Dice Sergio Waisman que la idea tras El encargo viene de su labor como traductor –al inglés– de Ricardo Piglia. "Cuando yo lo veía a Piglia, a través de los años, siempre le traía una serie de preguntas sobre la traducción y grababa nuestras conversaciones", dice desde Washington DC, donde es profesor universitario. "De esas conversaciones surgió la idea de una novela hablada que fuera una colaboración entre escritor y traductor".
Sin embargo, aquella novela a dos manos quedaría truncada. En 2014 Ricardo Piglia sería diagnosticado con una esclerosis lateral amiotrófica. El autor argentino, ganador del Premio José Donoso, pasaría tres años con la salud en deterioro. El 2017, a los 75, moriría en Buenos Aires.
"Ahí tomé la decisión de hacer una serie de cambios importantes al manuscrito para terminar la novela y esta que fuera enteramente de mi autoría", cuenta Waisman, quien tradujo al inglés los libros Nombre falso, La ciudad ausente y Blanco en la noche. "Pero hice todo lo posible para mantener e incorporar el impulso original de la colaboración con Ricardo en la versión final de El encargo".
De padres argentinos, Sergio Waisman (1967) nació en Nueva York y ha vivido gran parte de su vida en Estados Unidos. Es autor de Leaving (novela auto-traducida al español como Irse) y también del libro de ensayos Borges y la traducción: la irreverencia de la periferia. Es profesor en la Universidad George Washington y además de Piglia ha traducido a Juan José Saer, Leopoldo Lugones y Mariano Azuela.
En El encargo, que se presenta este viernes en la Primavera del Libro por el sello Neón, Iván Kohen, traductor estadounidense, y Sergio Mancino, periodista, dialogan sobre diversos temas; entre esos, claro, la traducción, así como también la tradición, la traición y la inversión. De fondo aparecen y desaparecen un tren equivocado, un recorrido por distintos pueblos de la provincia argentina y fantasmas del pasado. "El personaje Sergio Mancino, por ejemplo, originalmente iba a ser Emilio Renzi, el alter-ego de Piglia", dice Waisman. "En todo caso, la historia de la escritura tras esta novela se narra en el epílogo que aparece al final del libro".
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El encargo
, Neón Ediciones.[/caption]
Así, es posible rastrear el germen de El encargo en la época en que el traductor cursó una maestría en escritura creativa. Fue ahí, en la Universidad de Colorado en Boulder, cuando Waisman tomó clases con una entonces desconocida escritora, la cual hoy se considera una cuentista excepcional: Lucia Berlín.
¿Qué aprendió de las clases con ella?
De Lucia Berlín creo que aprendí a escuchar—y a intentar narrar—historias menores, cotidianas, de otro modo; o quizás, del mismo modo que uno intentaría narrar una gran historia. Además, Lucía fue uno de los autores estadounidenses que me ayudó a ver que había más de una cultura en Estados Unidos, una idea simple de hecho, pero clave para poder vivir en este país.
Durante esos mismos años, dice el argentino-estadounidense, comenzó su carrera como traductor. A la par de las clases con Lucia Berlín, Waisman armó una lista de escritores argentinos inéditos en inglés. "Y fui a la biblioteca, me puse a leer, y seguí mis gustos e instintos", cuenta. "Así llegué a Piglia, muy ingenuamente. De ahí tomé la iniciativa de traducir uno de sus cuentos ('La loca y el relato del crimen'), logré publicar mi traducción en una revista literaria en Nueva York, y se la envié a Piglia a Buenos Aires. A Piglia le gustó mi traducción y el hecho de que yo había tomado la iniciativa, y de ahí seguimos con mi traducción de Nombre falso".
Piglia era un autor que también ensayaba sobre la traducción. ¿Le ponía nervioso a usted trabajar con un escritor consciente de lo poroso que puede ser traducir?
Hablé muchas veces con Piglia sobre la traducción, y en varias ocasiones grabé esas conversaciones. Sus perspicacias sobre el tema eran increíbles. Pero lo que me ponía nervioso de traducirlo, al principio, era que Piglia era un excelente lector en inglés, especialmente de literatura norteamericana. Recuerdo que una de las primeras veces que hablamos me comentó que había leído todo Faulkner, por ejemplo, en inglés. Pero tuve suerte: además de brillante, Piglia resultó ser increíblemente generoso. Este me dijo muchas veces que le interesaba la traducción porque está entre la cita y el plagio. Y en la práctica él se comportó con sus traductores de un modo coherente con su propia teoría de la traducción.
Su primera novela, Leaving, está escrita en inglés y publicada en Estados Unidos y luego auto-traducida al castellano y publicada en Argentina. En ese acto se aprecia su camino como escritor: primero en inglés y luego usted mismo se reescribe en su otra lengua, el español, ¿no?
El proceso fue muy importante para mí. Lo primero era intentar escribir en inglés (en Leaving) las historias familiares ocurridas en otro idioma (en castellano, pero también en yiddish, entre otros). Después, al reescribir la novela como Irse, fue una especie de intento de vuelta conceptual, verbal, a esas historias en castellano, y si bien yo sabía que era imposible tal vuelta, no dejaba de ser importante —crucial, de cierto modo— para mí intentar dar esa vuelta.
¿Se siente un escritor argentino o estadounidense o latinoamericano?
Si tuviera que elegir, diría argentino, pero sin dejar de escribir en (y traducir hacia) el inglés. Si fuera una opción, diría ambas cosas y quizás así es, ya que escribo en ambas lenguas y ninguna es del todo mía. ¿Podría ser americano, quizás?