Ciudad Gótica, 1981. El inicio de la Norteamérica de Reagan y el momento en el que el capitalismo despiadado sólo supo hacer aún más ricos a los ricos. El mundo colapsa en una sociedad enferma y distante. En este manicomio al aire libre vive Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), un payaso por contrato que sueña con transformarse en un comediante de stand-up. Vive junto a su madre enferma y una vez a la semana acude a su trabajadora social, su nexo de ayuda con los medicamentos que necesita. Pero ningún medicamento puede curar algunas enfermedades del alma, y es que Fleck está roto por dentro. Ante las burlas, las golpizas y la imposibilidad de encajar en una sociedad que lo rechaza, Fleck irá desapareciendo y una inquietante nueva figura comenzará a nacer.
Atípica, violenta y a ratos arrebatadoramente bella, Guasón es el origen del mítico personaje del universo de Batman, pero el relato se desentiende de la imaginería de fantasía del cine de superhéroes, y se lanza de lleno a un drama brutal que está al servicio absoluto de su protagonista, un Joaquin Phoenix que brilla, nos conmueve e incomoda. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que presenciamos una actuación tan extraña, sobrecogedora y rebosante de una corporalidad que coquetea con lo malsano y contra natura. Phoenix ríe, llora, baila y asesina repleto de un dolor que rebana y destroza el alma del espectador. Aunque nos atemorice, es alguien que se gana nuestro cariño y comprensión. Es alguien a quien sólo queremos abrazar desde el momento en que lo conocemos, mientras se maquilla como payaso y fuerza una sonrisa en su rostro, a la vez que una lágrima dolorosa cae por su mejilla. El silencio de la incomprensión nos deja en absoluta congoja.
El director Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?) junto a su coguionista Scott Silver (Calle de ilusiones), sorprenden por la efectividad y potencia que presentan. Recordando a clásicos como El Rey de la Comedia - de la cual se retroalimenta y homenajea con ternura - y Taxi Driver, construyen un sentido relato acerca de la enajenación y soledad de personas que sólo quieren conectar en medio de la enfermedad y el arrebato demoledor. Phillips encuadra a su animal de estudio (Phoenix) de manera clínica, lo sigue en su frenesí y nos cautiva en su ritmo pausado y doloroso que sólo conduce a la dulce destrucción y libertad. Este Guasón brilla y se instala entre lo más potente y significativo del año.