Todavía resuenan los ecos de King Crimson en Buenos Aires luego de dos noches inolvidables a puro asombro y cierta impericia posterior para explicar lo sucedido en el estadio Luna Park. Tanto la crítica como el público ofrecieron sus versiones, tal vez lo más jugoso pasó por las redes sociales y esos duelos por contar lo vivido con ausencia total de filmaciones. Solo algunas fotos del saludo final de la banda, cuando todos pudieron encender sus dispositivos móviles, aparecen como escasos trofeos de las veladas crimsonianas. Una vez más, Robert Fripp marcó la dinámica del acontecimiento, fijó las reglas en materia de atención, disfrute y hasta corrigió la experiencia frente a cualquier otro espectáculo que haya pasado por aquí. Algo que sucede desde 1969 y que no cambia, sólo modifica las herramientas para alcanzar un objetivo: llegar con la música de un modo directo barriendo interferencias e intermediarios.
Para Sergio Pujol, historiador y reconocido crítico musical, una de las claves de los shows de King Crimson descansa en la complejidad rítmica en donde tres bateristas manejan un primer plano arrollador: "esos riffs enervantes, impares, que de tanto girar una y otra vez devienen en cánticos populares", dice el autor de El año de Artaud, el libro dedicado a una de las obras cumbres de Luis Alberto Spinetta. Pujol sostiene que el King Crimson de hoy es lo más parecido a un trío deforme: "en rigor, es un septeto, pero su núcleo está formado por guitarra, bajo y batería; trío doblado con un único bajista, el portentoso Tony Levin, y jazzísticamente intervenido por los saxos de Mel Collins. Después están, a modo de interludios pastoriles, esas melodías magníficamente cantadas por Jakko Jakszyk, a la sazón segunda guitarra", dice antes de ingresar en uno de los temas de debate respecto a la ingeniería de perfección que impuso Crimson en sus shows porteños. "Se insiste mucho en la precisión de la banda que está en la cabeza de Fripp y parece extenderse al sistema nervioso de todo el septeto. Es cierto. Prácticamente sin composiciones nuevas -más aún, la mayor parte del repertorio viene de los años 70-, King Crimson es cambio dentro de una gran continuidad. Podría decirse, en definitiva, que se trata de unas pocas y geniales ideas que, inspiradas en ecos de minimalismo, free jazz y metal, nos siguen llamando desde un ayer próximo, cuando todavía era posible imaginar al hombre esquizoide del Siglo XXI".
La violencia extrema, la perfección técnica y la lírica crepuscular son algunos de los elementos innovadores que, según Norberto Cambiasso, sirven para ubicar al debut de la banda de Robert Fripp en el lugar de piedra fundacional del rock progresivo. In the Court of the Crimson King acaba de cumplir cinco décadas y el paso del tiempo no parece un impedimento para Robert Fripp. Cambiasso es el autor de Vendiendo Inglaterra por una libra, el primer tomo de una ambiciosa trilogía que aborda desde una sesuda perspectiva analítica la historia social del rock progresivo británico, y estuvo presente en la segunda presentación de Crimson en Buenos Aires. “Creo que los shows de King Crimson fueron el acontecimiento del año. Estoy convencido que KC es la banda más relevante de los últimos 50 años, dejemos de lado a los Beatles que pertenecen a un período anterior, no veo ninguna banda que haya sido más influyente que King Crimson con el milagro de que aún se encuentre en actividad”, dice el sociólogo y director de la legendaria revista argentina Esculpiendo Milagros. “Fripp siempre trata de replantear las cosas. Por supuesto que uno puede discutir que si algún solo de batería no se extendió demasiado, si la preponderancia de tres baterías al frente vale o no vale, para mí vale, es una reivención de un formato que está prácticamente agotado como es el concierto en vivo, también tiene que ver con una cuestión musical como es el trabajo de contrapunto”, señala el escritor y rescata que más allá de cualquier perfección técnica es “la capacidad de Crimson para transmitir una cantidad de sensaciones atravesando géneros diversos”. En ese camino de encantamiento, el mejor ejemplo para Cambiasso es la interpretación de “Starless”, uno de los momentos culminantes de Crimson modelo 2019, “que por un lado tenía una extraordinaria perfección estructural y por otro pasaba de una melodía maravillosa a rasgos más ligados a cierta cosa minimalista y hasta de música de proceso, algo que durante muchos momentos entusiasmó a Fripp”, dice y queda la sensación de una experiencia única que en unas horas se adueñará del Movistar Arena.