctor Jara

victor jara

Hace 50 años, Víctor Jara y su familia pasaron unas vacaciones en la provincia de Arauco. Allí conoció a Angelita Huenumán, y deslumbrado por su oficio, por su vida y por su pueblo, escribió una de sus canciones mayores.


"En el valle de Pocuno /Donde rebota el viento del mar/ Donde la lluvia cría los musgos/ Vive Angelita Huenumán".

Fue en el verano de 1969 cuando Víctor Jara conoció Pocuno, junto a su esposa Joan y sus hijas Manuela, de ocho años, y Amanda, de cuatro. Estaban de vacaciones en Contulmo, en la ribera norte del Lago Lanalhue, y unos amigos les ofrecieron la atractiva excursión de bordear el lago en jeep. Así llegaron al río Pocuno. Una zona sin caminos, solo posible de circular en carreta, donde visitaron la casa de Angelita Huenumán, una conocida tejedora de la zona, que vivía con su hijo menor y su nieta. Ella les mostró un enorme telar donde hacía frazadas, mantas y alfombras. Hablaron de su oficio, del lugar, de su vida. Víctor y Joan le compraron la frazada que estaba tejiendo, que recibieron pocos meses después en Santiago, y, sobre todo, se impresionaron con ella.

Joan Jara la describió así en su libro Víctor Jara, un canto inconcluso: "Una menuda mujer erguida, de largo pelo negro, que salió de la casucha para ir a nuestro encuentro. Llevaba una túnica tejida, de color azul, oscuro, cerrada con un ornado broche de metal. Su aire era de dignidad y calma. Su rostro, de prominentes pómulos, no parecía tener edad, pero calculo que rondaba los cuarenta (…) Durante los días siguientes, Víctor permaneció horas enteras en las orillas del lago Lanalhue, contemplando las aguas en silencio. El resultado fue una canción para Angelita".

[caption id="attachment_99791" align="alignnone" width="843"]

Angelita-Huenuman-Foto-Archivo-Familiar-Marisol-Añiñir.jpg

Angelita Huenumán.[/caption]

Angelita Huenumán es una de las muchas canciones en las que Jara retrató a personas reales. También lo hizo en Luchín (1972), donde describe a un niño que conoció en Pudahuel, o en Cuando voy al trabajo, dedicada al obrero Roberto Ahumada, asesinado en 1973. Pero Angelita Huenumán es la única con nombre y apellido. Fue parte de Canto Libre, su cuarto disco solista (1970), grabado junto a Inti-Illimani y al guitarrista Patricio Castillo.

Angelita Huenumán, que abría el lado B, era una canción de siete estrofas, y sin estribillo, así que no repite ningún verso. La letra es un homenaje a la tejedora y a su pueblo: "En tus telares Angelita / hay tiempo, lágrima y sudor / están las manos ignoradas / de éste, mi pueblo creador". Huenumán, cuenta Joan en el libro, se reencontró con Víctor en 1972. Ella le contó que había escuchado la canción y se abrazaron. Fue la última vez que se vieron. En 1983, en la edición inglesa y original del libro de Joan incluyeron una foto de la tejedora. Pero muy poco se ha sabido de ella desde entonces.

"Un milagro como teje"

Angela Huenumán Alián nunca celebró su cumpleaños y por datos de su familia puede estimarse que nació en 1923, es decir hoy tendría 96 años. Tuvo varios hermanos -en la zona hay muchos Huenumán- y su mamá le enseñó desde niña a ser tejedora, un oficio que en la cultura mapuche existe desde mucho antes de la llegada de los españoles.

Se casó con Andrés Marileo y tuvo dos hijas: Juana y Rita. Cuando esperaba al tercero, falleció su marido y por eso lo llamó Andrés Segundo. Los tres niños crecieron en una casa de madera que su padre construyó en Pocuno, y allí ella instaló su telar. Hacía grandes piezas, frazadas, alfombras o mantas, y luego los vendía en el mercado de Contulmo. Enseñó el oficio de tejedora a vecinas y familiares. "Después se las vendían a una alcaldesa de Contulmo, que los mandaba al extranjero. Mi abuelita no sabía leer, pero siempre calculaba muy bien, y ella era la que se entendía con la alcaldesa. Era una líder de las tejedoras", dice su nieta Bernardita Marisol, que estaba ese día de 1969 cuando llegó Víctor Jara y sus amigos. "Me acuerdo porque en ese tiempo no llegaban autos hasta allá".

Años después, cuando estaba en octavo básico en el Internado de Contulmo, con su hermana escuchó la canción en una radio y no lo podía entender. "Yo quedé sorprendida, porque era mi abuela. Nos preguntábamos por qué había hecho esa canción. Nosotros veíamos que ella hacía telar como algo cotidiano. Pero lo canción nos ayudó a darle el valor que de verdad tiene".

Como es la tradición de su oficio, Angelita desarrollaba todo el proceso del tejido. Esquilar las ovejas, lavar la lana y luego teñirla con tinturas naturales, sacadas de cáscaras de árboles, de flores, de barro, incluso, del hollín de la cocina. Y finalmente tejer. "Siempre nos decía que había que hacerlo bien, sobre todo si se quería vender", dice su nieta.

Ese cuidado es el que describió Víctor Jara: "Sus manos bailan en la hebra / Como alitas de chincol / Es un milagro como teje / Hasta el aroma de la flor".

"Un hijo que dejó el amor"

A Pocuno hoy se llega desde el camino que une Cañete con Tirúa, que corre de norte a sur a unos diez kilómetros del mar. Frente a Lautaro Antiquina se toma un desvío al este. Es una zona que a veces se remece. Los paraderos y casi todos los muros tienen rayados que llaman la atención sobre problemas del pueblo mapuche, y en la zona se han vivido más de alguna vez episodios de violencia.

"Aquí hay gente que lo pasa mal, que no tiene casa o que no tiene agua, y la saca incluso del lago" dice Bernardita Marisol, que está casada con un conocido dirigente social de la zona. Ella vive en San Ramón, a orillas del Lago Lleu Lleu. Su hermana vive en la misma zona, y las otras dos en Curanilahue y Santiago. En Pocuno solo le queda un familiar: su tía Rita Marileo Huenumán, la única hija viva de Angelita, hoy casi de 70 años. Su mamá Juana falleció poco después de los años 2000.

Rita fue la hija del medio de Angelita. Estudió hasta cuarto medio en el Internado de Chillán, y regresó a Pocuno, donde se casó y tuvo tres hijos, que viven al norte. Su marido trabaja en el campo todo el día. Ella casi todo el tiempo permanece en su casa ubicada a pocos metros donde estaba la de su mamá, que era de madera y en los años 90 hubo que derribarla.

"Mi mami supo que a Víctor Jara lo mataron, y que le cortaron las manos. Ahí lloraba ella, cada vez que escuchaba la canción" recuerda. "Pero después no quisimos que se nos vinculara mucho con esa historia", dice, revelando también las dificultades evidentes que podía tener, durante los años de dictadura, aparecer vinculado al artista.

Rita vivía con Angelita en 1987, cuando se enfermó y se murió a los pocos días. "El día anterior estaba bien, se reía", recuerda Rita. Había dejado de tejer hacía varios años, y vivía solo con Andrés Segundo, "el hijo que dejó el amor", como lo describió Víctor Jara. Él le trajo una tormenta a su vida, "porque tuvo el vicio del alcohol", dicen su hija y su nieta. Falleció poco después que su hermana Juana.

Hoy Angelita descansa en el cementerio de Pocuno, en una sepultura con flores, sin una leyenda con su nombre. Pero su nombre es conocido mucho más allá de ese valle, porque Víctor Jara hizo esa canción hace 50 años, deslumbrado por un pueblo, por una mujer y por un oficio, que son historias que han seguido transcurriendo. De otras maneras, en el valle de Pocuno sigue viviendo Angelita Huenumán.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.