Pasaban de las 9 y media de la noche del domingo 12 de noviembre de 1944. Seguro sonaba algún swing pegajoso en las casas de quienes sintonizaban el CB 76 de Radio Cooperativa Vitalicia, la emisora con sede en Santiago y que por entonces proclamaba ser "la voz de Chile para toda América". A esa misma hora, una voz gruesa lo interrumpió todo de golpe: "Noticias de último momento -anunció-. Se nos ha informado que, en las proximidades de Puente Alto ha caído algo que parece un meteorito, dentro de una chacra. Vamos a averiguar de qué se trata. Sigan, mientras tanto, escuchando directamente desde el Hotel Carrera nuestro programa musical".
El swing retomó su ritmo.
A los cinco minutos vino un nuevo corte. Era la misma voz, ratificando el reporte anterior. Otros cinco después, un reportero salió al aire, esta vez en entrevista con un locatario: "En el fondo de la chacra, vemos una densa columna de humo, extraña, de color plomizo y una esfera brillante. Aquí está el dueño de la parcela, don Jacinto Neerl. Don Jacinto, ¿qué fue?". El hombre apenas podía contener el aire: "Estaba aquí con la patrona, comiendo y sentimos una sonajera tremenda. Algo que se estrelló. Y en el gallinero veo una tremenda cosa plateada, allá, en el fondo del parrón, echando humo", contestó.
La radio reportaba que al lugar llegaron Carabineros, vecinos y periodistas. Todos presenciaron el momento en que la tapa de esa esfera se abrió, entre los despavoridos gritos de mujeres y niños. "Ha salido una especie de manguera del interior de la esfera que está brillando… ¡Cuidado, nos va a quemar!", alertó el locutor. "Tenemos conocimiento de que otro cilindro ha caído en San Fernando. En Curicó. En Talca. Vamos a tratar de establecer qué alcance tiene esto", agregó.
Minutos después, se escucharon palabras del ministro del Interior. El temor creció. "Estamos siendo víctimas de una invasión de seres extraterrestres. Pido a la ciudadanía calma, tranquilidad, valor, resignación ante lo que pueda ocurrir; pero no vamos a ceder un solo milímetro en la defensa de nuestro territorio", dijo.
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Habló también de 400 carabineros heridos, de los valientes hombres del regimiento Tucapel de Temuco dispuestos a combatir contra esas fuerzas desconocidas, y de más tropas movilizadas en Arica y Antofagasta. Las escenas de espanto se repetían en todo el país; los pocos teléfonos colapsaron, en comunas y sectores rurales la gente salió a las calles a encender barricadas, y en regiones se organizaron para venirse a la capital.
En una época dominada por el poder de la radio, antes de la llegada de la TV, el país se había paralizado, envuelto en un pánico colectivo nunca antes visto. Pero, ¿se trataba realmente de un ataque alienígena?
"La gente empezó a especular en las calles", cuenta el poeta y Premio Nacional Armando Uribe (1933), de 11 años en ese entonces. Su recuerdo de esa noche, dice, es amargo y se sostiene en el pavor ajeno. "Vivía cerca del centro, y en mi casa más de alguien se lo tomó en serio y se asustó. Yo era muy chico. Hay que pensar que todo esto casi calzó con la declaración del Presidente radical Juan Antonio Ríos (1888-1946) de romper relaciones con Alemania y Japón. ¡Era como declararle la guerra al Eje!", apunta. "Japón tenía una flota infinitamente más poderosa que la chilena, y podía hacer desaparecer Valparaíso. La gente andaba muy saltona", añade hoy el autor.
Todo acabó con una explosión ensordecedora.
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"Al terminar el programa, moríamos todos. Yo morí en el estudio, ahí en la calle Nataniel. El remate era: 'Señoras y señores, han oído ustedes una dramatización de la obra de Wells, La guerra de los mundos'", le contó el locutor radial Renato Deformes al escritor Alfonso Calderón en su libro de entrevistas Pasan los años, de 1990.
"Esa misma noche, todos fuimos a dar a la comisaría de la calle San Isidro", añadió Deformes. "Nos costó mucho explicar qué había pasado. Y más de un tirón de orejas oficial nos llegó. Sin embargo, eso cambió la noción del espectáculo radial. Lo que se podía hacer era sencillamente fabuloso".
La jugarreta
Una norma de 1943 prohibía en Chile "la transmisión de programas de carácter sensacionalista que puedan producir alarma en el público". Eso mantuvo retenidos por algunas horas a Deformes y también a reconocidos actores, como Agustín Siré, Roberto Parada, Domingo Tessier y Eduardo Alcaraz, el equipo detrás de la primera versión local de La guerra de los mundos. Tras pagar una multa de mil pesos, todos quedaron en libertad.
Basado en la novela del autor británico H. G. Wells de 1898, el radioteatro dirigido y estelarizado por un joven Orson Welles (1915-1985) había conmocionado seis años antes a EEUU: la noche del 30 de octubre de 1938, el director de El ciudadano Kane simuló una invasión extraterrestre en Nueva York que fue transmitida en vivo y a todo el país por la emisora CBS. La veracidad del relato, escrito junto al guionista Howard Koch y a cargo de la compañía teatral Mercury, con los años lo convirtió en uno de los estudios de consumo de medios de comunicación más divulgados del siglo XX. Y, por qué no, en una buena razón para que EEUU siguiera celebrando Halloween cada 31 de octubre.
"¿Era usted consciente del terror que tal difusión provocaría?", le preguntaron los periodistas a Welles a pocas horas de abandonar la radio esa noche. "Definitivamente, no. Por supuesto, lo siento mucho ahora", dijo el cineasta.
Similares efectos tuvo en Chile: a la mañana siguiente de la emisión de Radio Cooperativa, cuyos archivos en calle Maipú aún conservan 17 de los casi 60 minutos del audio original, medios locales se quejaron ante lo sucedido: "Las noticias (...) produjeron terror en quienes no estaban en antecedentes de que se trataba de un libreto con fines de propaganda, con efectos nefastos en la salud de muchas personas que tuvieron que recurrir a los servicios de Asistencia Pública", publicó El Mercurio el lunes 13 de noviembre de ese año.
La supuesta invasión cobró también una vida, la de José Villarroel, de 70 años, funcionario del campamento cordillerano Los Maitenes de la Cía. Chilena de Electricidad. "Murió en Valparaíso de un ataque cardíaco, impactado por el realismo de la emisión", reprodujo la prensa. No hubo sanciones, pero la radio tuvo que dar explicaciones: "Se presentó una obra universalmente conocida como una demostración de la capacidad artística y técnica de la radiotelefonía chilena y que, conocido el carácter sensacional del argumento, se anunció profusamente con un mes de anticipación".
Días antes, un aviso publicado en el periódico La Nación sugería "a personas de temperamento impresionable no escuchar la transmisión".
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La idea de emular el "experimento social" en Chile fue del actor y guionista nacional Raúl Zenteno, pero esta historia esconde además otra y olvidada anécdota: un año antes, en 1943, Orson Welles estuvo en Santiago durante una gira que lo tuvo por países como Argentina, Brasil y Perú, investigando para su documental It's all true, que nunca vería la luz. Así lo recordó el periodista y cineasta chileno Jorge Délano (1895-1980) en sus memorias, Yo soy tú. También la actriz Malú Gatica (1922-1997): "Aquí en Chile lo atosigaron los periodistas en el Hotel Carrera, y él pidió a un amigo mío que lo llevara a la casa de alguna familia que hablara inglés. Y lo llevó a la mía", contó la intérprete en una entrevista a fines de los 80.
Sin hablar ni una sola palabra en castellano, Welles se las ingenió para conocer una boite en Plaza de Armas, donde por esos años Ana González debutaba en tablas con la Desideria ("He ahí una actriz", le dijo el director a Gatica), y además para que la firma estadounidense Sidney Ross designara como jefe de publicidad en Chile a William Steel, uno de sus hombres de confianza.
Fue este último quien contactó a Raúl Zenteno para hacer de Chile el nuevo escenario de La guerra de los mundos, según Délano. La preparación tomó algunos meses: se convocó al elenco y grabó cada recurso, desde los gritos y pedidos de auxilio de la gente, hasta las ambientaciones en Puente Alto. Cuando llegó la noche del 12 de noviembre de 1944, cada pieza estaba en su lugar.
"Aquí pasamos del pánico al fervor", dice Carmen Barros (1925). Con 19 años, la actriz y cantante acababa de volver a Chile desde Europa y era amiga de Zenteno: "Raúl tenía fama de ser un gran periodista e investigador, y eso quedó de manifiesto con el programa, que estaba muy bien hecho y adaptado a Chile", opina. "Yo estaba del otro lado de la historia. Sabía que era una ficción, pero claro, uno entiende que si no hubiera tenido la propaganda previa todo esto podía resultar asustante y angustioso. Muchos aquí cayeron igual que como cayeron en EEUU, porque esta fue una jugarreta de Orson Welles, pero también una prueba de su genialidad y del poder que por ese entonces tenía la radio".
El ataque orquestado por el cineasta se dejó caer también en Portugal, México y Ecuador, donde hubo siete muertos y el edificio de la radio Quito, que lo transmitió, ardió en llamas en medio de manifestaciones. En Chile, en tanto, se reprodujo en otras dos ocasiones: en 2005, para el estreno de la cinta inspirada en la misma novela y dirigida por Steven Spielberg, a través de radio Rock & Pop, y en 2013, a 75 años de su debut en EEUU, cuando radio Bio-Bio imaginó una manada de platillos voladores en el puerto de Valparaíso.
"Hasta la vista a todo el mundo y recuerden, por favor, la lección terrible que aprendieron esta noche", decía al cierre de la transmisión Welles, el bromista cruel que años más tarde se haría llamar a sí mismo un charlatán e ilusionista. "Ese invasor globular, reluciente, que apareció haciendo muecas en las salas de sus casas, es sólo un habitante de la imaginación; y, si llega a sonar el timbre de su puerta y no ven a nadie allí, no crean que fue un marciano… fue el genio travieso que aparece en la víspera de Todos los Santos".
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