Dos páginas tamaño tabloide con la fotografía de una mujer semidesnuda que se hace llamar Papaya Dorada es el camino a la salvación de 49 presos de la Cárcel Pública de Santiago en 1988. Son los reos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y del Partido Comunista que un año y medio más tarde protagonizarán la mayor fuga masiva en la historia de Chile a través de un túnel cavado, entre otros adminículos básicos, con un destornillador. Aquella impresión a todo color de un periódico capitalino tapa el agujero del entretecho en el que los presos políticos han estado guardando tierra y piedras desde que decidieron hacer el túnel.
Por suerte, la mujer está más vestida que el resto de las chicas multicolor pegadas en todas las paredes y techos de la galería . El gendarme le echa un vistazo y dice "ésta no me entra". Luego la deja en su lugar. De lo contrario, habría descubierto el orificio del techo y el plan de fuga se hubiera abortado.
Este tipo de detalles son los que de a poco van construyendo Pacto de fuga (2019), la película del realizador chileno David Albala (1971) que el próximo 24 de octubre llega a salas de todo el país. Son detalles que se juntan con otros, como el de una cajetilla de cigarros de marca cubana o el del motor del esmeril de uno de los encarcelados, y que reunidos imprimen un ritmo de thriller a una historia que hasta hoy sólo tenía un domicilio más bien político.
La película, de 135 minutos y con un costo cercano a los 2.8 millones de dólares, es protagonizada por Benjamín Vicuña como León Vargas y Roberto Farías en el rol de Rafael Jiménez, los dos líderes de la operación de escape, conocida en la jerga rodriguista como "Operación Exito". Ambos militan en el FPMR y tienen heridas que nunca sanan. No sólo fracasaron en el atentado contra Pinochet en 1986, una de las razones de su condición de presos políticos, sino que además tienen una vida personal semi-destrozada o simplemente inexistente: a Vargas le mataron a su familia y a Jiménez lo dejó su mujer, militante como él.
La película es una evidente ficcionalización a partir de hechos reales y ninguno de los nombres corresponde a los auténticos. Es probable que algunas escenas tampoco sean la exacta fotografía de lo que pasó, pero el realizador David Albala ya ha dicho en otras oportunidades que Pacto de fuga es un filme de suspenso y acción sostenido por una contingencia. Es decir, la ficción manda.
Dos líderes opuestos
El filme fue exhibido a la prensa y cuenta con distribución nacional a cargo de 20th Century Fox, la misma multinacional que este año debutó en tales lides con Araña (2019), de Andrés Wood. Producida por la compañía chilena Storyboard Media, Pacto de fuga fue filmada en Buin y La Serena, lugares donde se reconstruyó la ex cárcel pública de General Mackenna, en el sector centro norte de Santiago.
Desde el inicio se contempla el contraste entre León y Rafael: el primero habla poco, nunca deja el mate y más bien ejecuta; el segundo es todo gestos y voz alta, juega a la pelota y desafía al alcaide cada vez que puede. Entre León y Rafael, sin embargo, existe el suficiente diálogo como para reunir a 24 hombres y cavar el túnel de 60 metros de largo por 80 centímetros.
No pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta de que el plan inicial debe cambiar. Del centenar de presos contemplados originalmente en la fuga habrá que reducir a la mitad. Deberán elegir entre los más cercanos y confiables. Quedarán fuera aquellos que despiertan ciertas sospechas y, tristemente, los que físicamente no pueden abarcar la distancia.
Un terremoto que casi echa abajo el ducto de escape acelera el plan de huida. Al mismo tiempo, hay eventuales penas de muerte que pueden caer sobre algunos de los presos y antes de que Patricio Aylwin asuma en marzo de 1990, los protagonistas de Operación Exito deberán actuar.
Con un correlato externo dónde también tienen roles destacados Amparo Noguera como abogada de los frentistas y Hugo Medina como un sacerdote aliado a la causa del escape, Pacto de fuga es una producción de interiores y caminos a media luz, donde la cámara aborda muchas veces el punto de vista de los reos en plena excavación. Al respecto, hay un par de escenas con un corte transversal del túnel: se puede ver en toda su extensión, con el lugar que cada frentista ocupa mientras se desplaza por este largo agujero de gusano.
Es decir, hay claustrofobia en pantalla grande. O una fuga vista por rayos X.
La banda sonora es pródiga en canciones de los años 80, desde Los Prisioneros a Aparato Raro, pero en un lugar muy especial está el tema compuesto por Anita Tijoux. Y sobre todo esto, una banda sonora omnipresente de Juan Cristóbal Meza.