Andrés Calamaro lleva varios minutos contando una historia que guarda parecido con el relato del viejo éxito "La rubia del avión" de Los Ladrones sueltos. La diferencia es que el rockstar argentino no se quedó con las ganas como sucedía en el insufrible hit noventero, sino que terminó encamado con una modelo despampanante, todo esto en un viaje a Chile mientras en Argentina tenía esposa. La noche del jueves en el Movistar Arena va así. Calamaro -"el humilde" como se presentó- está locuaz y relajado haciendo memoria de sus visitas al país. Contó que había acompañado a Charly García el 85 o el 86, que tocó en una bienal de arte en la estación Mapocho el 88, compras de ropa usada en Valparaíso, shows en Viña y Concepción, y que su primera estadía en Chile fue nada menos que en 1972. Calamaro lleva un cintillo en la cabeza como si fuera un veterano de guerra con reflexiones a veces ininteligibles, mientras en otros momentos repasa su carrera a grandes trazos. Confesó que se arrepentía de no haber tocado en suelo chileno con Los Abuelos de la nada, evocó Madrid en los 90 cuando la rompía con Los Rodríguez, y lanzó chistes sobre inyectarse con las risas cómplices de la audiencia, porque Andrés también es famoso por rockear en formato narcótico old school.

https://culto.latercera.com/2019/10/10/blaney-calamaro-alta-honestidad/

Entre medio Calamaro, que en esta pasada promociona su último álbum Cargar la suerte (2018), del que presentó media decena de temas, brindó un concierto espectacular con una banda de músicos experimentados y certeros como suelen ser los trasandinos. Solo cometieron un error en el segundo bis, Flaca tuvo una partida en falso. El resto del tiempo Mariano Domínguez en bajo, Germán Wiedemer en teclados, la batería de Martín Bruhn y la guitarra de Julián Kanevsky, resultaron impecables no solo en sus respectivos instrumentos sino -en el caso de Domínguez y Kanevsky- urdiendo coros y trazando armonías para aligerar esas canciones de letras kilométricas y alérgicas a la rima del astro argentino.

Las imágenes en la pantalla gigante también apelaron a la nostalgia, a las leyendas de la música, la literatura y los clásicos del cine, un paseo melancólico por la cultura pop de antaño. Los guiños al pasado también estuvieron insertos en la música. En "Clonazepán y circo" Calamaro encajó los versos de John Lennon en "I've got a feeling" de The Beatles y le deseó feliz cumpleaños por su natalicio hace un par de días. Cuando cerró antes del primer bis con "Los Chicos", cantó "De música ligera" de Soda Stereo con la imagen de Cerati detrás, antecedido por fotografías de Spinetta, Víctor Jara y Violeta Parra, como en "Sin documentos" repasó "Rosa Rosa" de Sandro.

https://culto.latercera.com/2019/10/10/cargar-la-suerte-calamaro/

Toda esta carga emotiva con link permanente al pasado Calamaro la aborda de manera festiva. El argentino celebra el ayer, lo ensalza y disfruta, no lamenta la distancia en el tiempo ni insinúa que haya sido mejor la juventud. Su elemento son los clásicos y él reinterpreta en un estilo que bebe de muchos -la devoción por Bob Dylan jamás decae-, pero moldeado con clase. Tiene algo de Pomelo, el inigualable personaje de Diego Capusotto, como muchos de su categoría en Argentina, pero la solidez y consistencia nunca cede. A pesar del carrete y la joda, Andrés Calamaro se mantiene íntegro en plenitud de sus capacidades. Su espectáculo sigue siendo enérgico, recio y a la vez elegante. Cerca de los 60 como apuntó, no tiene señales de desgaste.

https://culto.latercera.com/2019/10/10/andres-calamaro-mejor-disco/