Marielle Labèque (1952) tenía cinco años cuando decidió que quería ser pianista como su hermana Katia (1950), entonces de siete. Fue así que desde pequeñas comenzaron a educarse juntas, entraron al conservatorio en París apoyadas por su madre también pianista y no se separaron más. Cincuenta años después de su debut se alzan como el dúo de pianistas más célebre en la escena internacional, deslumbrando por su glamour y virtuosismo y por la capacidad que tienen de mezclar en sus repertorios obras de clásicos universales con jóvenes compositores.
Sobre el escenario, las hermanas Labèque juegan con sus personalidades: sentadas una frente a otra, cada una en su piano, parecen como si se reflejaran en un espejo levemente distinto. Ambas de contextura delgada y largos cabellos rizados, Katia, la mayor, es la extrovertida, la que que parece vibrar frente a las teclas y la que ha explorado más el intercambio con la música electrónica y el rock. Marielle, en cambio, es más tímida y tiene una postura más concentrada en escena, además prefiere la música barroca.
Todo ello es parte de la exitosa sociedad que han construido basada en el equilibrio de sus carácteres. "Es porque somos tan diferentes que hemos estado tanto tiempo juntas, porque nos complementamos. Somos igual que una pareja que tiene un niño y que discute cómo educarlo, nuestro niño es la música", afirma Marielle Labèque a Culto, al teléfono desde París, semanas antes de que inicien su primera gira por Sudamérica donde la primera parada es Santiago.
El 17 de octubre, a las 20 horas, se presentan en CorpArtes con un repertorio que incluye algunas de sus interpretaciones más reconocidas: Ma mère l'Oye de Maurice Ravel, su versión para cuatro manos que las Labèque vienen interpretando desde que eran adolescentes; Cuatro movimientos para dos pianos de Philip Glass, con quien han trabado un cercana amistad y la obra para el musical de Broadway de 1957 West Side Story de Leonard Bernstein, con arreglos para dos pianos y percusión de Irwin Kostal, especialmente hecho para ellas. Los percusionistas serán Gonzalo Grau y Raphaël Séguinier.
En un perfecto español, debido a que nacieron en la Costa Vasca francesa, las hermanas Labèque comentan su trayectoria y sus proyectos actuales y futuros.
-¿Qué les parece venir a Chile? ¿Sabían algo del país?
-Marielle (M): Estamos muy entusiasmadas porque siempre es emocionante tocar en un sitio por primera vez, además como hablamos español nos gusta poder practicarlo. Es una pena que estemos tan poco tiempo, pero esperamos que vuelvan a invitarnos, quizás con orquesta, porque así podríamos estar más días. De Chile nos encanta escuchar la música de Claudio Arrau que ¡es un ícono en todo el mundo! Mi marido es director de orquesta, Semyon Bychkov, hizo conciertos con él al final de su vida y fue fantástico. A él también le gusta mucho Arrau, fue un gran pianista y una persona increíble.
-Se dice que Katia y usted tienen distintas personalidades, ¿Cómo se refleja eso en el escenario?
-M: Es cierto que tenemos distintos roles, mi hermana siempre tiene un juego más libre mientras que yo soy la que sostengo la partitura, porque prefiero interpretar la bases, es lo que me gusta. Si las dos fuéramos igual de libres, la cosa no funcionaría. Pero para nosotras es algo muy natural, nunca hemos tenido un problema en decidir quién toca el primer o segundo piano.
Melodías de ayer y hoy
A fines de los 60, las hermanas Labèque estaban terminando sus estudios y buscaban con afán repertorios para dos pianos. Un profesor les recomendó una pieza del compositor contemporáneo Olivier Messiaen, quien hacía clases en la misma escuela y que al escucharlas no dudó en grabarlas y hacer él mismo de director artístico del álbum. Eso sí, su salto al estrellato fue en 1980, con su versión contemporánea de Rhapsody in Blue de George Gershwin que se convirtió en uno de los primeros discos de oro en la música clásica.
En su carrera, las Labèque han trabajado con compositores como Lucio Berio, Pierre Boulez, Thomas Adès y Bryce Dessner. Estrenaron una nueva obra de Philip Glass con la Filarmónica de Los Angeles bajo la dirección de Gustavo Dudamel y en 2020 harán un estreno mundial en el Lincoln Center de una obra de Nico Muhly. En abril pasado, en tanto, se presentaron junto a Thom Yorke en la Filarmónica de París.
-¿Cómo fue trabajar con Thom Yorke y como es trabajar con música electrónica?
-Katia: Hace años que nos conocimos gracias al cineasta Paul Thomas Anderson y nos hicimos muy amigos. Un días le pedimos que compusiera algo para nosotras, pero el tema es que él no sabe escribir música y nunca ha querido aprender porque siente que puede perder ese instinto natural que tiene. Entonces él nos mandó los archivos de sonido y mi pareja, el compositor David Chalmin, transcribió todo a partituras. Fue magnífico. Nos gusta mucho la música de nuestra época y parece que hoy es imposible hacer nueva música sin la electrónica. Me interesa toda la música que pueda añadir una ventana a nuestro paisaje.
¿Han pensado alguna vez dedicarse a enseñar?
-K: ¡Oh no! No tenemos tiempo para eso. Tenemos un fundación desde 2005 porque queríamos ayudar a músicos más experimentales y que no tienen apoyo para hacer cosas creativas y cada año intentamos apoyar un proyecto; todo el dinero sale de nosotras. Pero nunca hemos pensado en enseñar y yo personalmente jamás me he sentido como un profesor, sino siempre como una alumna, tengo mucho que aprender aún. Para enseñar necesitas una devoción hacia los alumnos, y con Marielle estamos concentradas en hacer conciertos. Tocamos todo el tiempo música clásica y música barroca con instrumentos antiguos, también colaboraciones contemporáneas. El día tendría que tener más de 24 horas para hacer todo lo que queremos.