"Por acá todo mejorando", contesta al teléfono desde Antofagasta Hernán Rivera Letelier (69). El pasado 21 de septiembre llegó a Chile luego de estar casi un mes en Cuba tras un infarto sufrido en el avión cuando viajaba a la isla. Eso ocurrió a fines de agosto.

El escritor nacional estuvo 20 días internado en el Instituto de Cardiología de La Habana. La mayoría del tiempo lo acompañó Patricio Rojas, el director ejecutivo de la Feria del Libro de Antofagasta (Filzic), quien viajó con él. Luego llegó su mujer y su hija Luna María.

"Pasé el 18 de septiembre en Cuba. No comí ninguna empanada, pero me salvé de escuchar cuecas. Nunca me han gustado las cuecas", dice riendo el autor que el martes pasado debería haber estado sentado en una de las butacas del Teatro Bolshói de Moscú.

"La fundación León Tolstói me otorgó el Premio Yásnaia Poliana", comenta Rivera Letelier, quien hace más de un mes supo de la noticia. Incluso tenía pensado viajar a Rusia, pero los problemas de salud lo detuvieron. Además, hace siete años padece de párkinson. "Estoy tomando tantas pastillas que hasta tomo una pastilla para que no me hagan mal las pastillas", dice entre risas.

"Tuve que mandar un video a Rusia, porque una de las condiciones es que el autor debe ir a Moscú a recibir el premio. Entonces iré, pero en marzo. Ahora no me dejan viajar solo y lo haré con mi hijo", señala el autor quien tiene tres hijas y un hijo y que fue premiado por su libro El arte de la resurrección. Es su obra ganadora ya que con ella obtuvo el Premio Alfaguara de Novela en 2010.

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El arte de la resurrección

Portada de la novela

El arte de la resurrección

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Hace tres años, el Premio Yásnaia Poliana lo recibió el Nobel turco Orhan Pamuk por su libro Una sensación extraña y en 2017 el Nobel peruano Mario Vargas Llosa por su novela Un héroe discreto. Rivera Letelier viajará en marzo a Moscú, donde recibirá la suma de US$ 18 mil ($ 13 millones). También fue premiada la traductora de la novela, Daria Sinítsina, quien el año pasado igualmente recibió un galardón por la adaptación al ruso de la novela de Rivera Letelier, Fatamorgana de amor con banda de música (1998).

"Allá me van a llevar a la hacienda donde se crió el León Tolstói, que se llama Yásnaia Poliana. El lugar donde el escritor también se retiró y que significa Claro del bosque", señala el autor de la novela La muerte se desnuda en La Habana, cuyo próximo libro saldrá en marzo de 2020. Ahí recorre los sinsabores de cómo llegó a escribir su primer gran éxito hace 25 años, La Reina Isabel cantaba rancheras (1994). Se llamará Crónica de una novela.

¿Fue importante Tolstói en su carrera?

Él me alumbró el camino con una sola frase. Cuando yo estaba en la pampa y escribía poemas nunca pude hacerle un poema a la pampa, porque no me la podía, encontraba que a través de los versos era muy débil y fue entonces cuando leí por ahí la frase "Pinta tu aldea y pintarás el mundo", de Tolstói y me dio fuerzas y me atreví a narrar historias sobre mi aldea, pero de manera universal.

¿Aún se recupera del infarto?

Fueron dos infartos. Uno en el avión, el otro cuando estaba hospitalizado en La Habana. Llevaba nueve días, me estaban a punto de dar de alta, y ese mismo día, me dio el segundo infarto. Finalmente me operaron tres veces. Primero de una arteria del corazón, después me volvieron a intervenir y la tercera vez prefirieron ponerme, en el pecho, un dispositivo eléctrico anti-arritmia. Eso me va a proteger de las arritmias. Yo creo que todo esto fue mucho estrés porque no hay antecedentes de problemas cardíacos en la familia.

¿Lo trataron bien en Cuba?

El embajador, Mauricio Hurtado Navia, estuvo a la altura. Él fue a verme al Instituto de Cardiología. Lo mismo la cónsul, María Angélica Masia López, se portó de maravillas, para aplaudirla. Además llegó a visitarme mi mujer y mi hija Luna María. Era súper importante la compañía. Estaba tan lejos. No es lo mismo que te de un infarto en la cama de tu casa. Ahora escribo un nuevo libro, se llama Crónica de un infarto en La Habana. Ahí cuento todo desde que tomé el avión hacia Cuba hasta que me devolví. Contaré como ocurrieron los hechos: las cosas buenas, más o menos y las cosas malas. Pero todo lo que se cuenta ahí es real.

Tras la noticia del infarto, recibió el apoyo de la gente, ¿no?

¡Increíble! La cantidad de correos y whatsapp. Gente que no conozco se puso a rezar por mí, como también amigos y amigas. Me llegaban saludos de México, de España, de Francia... Condolencias iba decir (ríe). Eran hermosos mensajes de aliento. Es fabulosa la cantidad de personas que me para en la calle para preguntarme cómo está mi salud. Es tremendo el cariño que hay con la gente. El otro día salí al centro (de Antofagasta) y fue increíble la cantidad de gente que me detenía. ¡Unas micros me tocaban las bocinas para saludar! Eso me ayuda mucho a subir el ánimo.

¿Tuvo miedo de morir?

Claro, en el segundo infarto estaba solo en la habitación y caí al suelo sin sentido. Fue como un terremoto interno y fue fuerte el asunto porque estaba solo. Yo creo que estuve muerto unos dos minutos… Pero bueno en febrero me gustaría volver a la Feria del Libro de La Habana. Además, tengo que ir porque allá me veo con un especialista por la enfermedad del párkinson. El tratamiento va viento en popa. Nunca lo he dejado. Lo que pasa es que yo no tiemblo, pero ahora me está afectando mucho el "hablamiento". Me está costando mucho hablar.