Hay un puesto donde algunos se aventuran con una guitarra eléctrica conectada a un pequeño amplificador. La mayoría elige clásicos de los 80 de Iron Maiden, terminan el riff y se sacan una foto haciendo cuernos. Algunos niños persiguen a un tipo con peluca y máscara de Eddie para pedir una selfie. Es la explanada del Movistar en este atardecer tibio de lunes que espera al sexteto británico por primera vez bajo techo en Chile desde el cambio de milenio. Con la excepción del accidentado debut en 1996 en el teatro Caupolicán, cada una de las visitas ha sido al aire libre, tal como ocurrirá este martes en el regreso al Estadio Nacional de la doncella de hierro que con esta visita marca un registro histórico en el país. 80 mil personas verán al grupo en esta nueva cita sumando 360 mil asistentes. La paradoja resalta. La banda alguna vez prohibida en suelo patrio se convierte así en el artista de habla inglesa con más público convocado en Chile en la suma de diez visitas contando esta noche.
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La gira Legacy of the beast termina esta noche en Santiago con un set list interesantísimo porque no solo se detiene en clásicos insoslayables, sino que da espacio hacia el medio del espectáculo a canciones más oscuras del periodo de Blaze Bayley que en voz de Bruce Dickinson mejoran una enormidad, y otras de álbumes relativamente recientes.
Con el Movistar arena absolutamente repleto y la expectativa de tener a la banda más cerca, la sala era una caldera mucho antes de comenzar la música. De pronto las imágenes de un videojuego con todas las portadas alertaron el pronto inicio, seguidas de "Doctor, doctor" de UFO, la señal conocida por los fans de que el show está a punto.
Cuando las pantallas mostraron imágenes de pilotos de la RAF alistándose para entrar en combate en la Segunda Guerra Mundial junto al famoso discurso de Winston Churchill prometiendo batalla a los nazis hasta las últimas consecuencias ("¡nunca nos rendiremos!"), Iron Maiden entró con volumen atronador mientras colgaba sobre el escenario una réplica del caza Spitfire. Con la banda desplegada, la atención fue acaparada de inmediato por Bruce Dickinson. A los 61 años no solo se mantiene como uno de los mejores frontman del momento, sino de la historia del rock. La teatralidad, el carisma y el dominio de una voz que requiere esfuerzo y técnica por la costumbre de correr todo el escenario, lo convierten en un espectáculo en sí mismo. Ataviado como piloto para este primer corte, el público respondió de inmediato enfervorizado a sus gestos, una mecánica de acción y reacción que se repetirá durante toda la noche.
Sigue "Where eagles dare" de Piece of mind (1983) con prólogo de bombas y metralla. "Griten por mi Chile", ordena Dickinson y la respuesta es total. El karaoke sigue con "2 Minutes To Midnight" de Powerslave (1984) con la imagen de Eddie y una explosión atómica en el telón de fondo. En esta seguidilla el sexteto demostró la excelente forma en que se encuentra sin que se aprecie mayor desgaste. Dickinson por supuesto acomoda la garganta más de una vez como sucedió en "The Trooper", pero el nivel sigue siendo altísimo en los músicos. En el trío de guitarras el desempeño de Adrian Smith es descollante, y lo mismo se puede decir de Nicko McBrain en batería y del líder Steve Harris en el bajo, una de las leyendas del instrumento.
La primera sorpresa del listado llegó con "The Clansman" de Virtual XI (1998), el último álbum con Blaze Bayley. Antes Bruce saludó con un "hola Chile, hola Santiago", para luego hablar de la gira, su número de fechas y del remate de este martes. "Queríamos terminar en un lugar realmente fuckin especial", dijo para felicidad del público. Luego recordó la frustrada visita del 92 y se lanzaron con el tema. Son tan fans los fans de Maiden que no han olvidado la letra para corear "freedom" una y otra vez.
Los clásicos volvieron con "The Trooper" de Piece of mind (1983) con el Arena completo saltando. Aparece Eddie vestido como un soldado de la época de las bayonetas y pelea con Dickinson. En un descuido Eddie le patea el culo, Bruce zafa y coge un asta con la bandera chilena. Parece la escena de un musical y en cierto sentido lo es.
El ambiente bajó ligeramente de revoluciones a partir de "Revelations" con el escenario transformado en una catedral gótica, vibra más pausada que siguió en cortes como "For The Greater good of God" de A matter of life and death (2006). El pulso se recuperó con "The Wicker Man" de Brave new world (2000), que marcó el triunfal regreso de Dickinson a Maiden, para empalmar con "Sign of the cross" de The X Factor (1995), otra elección atípica en este set. Ataviado con una capa Dickinson le saca brillo a un tema que no grabó. Fue uno de los momentos más teatrales con llamaradas, un gran quiebre con voces monacales, hielo seco y las notas marcadas de Harris en el bajo para una composición progresiva total.
La última parte fue reserva de clásicos absolutos como "Flight Of Icarus" en una ruda versión, seguida por "Fear Of The Dark", "The Number of the beast", "Hallowed be thy name" y "Run To The Hills", entre otras, de una noche inolvidable para una fanaticada que tiene muchas jornadas para atesorar.
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