El merecido triunfo de Game of Thrones en los Emmy

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El elenco de Game of Thrones en los Emmy 2019.

Ninguna de las otras siete series nominadas a Mejor Drama estaban a la altura de su última y épica temporada, que dejó infelices a muchos fans, pero que fue fiel hasta el final en su ADN de sorprender.


El final de Game of Thrones (GOT) fue redondo. A su modo, brillante. Luego de ocho temporadas, la serie más exitosa de la última década cerró una historia compleja y aparentemente imposible de cerrar –que ni George R. R. Martin ha podido realizar en sus libros-, dándole un epílogo agridulce a sus personajes, muy fiel a cómo fue la ficción desde que partió.

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Nominada a 32 premios Emmy, anoche era la favorita para llevarse la estatuilla más importante de la ceremonia –la de Mejor Drama- y así terminó sucediendo: pese a que perdió en varias categorías importantes, incluyendo dirección y guion, ninguna de las otras siete competidoras en esa categoría estaban a la altura de todo lo que fue la temporada ocho de GOT ni tampoco de los alcances que logró para la cultura televisiva. A excepción de Better call Saul, que a estas alturas roza la perfección de Breaking bad, pero que no tenía opciones reales porque no es del gusto de la Academia y Succession, otra serie espléndida, pero que debería ganar el próximo año por su gran segunda temporada, mejor que el ciclo por el que está compitiendo ahora. ¿El resto? Cuesta comprender que una serie tan pobre como Pose formara parte de las ocho mejores del año, pero cada trabajo políticamente correcto de Ryan Murphy es recibido en Estados Unidos como si creara una nueva Mona Lisa, cuando francamente solo es una suma de clichés y frases relamidas; Ozark tiene una estética fenomenal y a Laura Linney (lo que siempre es bueno), pero su historia es árida, sus personajes se han vuelto poco creíbles y su calidad ha ido a la baja, pese a que anoche logró triunfar en dirección y actriz de reparto; Killing Eve tuvo un primer ciclo extraordinario, pero su segunda entrega estuvo muy por debajo de lo esperado y queda la sensación que las ideas se agotaron rápido; Bodyguard es una serie entretenida y bien resuelta, pero su nominación ya es un premio suficiente para ella; This is us es la telenovela favorita de los estadounidenses, pero su historia se ha estirado tan ridículamente que también su postulación parece un premio exagerado para una ficción tan limitada.

Muy probablemente en cinco años más nadie va a recordar demasiado a las siete series anteriormente descritas. Sí se seguirá hablando de la temporada final de Game of thrones, que optó por no darle en el gusto a los fanáticos, como lo hizo desde el principio. ¿O alguien quedó feliz de que en la primera temporada mataran al protagonista y patriarca Stark? Fue un giro que dio luces de que se trataba de una serie donde no habría un final feliz, pese a que la trama jugaba diseñando en Daenerys y Jon una pareja posible para llegar al trono de hierro. La maldición de tener lazos sanguíneos y la ambición desatada de ella también eran sombras que llevaban a un desenlace terrible para ella y deseable para él, quien a lo largo de la historia siempre dejó en claro que no quería sentarse en el trono. Quizás lo más resistido del final haya sido que quien se sentara allí fuera Bran. Un personaje enigmático, el menos entrañable de los Stark, sin el carisma de sus hermanos, que terminó gobernando seis reinos –enfureciendo a los seguidores de la serie, que hasta pidieron mediante cartas que HBO reescribiera el final- y cerrando un círculo virtuoso, que partió con aquel empujón que le da Jaime Lannister en el primer capítulo. Quizás era el menos esperable de todos, pero en el ADN de la ficción, tiene mucho sentido que haya sido él.

Se podría hablar de la estupenda dirección artística de la temporada final, de la deslumbrante fotografía en las escenas de batalla, del manejo de tensión que hubo en casi todos los capítulos, de que cada episodio resultó una pequeña película, de las numerosas escenas emotivas que dio la entrega final y que la alzaban como la más justa ganadora del premio a Mejor Drama en los Emmy, pero hay que convenir que el triunfalismo hizo que la Academia se pasara al menos tres pueblos con el entusiasmo. Que Kit Harington estuviera nominado a mejor actor –compitiendo con Bob Odenkirk- parecía un chiste, dado su limitadísimo registro actoral, y algo similar ocurría con Emilia Clarke compitiendo en el apartado de mejor actriz: en ella hay más carisma que dotes actorales, aunque haya tenido un par de escenas bien resueltas. Sí era merecido que Peter Dinklage, Nicolaj Coster-Waldau, Lena Headey, Sophie Turner y Maise Williams corrieran como actores secundarios y fue un acto de justicia que Dinklage obtuviera su cuarto trofeo.

Los Emmy, como toda entrega de premios, son una combinación particular de lobby, éxito y calidad y no siempre se imponen los mejores. Como en los Oscar, la lista de grandes que nunca ganaron (The wire siempre será un ejemplo) es larguísima. Pero en esta edición, si bien Game of thrones se alzó con el galardón más importante, no terminó arrasando como debía. A estas alturas, da igual: su estatus de icono televisivo ya lo tiene asegurado.

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