La escritora argentina María Moreno es una de las paseantes más destacadas de nuestra lengua. Así lo prueba la reedición de Banco a la sombra, libro que se publicó en 2007 y que ahora viene engrosado con nuevos textos. En términos generales y un poco vagos, la obra consiste en una colección de plazas que la autora visitó en diferentes momentos de su vida, lugares que podrían ser monumentales o no, pero que tras la huella personal cobran trascendencia, originalidad y encanto dentro de una especie de viaje extendido en el que la protagonista brilla de muy diferentes maneras. Con respecto a los cambios de la presente edición, Moreno advierte que no teme plagiarse a sí misma y que ha cedido a "la pulsión de no poner nunca el punto final".
Las divagaciones, los encuentros, los recuerdos son algunos de los componentes de la mirada que Moreno pone sobre sitios tan diferentes entre sí como Buenos Aires, Barcelona, Taxco, Santiago, Lille o París. El humor, además, casi siempre está a la vuelta de la esquina. Durante un viaje a Chile en su época hippie, Moreno sintió algo parecido a la angustia, pues temía "no estar a la altura de los anfitriones comunistas que nos recibirían en las ciudades, de dormir en el suelo durante el camino, de la revolución. Para colmo, Mario [su novio] me advirtió que no dijera pico bajo ninguna circunstancia, que en Chile era una mala palabra y que no siempre estaríamos en espacios informales. A fuerza de evitarlo, no podía dejar de pensar en eso; en los primeros contactos con camaradas, la palabra me venía una y otra vez a la boca".
Si bien en ese entonces seguía la ruta ideológica que había marcado con anterioridad el Che Guevara, Moreno no pretende ocultar su verdadera identidad. Mario era quien tendía la carpa donde cayeran los mochileros, pero en ese acto no encontraba la ayuda de su novia. "En su refunfuño yo leía el reproche por mi falta de colaboración, esa tendencia a hacerme servir de hija única de familia con servicio cama adentro".
Ciertas alusiones literarias trascendentes, los recuerdos de un padre recientemente fallecido durante los rituales mortuorios mexicanos, los secretos que el "fetichista furtivo" puede descubrir haciendo "shopping histórico", un singular y evocador recorrido por el famoso cementerio de Père Lachaise, "más descuidado que Recoleta", son algunos de los pasos centelleantes que Moreno comparte con los lectores. Su voz, siempre lúcida, siempre cálida, siempre inteligente, da para constatar permanentemente lo que cualquier persona ha de exigirle a este tipo de literatura: que sin importar el lugar en donde esté la hablante, sus reflexiones sean más poderosas que el entorno mismo.
Además está la cualidad de vidente: "Père Lachaise fue el único lugar donde no vi muertos. Si en México había jugado a pensar hasta el miedo que recibiría una señal de mi padre desde un más allá en el que no creía, en Europa veía a mis amigos muertos en situaciones que se les habían negado en vida pero que habían constituido una posibilidad, un devenir incumplido de la que habían, efectivamente, vivido". María Moreno estima que "las verdaderas ciudades son de neón, como Las Vegas u Osaka", y aunque aquí no hay neones, Banco a la sombra es un libro luminoso y en todo sentido ejemplar.