Los Tres: nos creyeron tontos
Por Nuno Veloso
Exactamente una semana antes del 11 de septiembre de 1991, cuando ya había pasado un año y medio desde que el dictador Augusto Pinochet salió del poder, vio la luz el primer disco de Los Tres, editado bajo el sello Alerce. El mismo sello que, fundado por Ricardo García y Carlos Necochea, era conocido por editar obras de Quilapayún, Inti Illimani, Congreso y Tito Fernández —entre otros—, difundiendo tanto la Nueva Canción Chilena como el Canto Nuevo, se encontraba expandiendo su propuesta estilística, lo que les llevaría a sumar bandas tales como Sexual democracia, BBS Paranoicos y Los Miserables.
Los Tres, el disco, es el sonido de la fusión primigenia de las habilidades y las influencias de cada uno de sus elementos. Los Tres, la banda, que había partido con Álvaro Henríquez, Titae y Pancho Molina en Concepción, ahora sumaba a Ángel Parra como guitarrista principal y destilaba en diez canciones no solo una brillante ejecución instrumental sino que, al mismo tiempo, dejaba clara la versatilidad que les llevaría a explorar posteriormente diversos territorios, desde el hard rock que sería el prisma en Se remata el siglo hasta el folk de arreglos cuidados de La espada & la pared, antesala de sus hitos Unplugged y Fome.
Como resaca de una noche oscura que duró 17 años, acá se encuentra el material más político que editaría la banda en toda su carrera. Tras el funk de apertura en "Somos tontos, no pesados" —que cumple la función de presentar a la banda no simplemente como declaración de principios sino que, además, adjunta micro solos de cada uno de los integrantes— comienzan a aparecer prontamente, en los crípticos versos de Henríquez, dardos contra el régimen militar. "Todo lo interesante de hablar lo que hablo te hará sudar como un militar, como un militar mirando cuadros de Dalí", aúlla Henríquez en "Sudapara", burlesco, en medio de un background digno de Stray Cats.
https://www.youtube.com/watch?v=JsormzukWRk
Junto al reggae de "En Jamaica", el sonido alternativo de "Haz sensor" —pertenecientes a las primeras composiciones de Henríquez— y el bolero de "Un amor violento", se encuentra en el núcleo mismo del álbum el jazz delicado de "Pájaros de fuego", una de las composiciones más excelsas en todo el catálogo de la agrupación nacional. En ella se extiende el fantasma ensordecedor de los Hawker Hunter, aquellos que sembraron las tinieblas el 11 de septiembre de 1973, el fatídico "martes de horror" de la doliente "Flores secas" y que en "He barrido el sol" tiene a los colores de las tres ramas del ejército opacando el barniz del país. Acá, por supuesto, está además "La primera vez", esa pieza vertiginosa que en el MTV Unplugged de 1995 fue abiertamente reconocida por Henríquez como una canción en contra de quienes llegan al poder de formas moralmente censurables.
Si bien Los Tres continuaron creciendo mucho más, hasta llegar a convertirse en una de las bandas más trascendentales de nuestra historia y del rock Latinoamericano, con placas de alcance internacional como Fome o La espada & la pared, es aquí donde su actitud desafiante y su capacidad de explorar diversos territorios se muestran completamente delineadas, con arreglos trabajados cuidadosamente y convicciones clarísimas. Rayando la cancha desde un comienzo y a modo de advertencia, la tiran no más, amenazantes, revelando su verdadera identidad al avanzar tan solo unos minutos en la placa: "Nos creyeron tontos, nos creyeron pesados". Y nada de gato por liebre acá.
https://open.spotify.com/album/4hOrjJ97MQ7yXOiGvFbgDQ?si=MxW3x4iwQGyW5lcjlsDEcw
La espada & la pared: el principio es al final
En una capilla perdida de Colina, entre cirios, altares e imágenes de piadosos santos, Los Tres revelaron la palabra contenida en los pasajes de La espada & la pared. Aquella placa ofrecía una aproximación a su lenguaje musical que lo elevaba a nueva dimensión. No a los cielos o la gracia divina, pero sí a lo más profundo del cancionero popular chileno.
Vestidos con trajes, como los Beatles en su era más pop, los penquistas despacharon con elegancia un material que, hasta ese punto, era su propuesta más contundente. Atrás quedaban las digresiones hacia el grunge que, a punta de bermudas raídas con cuidado, pelo teñido a lo Cobain y guitarras distorsionadas, habían probado en Se remata el siglo. En esta ocasión consiguieron emanciparse de sus influencias y los sabores del momento para dominar su sonido a placer.
A la primera escucha quedaba muy claro. Aplicados, retomaron la sonoridad acústica y cruda que dejaron en su debut y la expandieron con inyecciones de funk, algo de tintes latinos y por cierto, un mirada a los momentos más notables de los Beatles y los Smiths. Por ello es un elepé sólido, en que nada está demás. Es el que recomendaría para iniciarse en el catálogo.
Pese a que el grupo, en especial Álvaro Henríquez, manifestó sus reparos hacia el trabajo del productor Mario Breuer ("Aprendí cómo no debe ser producido un disco", dijo), es un disco cuya sonoridad siempre me resultó deliciosa. Ofrece una paleta de combinaciones musicales jugada con más habilidad que en sus trabajos anteriores. El rockabilly de "La espada & la pared", los guiños funkys de "Partir de cero", la balada con vocación de bolero y olor a cantina, que es "Me rompió el corazón", y los maravillosos covers, revelan a una banda más asentada. Más segura. Con más atención en el total de la obra, que solo en crear buenas canciones.
https://www.youtube.com/watch?v=j25Htq9yDn0
Todavía recuerdo cuando escuché por primera vez "Déjate caer". Me sonaba a un poema delicado y a la vez oscuro. Hasta entonces, Henríquez abusaba del juego de las paradojas ("cerrar sin abrir", "tirar sin lazar"), y lo había consolidado como su sello autoral. Pero a eso le sumó imágenes y pequeñas historias que narró de una forma más precisa. En cierta forma, depuró y afinó su pluma. "Las olas ya no mojan/ la ira de las rocas", es de mis líneas favoritas.
Resultó que todo el bagaje de recursos sacados de las lecturas de Baudelaire y Rimbaud, sumado a la poesía popular de Roberto Parra, cayó en surcos preparados con más celo en la sementera creativa. Es cierto que hasta acá no hay cuecas, pero el hablante de cada canción resultaba ingenioso. Tenía un humor particular, en línea con el de los músicos. "No te entendí bien/ tenías o no/ la Biblia también nos sirve/ la fuerza o la razón", te sacaba algo. Una sonrisa. Un comentario con tus amigos. Un montón de imágenes disparadas en la mente. Algo.
Por entonces no estaba de moda ser directo. Chile se estaba acomodando a la transición. La cultura pop se hacía de un espacio en los primeros —y ajetreados— días del canal R&P, la televisión ofrecía las primeras trazas de una cultura de lo desechable con la guerra de las teleseries y los invitados a Viva el Lunes (¿qué querían? Éramos los jaguares de América, pues), mientras el juego de los equilibrios políticos era mantenido en la medida de lo posible. Por ello, Los Tres descollaron. Eran distintos. Eran pesados. Eran poco complacientes de su propio estrellato.
Siempre me he preguntado por qué no incluyen más a menudo en sus conciertos a la bella "V & V", una instrumental, muy evocativa, que lleva las guitarras de los Diablos Azules y la "Playa solitaria" de Buddy Richard a otro nivel. El slide de Ángel Parra y el spring reverb le dan un aire melancólico, a mirar el atardecer en la playa con los pies enterrados en el desencanto, de las "abrumadoras sombras que para tí compré".
Los Tres dejaron en claro que no solo son músicos de formación excepcional, sino que su creación podía prescindir de las palabras y no perder una pizca de profundidad. No es poco.
Por eso creo que aquellas composiciones que enganchan con la tristeza son de lo mejor del disco. "Moizefala" es un punto alto, acaso de las mejores baladas firmadas por Henríquez. Encima se potencia por la mano pop —palabra proscrita por entonces— de Breuer. Las texturas sonoras que generan los arreglos de guitarras y el órgano son alucinantes, es fácil perderse en ellas, sin ser especialmente densas. Se trata de una faceta del grupo que en general no se desarrolló tanto, pero que remite a la aflicción tan propia de la canción chilena.
En "Te desheredo" además jugaron con patterns rítmicos interesantes. Pancho Molina está soberbio y sabe hablar hasta con los platillos. Las frases de Parra a la guitarra son certeras; ni una nota más, ni una menos —aunque prefiero el solo que toca en Freno de mano—. Titae, puro carácter en las cuatro cuerdas. Lo que otros hubiesen dejado solo como una linda balada, Los Tres la vuelven un tema contundente al inyectarle una sección de caos muy comedida, que te introduce en la mente del hablante. No solo sientes la tragedia, puedes escucharla. Hasta los acoples finales tienen sentido. "En un mar de vientos/ mi tesoro enfermo".
Para el final queda la sección de covers. Ambos desde los sesentas, pero con distintas miradas. Henríquez y compañía sabían que al lanzar "Tu cariño se me va", sería un desafío en la cartelera pop de esos días. Abrió un camino en la arqueología retro que muchos recorrieron, con mucho agrado, al poco tiempo. Ese cruce con el ayer, le devolvió al público parte de su memoria.
Y "All tomorrow's parties" es el gustito. Suena a relajo durante una tarde de práctica amenizada con una que otra cerveza —de hecho, si ponen atención al final se oye a Henríquez decir "me gusta, no es como tan ensayada"—. Años antes, cuando eran trío, participaron en una obra de teatro inspirada en Andy Warhol y ellos fungieron como los Velvet Underground de turno. En realidad tocaron desde su pasado, con las guitarras coloreadas por los efectos, pero con la conciencia del presente.
Con La espada & la pared se cerró un ciclo. Fue el momento de madurez para una propuesta que los penquistas presentaron en su debut, matizaron en el segundo trabajo y ahora ya estaba lista para el asalto a la cima. Resumía a una banda elegante, intensa, creativa y trabajadora. Más de alguna vez los trataron de fríos por su distancia en el escenario. Nada más lejos. Esa tarde en la capilla de Colina lo dejaron claro. Antes que nada, lo suyo era la música, pero sin aspavientos. "Corte cerebral/ el principio es al final".
https://open.spotify.com/album/3jk145dS5MIeZ6NZBAtvY0?si=lmTfQ7QGQ1-53EC6xn6OkQ
MTV Unplugged: se apagó la guitarra del viejo Parra
Por Alejandro Jofré
En 1995, desde una histórica presentación en Miami, el grupo de penquistas no se anduvo con rodeos. Frente a las cámaras de MTV Los Tres cantaron en contra de quienes han llegado al poder "de manera moralmente censurable" y metieron tres canciones de Roberto Parra a su repertorio. Allí demostraron "ante parte del mundo" que en Chile el blues tiene alma de cueca.
Uno.
Si en Se remata el siglo Los Tres reclutaron al productor de Charly García para hacer un álbum rabioso; después, su cantante se pintó el pelo como Cobain y escribieron algunos de sus mejores arreglos para La espada & la pared. En medio del despegue continental, el siguiente paso de la banda fue volver a las canciones del "tío Roberto".
Dos.
Mi abuelo tenía un tatuaje de ancla en el antebrazo y algunas historias de noche que soltaba a cuentagotas. Yo era apenas un escolar cuando la música de Los Tres interpretando a Roberto Parra abrían esos recuerdos como una ganzúa. Cada septiembre, como improvisado DJ familiar, escuchaba esas aventuras sobre ciudades color roneo, sacadas de los años cincuenta, de un Chile casi extinto, hecho de pura bohemia y cañas de vino barato, como el Santiago de la novela El río (1963) de Alfredo Gómez Morel o el San Antonio de la obra La Negra Ester (1971), donde el mismo Parra cuenta en décimas el romance entre una prostituta y un cantor de los años 40.
A diferencia de mis padres, que veían la cueca como un símbolo patronal y castrense, seguramente porque crecieron entre bandos militares y Estado de excepción, mi abuelo había conocido la musiquilla de las boites de Chillán, Valparaíso y Santiago.
En la década previa al MTV Unplugged, esas canciones permanecieron ocultas, acaso prohibidas en un país que caminaba tímido, a paso lento, demasiado inseguro de sí mismo.
El big bang comenzó —¿se fraguó?— cuando el director teatral Andrés Pérez decidió llevar a las tablas La Negra Ester en 1988. Por entonces, Álvaro Henríquez era apenas una promesa y Roberto Parra un autor ignorado y orillero del cancionero chileno. Ambos se conocieron en la casa de Nicanor Parra en La Reina y el "tío Roberto" fue directo al grano:
-Así que usted toca guitarra, ¿a ver?
Henríquez, que todavía no publicaba su primer disco con Los Tres, no se hizo de rogar. Y Parra, que escuchaba atento, arqueó las cejas y con poco dijo mucho:
-A ver, otra.
El desafío sería el comienzo de una relación urdida alrededor de la obra de teatro, donde uno figuraba como dramaturgo y el otro como músico. Una amistad decisiva para el sonido chileno de los años 90: Roberto Parra había polinizado de cuecas choras y jazz guachaca al líder de Los Tres, con quienes promovería esa música como una seña de identidad chilena a través del continente.
Tres.
Para el 14 de septiembre de 1995, con el "tío Roberto" como mentor e instalados en Miami ante una audiencia que miraba con extrañeza, Los Tres recordaron al "viejo Parra" con "El arrepentido", "La vida que yo he pasado" y el foxtrot —inamovible del dial noventero chileno— "Quién es la que viene allí", un tema que merece un monumento (habría que escribir sobre cómo redefinió para siempre —en Chile— el concepto de cultura popular y sobre todo, también, por cómo desplazó a la tonada de los huasos de gomina).
Más allá de la legendaria intro en guitarra de Ángel Parra para "He barrido el sol" o el solo de Francisco Molina en la batería de "La primera vez", más allá de Antonio Restucci y Cuti Aste, Los Tres afianzaron una estética en el plató de Florida: lejos del camp de los videos filmados por Andrés Bobe, figuran ahí los gruesos marcos de carey del contrabajista Roberto Lindl y la chaqueta y el casco militar del cantante y guitarrista Álvaro Henríquez.
https://youtu.be/AbGbNZgirC4?t=2947
Los Tres, por decirlo de alguna forma, pusieron a Chile en el mapa. A ver, los lectores no chilenos de Culto, concéntrense… La mesa pide una banda chilena mundialmente famosa que haya nacido en los 90 y que no sea La Ley ni Los Prisioneros (que son de la década anterior), comenzando… ¡Ya! Los Tres, eh, ejem… Tic tac, tic tac… ¡Tiempo! Respuesta correcta. Alguna vez fui al colegio en Guatemala y mis compañeros no paraban de preguntar: "Vos, chileno: ¿qué significa fome?". Era por culpa de Los Tres, la única banda chilena que no paraba de sonar en todas partes.
Los Tres, como si esto fuera poco, inspiraron un disco completo de Café Tacvba. El gigante mexicano grabó versiones de temas originales de los chilenos y las publicó en un coqueto EP de nombre Vale callampa.
Cuatro.
Álvaro Henríquez contó en una columna para Culto que La Yein Fonda se hizo por primera vez en 1996 luego de varias conversaciones con Roberto Parra. "Él siempre me decía e insistía: 'Alvarito tenemos que hacer una ramada en cualquier lonjita de terreno que nos den y nos vamos mitimota'". Según el músico, la idea estuvo rondando un tiempo hasta que Parra murió en 1995 y Los Tres dieron forma al proyecto y hasta publicaron un par de discos. No hay primera sin segunda, dicen en el MTV Unplugged, y así editaron La Yein Fonda (1996) y luego el Peineta (1998). Pero esa es otra historia.
https://open.spotify.com/album/5gbgCfKWGatY7WWDKcoGnW?si=FmdTDg9kTHqEUC0royAaZw
Fome: dolor, oscuridad y formación
El mejor disco de Los Tres es el Fome. Y voy a explicar por qué.
Si hay una etapa formadora para un melómano, es la adolescencia. En 1997, a mis 12 años, me interesaban la historia, la literatura, mis compañeras de curso, y la música. Sí. La música. Mientras los demás hablaban de cosas que para ellos les resultaban interesantes, a mi solo me movía hablar de música y hacerme de mis primeros cassettes. Ocurre que lo que uno escucha en esos años es básicamente lo que termina por conformar el imaginario musical base para el resto de la vida. En esos años uno está moldeando su identidad, es un momento en que hacemos historia. Yo al menos, era consciente de eso.
Por lo mismo, es en esta edad cuando uno aprende el ejercicio de cómo escuchar un disco. Es decir, salir simplemente de escuchar la canción de la radio y entender un álbum como un "todo".
Fome fue el largaduración que me enseñó cómo escuchar un álbum. No fue fácil. Los Tres venían de arrasar con el MTV Unplugged (1996) y "¿Quién es la que viene allí?" sonaba en todos lados. Es una canción que puede cantar todo el mundo, las guaguas, las abuelitas, los vecinos. Todos. Sin embargo, en ese junio del 97 lo que escuchamos los fans de Los Tres nos dejó perplejos. Era otra música, otro sonido. Algo mucho más oscuro, más crudo, más directo.
A la primera, para un fan de 12 de años no resultó un LP tan simple de escuchar. Las expectativas eran encontrarse con algo como La espada & la pared (1995), y esto era otra cosa. Reconozco que a la primera escucha me dejó algo perplejo y no supe bien cómo reaccionar. No era frustración, no era satisfacción, era algo así como un intermedio incómodo.
Sin embargo, decidí darle una oportunidad. Los Tres en ese momento eran la banda de mi vida, y solo eso era argumento suficiente para seguir escuchando el Fome como un obseso.
Con el tiempo, a cada escucha empecé a disfrutar de ese sonido crudo. Me gustaba ese rock sencillo, lejos de la súper producción de Mario Breuer en La espada & la pared. Es el rock que me gusta. Dos guitarras, bajo, la bataca, y apretar REC. "Queremos obtener el sonido de una banda que toca en vivo pero dentro del estudio. Es decir, un sonido como si estuviéramos tocando todos juntos, pero con el apoyo de la tecnología, queremos que sea espontáneo y fresco", explicaba Álvaro Henríquez en la época. Esto resultó cierto. Si se le pone oreja, las guitarras se distinguen bastante bien. De manera nítida y filosa. Incluso cuando hay distorsión como en "Bolsa de mareo" o "Restorán".
Con el tiempo, uno nota que la huella de los discos antiguos en Fome es notoria. "Estuvo influenciado por los Kinks. En Fome no hay un rock de parafernalia, demostrativo o musculoso, es un rock austero y certero como el de los Kinks, lo logramos", explica Henríquez en la biografía Los Tres: la última canción (Aguilar, 2002). Entonces, tanta simpleza y crudeza sin duda que es chocante cuando veníamos acostumbrados a escuchar a Los Tres de manera más refinada y producida.
https://www.youtube.com/watch?v=DUFdMZ4Zwsg
Tanto es así, que incluso en la batería se nota. Pancho Molina, como pocas veces, en este álbum toca de manera desbocada, y se agradece. En "Bolsa de mareo" le aforra con fuerza a sus Zildjian Avedis y a su kit. Es que esa canción lo pide. Es un vómito de rabia. "Qué es eso que miras y no se ve", es una oda a las cosas que queremos lograr, pero no logramos. La frustración.
En "Antes", Molina demuestra que es un maestro en el redoble: bien pronunciado y preciso, como manda el manual. Hasta ese entonces, el penquista había usado poco ese recurso, tan del rock clásico. En "Libreta" le aforra fuerte al hi-hat mientras Henríquez canta con dolor sobre la soltería. Sobre estar solo, estar libre. Estar libreta.
Este último punto es clave. "Libreta, sin tu amor". Leyendo la citada biografía, uno se da cuenta el marco de dolor que cruza el Fome. Álvaro Henríquez le canta al dolor que siente tras el quiebre de su relación con Javiera Parra. Acá muestra sus fantasmas, sus angustias, sus penas. Pero no lo hace de manera llorona o melosa, como suelen hacerlo los cantantes pop, sino con buen rock and roll. "Libreta" suena angustiante, los feedback y, las frases con trémolo de Ángel Parra sacados de la vieja escuela, le dan identidad a la canción.
Pero hay una intención de salir adelante, aunque con dolor, no de manera fácil. "Contigo o cintillo/ volverás/ Cintura con tu humor/ se vendrá". Nótese el recurso lírico de Henríquez usando "Contigo y cintillo". Jugar con lo obvio, sin hacerlo obvio. Eso es algo que comenzó a explotar mucho en este disco. Esa cosa tan Nicanor Parra de hacer poesía de lo cotidiano y lo simple.
"Me arrendé" es un manifiesto a la pena. Hay tanta pena que para seguir viviendo necesita arrendar otra vida. Además, la vida es abúlica, y su única esperanza es que el destino lo exima de eso. Simplemente se entrega, aceptando el destino inexorable. Como los personajes de Chéjov. "El sol volvió al corazón/ lo salvó de una muerte feroz/ el destino/ me salvará a su vez/ de la abulia que prometió volver".
Mi favorita es "Jarabe para la tos". Con la Rickenbacker de Ángel Parra suena sesentera a morir. "Jarabe" era como Henríquez le decía a Javiera. "En el servicio de salud/ me condené por ti, mi cruz". No es una letra alegre, son letras duras, sin ser explícitas. Crípticas, pero claras en transmitir la nube que pasaba por la cabeza de Henríquez por esos días.
Fome, es entonces, un disco redondo. Que tiene la intención de transmitir un mensaje directo, de dolor, de amargura, de desazón. Todas las canciones, tanto en letras como en sonido son coherentes con esa idea. Eso no se da en ningún otro momento de la discografía de Los Tres. Además, es el disco que me enseñó a cómo escuchar un álbum, y cómo habitarlo; a ponerle atención a las letras, y entenderlas; a darme cuenta que la oscuridad es un tremendo motor para armar un disco; que lo crudo no era reducirlo todo a gritos, sino fundamentalmente una intención.
https://open.spotify.com/album/0BP7icmUBO6wGRTtEGVDmY?si=Vt6z3BW1QeKkD4jea5YJGQ
La sangre en el cuerpo: hemos de enterrar toda esta belleza
Por Andrés Panes
En su momento fui un defensor de Hágalo usted mismo, Coliumo y Por acanga, discos injustamente ninguneados por motivos que, sospecho, eran extramusicales, como la filiación de Los Tres con la cada vez más rechazada whiskierda o la antipatía que generaba Álvaro Henríquez en un país que, por lo visto con Jorge González, no sabe lidiar con un verdadero rockstar. Pero tampoco hay que engañarse: las mentadas son obras menores que nadie en su sano juicio colocaría al mismo nivel de Los Tres, La espada & la pared o Fome. Sería como decir que Manzana de Los Prisioneros está a la altura de La voz de los 80. Entiendo lo tentador del ejercicio argumentativo, pero la sensatez, tal como la era dorada de una banda, tiene sus límites. Dicho esto, aun así mi disco favorito de Los Tres no es el más aplaudido de su primera etapa, sino quizás el menos reivindicado después de Se remata el siglo. Mi predilecto es el réquiem, la marcha fúnebre, su canto a la finitud.
La sangre en el cuerpo fue la última entrega de su inigualable formación original, ese cuarteto mágico al que seguimos asociando el nombre de Los Tres por más que pase el tiempo y ahora solamente queden dos integrantes clásicos. El disco salió en 1999 y, al par de años, la podredumbre al interior del grupo salió a la luz cuando Enrique Symns, en su afán por enemistarse con cada uno de los chilenos que le tendieron la mano, publicó junto a Vera Land el libro La última canción. Leerlo me hizo interpretar La sangre en el cuerpo como un compendio de mensajes acerca de la muerte o, mejor dicho, las muertes, tanto metafóricas como literales. Porque todo en La sangre en el cuerpo parece estar deteriorado, tendido en su lecho final, marchitándose o simplemente extinto. Por esos parajes infértiles transita y se desahoga una persona que tuvo mucho y muy rápido. Henríquez ni siquiera llegaba a los treinta, pero ya había presenciado el derrumbe de varios de los pilares que lo sostenían.
https://www.youtube.com/watch?v=oDZ1RSBHX4U
La decadencia es el concepto unificador de La sangre en el cuerpo. Prácticamente todas las canciones del disco hablan de lo que fue y, por una u otra razón, ya no es. Mientras el ardor del fuego se apaga ("Donde sea"), las aguas que fueron turbulentas se encuentran quietas y los volcanes que antes eruptaron ahora están fríos, ("Lo que quieres"). Los jardines sirven para enterrar almas en silencio ("La sangre en el cuerpo") y el fondo marino para encontrar descanso en paz junto a los peces ("La feria verdadera"). Bajo tierra están los padres ("No me gusta el sol"), porque fenecer es el final inevitable del viaje ("Morir de viejo"), aunque también puede ser la puerta para empezar a vivir ("La respuesta"). Ni siquiera en el hit romántico del disco, "No me falles", Henríquez deja de hablar de sombras que mueren en camas, inclinaciones asesinas y cuchillos afilados. "Con Los Tres llegamos a un nivel de sofisticación potente, sobre todo con el último disco, La sangre en el cuerpo", decía en una entrevista post ruptura, explicando la simpleza de Petinellis como una forma de refrescarse a sí mismo luego de tanto refinamiento. Frágil, doliente, cínico y valiente, el káiser de nuestro rock noventero cerró por fuera su época de gloria sin esconder del todo los trapos sucios que luego otros expondrían de maneras mucho menos poéticas.
https://open.spotify.com/album/6pXn2EMBWlA4tqL7lL8N8a?si=rCroSOUVSjiZ-l577Z1OlQ
Hágalo usted mismo: Los Tres, literales
Por Raúl Álvarez
Volver a conformar una banda nunca ha sido fácil cuando las cosas terminan mal. El hastío de las giras y las diferencias creativas impactan cuando se trata de trabajar con el arte de la canción. El conjunto más importante de los noventas chilenos lo resintió también.
En Hágalo usted mismo (2006), Los Tres perdieron el primero de sus pilares y la dinámica fue distinta. Francisco Molina, baterista fundador, ya no estaba más. Aunque Álvaro Henríquez había elegido a Manuel Basualto para suplir ese rol (en años que tocaría con ellos jamás dejó de ser un "músico invitado"), Joe Blaney pensaba distinto y lo reemplazó en cuatro de las siete canciones que produjo para el álbum. Otras tres estuvieron a cargo de Emmanuel del Real, de Café Tacvba.
Dato trivia: Blaney llamó a Steve Jordan para tocar en "No es cierto", "Camino", "Hágalo usted mismo" y "Bestia". En su currículum figuran nombres como Bob Dylan, Keith Richards y Eric Clapton. Nada que hacer.
En los años alcanzaron a estar separados, cada uno había crecido. Ya no eran los mismos. Henríquez armó y desarmó una banda además de ser padre y solista por primera vez, Titae y Parra siguieron trabajando juntos en Ángel Parra Trío y Molina se fue a tocar jazz a Norteamérica, distanciandose para siempre. Una lasagna y un vino tinto fue la forma en que tres de los cuatro de Los Tres sellaron la reunión. La condición era clave: grabar música nueva.
El principal compositor, claro, seguiría siendo Álvaro pero por primera vez se sentaría codo a codo a componer con Ángel, acaso el más relegado de la asociación que tuvo por años con Titae. El resultado sería "Agua bendita" y "Hágalo usted mismo", las únicas dos composiciones "Henríquez/Parra" del catálogo de la banda quizás para siempre: el guitarrista dejó el trío en 2013.
https://www.youtube.com/watch?v=sTqLSEvKJVo
Hágalo usted mismo es también el disco más corto: sólo 37 minutos, diez canciones, todas con duración de potenciales singles. El álbum, que fue grabado entre abril y mayo de 2006, volvió a conectarse con una línea más blusera y menos rockabilly iniciada en La sangre en el cuerpo (1999) y explotada con gran éxito por Pettinellis años después. También se resalta la aparición de tonadas que, sin tener la métrica siempre rígida de la cueca, toma elementos sonoros como los platos y tañador para crear un nuevo espectro sonoro. Los Tres de Chile, sí señor.
Las letras de Henríquez, casi siempre oscuras tras una serie de procesos personales, se asientan como norma en este trabajo. Líricas de tú a tú, hablando con sinceridad y sin tanta retórica cruzan el disco.
Como una forma de darle más promoción al álbum, por la prensa se empezó a correr el rumor que habían dos con destinatarios evidentes: Augusto Pinochet y el ex jefe de la DINA Manuel Contreras, dictador y secuaz que aún seguían con vida en 2006. El primero libre, el segundo preso.
La cita a Pinochet era tan clara que, incluso, podría haber firmado "No me acuerdo", el track número uno. La genealogía de la frase es algo macabra. En noviembre de 2005, el ex comandante en jefe del Ejército declaró ante el ministro Víctor Montiglio por la Operación Colombo. Alegó demencia más de una veintena de veces, pero hubo una respuesta que quedaría en la historia por insólita: "No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto y si fue cierto, no me acuerdo". Henríquez le puso música a las palabras de un tirano, ¿no es razón suficiente para que, al menos, le demos una nueva oportunidad a este álbum?
Augusto Pinochet moriría cinco meses después de editado el disco. Contreras, a quien estaba dedicada "Bestia", falleció en el Hospital Militar en agosto de 2015. Cumplía presidio perpetuo pero nunca demostró arrepentimiento.
Hace algunos años, Henríquez catalogó del "peor al mejor" los discos de su banda. Es cierto que Hágalo usted mismo no sale bien parado —apenas sexto entre ocho— pero admitió que está dentro de sus joyas. "Tal vez no un diamante".
La edición en CD incluía un recetario hecho por el dueño del Liguria Marcelo Cicali (Tomate relleno, Turrón de vino y Pastel de choclo eran algunos de los platos) y dibujos extraídos directamente de Coma bien y viva contento de María Luisa Langlois (Zig Zag, 1965).
Dato trivia número dos: la portada de aquel libro editado en los sesenta es recuperada íntegramente para la carátula del disco, siguiendo la tradición rescatista del arte principal de Fome o La espada & la pared.
La perspectiva del tiempo, seguro, lo irán poniendo en otro sitial. Canciones como "Cerrar y abrir" entran seguro en una terna definitoria entre lo más destacado de Los Tres en este siglo y "Camino", ese primer corte promocional, conserva la frescura de aquellos días en donde la noticia era que la banda, nuestra banda, volvería a reunirse.
"Tengo pocos amigos/ pero son de verdad/ ese es el punto/ que no hay que olvidar", dice Henríquez en "Bip bip", un tema más que prescindible pero que demuestra el color de una identidad. Justo desde acá, Los Tres son sinónimo de carácter.
https://open.spotify.com/album/6rjOhmJww8tn3gTpMfq4D7?si=OIV6A-f7QiSjHTWflvWOZQ
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