Leopardo negro, lobo rojo: un Juego de tronos poblado de X-Men

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Marlon James.

La última novela del escritor jamaiquino ganador de Booker Marlon James es una monumental aventura fantástica, poblada de extraños personajes y ambientada en una África mitológica. Pero la obra, como escribió The Guardian, sobrepasa los límites del género fantástico.



La han descrito como la Juego de tronos africana, una referencia que al escritor jamaiquino Marlon James no le molesta. Aunque lo que realmente trae a la memoria la lectura de la última novela del ganador del Booker Prize (por Breve historia de siete asesinatos) es una mezcla entre una versión fantástica de Quentin Tarantino y los comics de los X-Men. Las más de 800 páginas de Leopardo negro, lobo rojo están plagadas de renegados y de personajes marginados —que de alguna manera parece que intentan redimirse. Como si de un comic se tratara, ahí está el niño jirafa, la niña de humo, el niño bola, sin olvidar a los dos protagonistas, el Rastreador y el Leopardo que, según la prestigiosa crítica estadounidense de The New York Times Michico Kakutani son "dos personajes que tendrán su lugar en el panteón de los superhéroes memorables y fantásticos".

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El libro de James, el primero que publica tras saltar a la fama internacional con su tercera novela sobre el intento de asesinato de Bob Marley —esa "ingeniosamente estructurada hazaña literaria" como dijo uno de los jueces del Booker— es el primero de una trilogía —The Dark Star trilogy— que relatará la misma historia, pero desde tres perspectivas distintas. En Leopardo negro, lobo rojo la voz del narrador es la de El Rastraedor, un joven abandonado —y en cierto sentido, traicionado por su familia— que crece solo, no se identifica con los de su propia tribu y cuyo mayor talento es tener un olfato extraordinario que le permite detectar a las personas a kilómetros de distancia y seguir un rastro con una precisión extraordinaria. Un "poder" que lo convierte en un ser único y muy requerido, que vende sus servicios al mejor postor y vive en una suerte de Tierra Media africana.

El eje de la historia es la búsqueda de un niño que ha desaparecido y podría ser el heredero de un reino africano, y para la cual el Rastreador es contratado. Pero no es el único. Son varios los que emprenden la misión. Aunque en realidad el destino de ese encargo tiene poco de sorpresa, porque desde la primera línea del libro sabemos lo que pasó con el niño. "El niño ha muerto. Y no hay más que contar", dice el Rastreador al comienzo de la obra. Pero lo cierto es que hay mucho que contar, y las 800 páginas siguientes se dedican a eso. Pero más que la estructura casi de thriller que esconde la búsqueda del niño-heredero, el mayor atractivo de la novela está en la historia de los protagonistas y no sólo del Rastreador, sino también del Leopardo, que se convierte en su leal compañero de aventura y que —como si fuera un X-Men— pasa de hombre a animal.

"Has venido en busca de una historia y yo tengo ganas de contar una", dice el narrador en las primeras páginas de la novela y eso es precisamente lo que encontrarán quienes se sumerjan en el libro, que como el anterior de James, esconde una compleja estructura narrativa y una larga lista de personajes que la convierten en una obra monumental. "Una mezcla entre un territorio diseñado por García Márquez y una pintura de Hieronymus Bosch", escribió The New York Times al intentar describir la complejidad de paisajes y personajes que pueblan Leopardo negro, lobo rojo. Pero junto con esa complejidad estructural, la novela va mucho más allá de una simple historia fantástica. La mayor virtud está probablemente en esa soledad espiritual de los protagonistas que James transmite a través de unos diálogos que revelan mucho más de lo que dicen.

El editor británico de James temía que la novela fuera "demasiado literaria para los fanáticos de la literatura fantástica y demasiado fantástica para los literatos". Pero como dice The Guardian "las mejores novelas desafían las estrechas limitaciones de los géneros y Leopardo negro, lobo rojo hace eso". La recepción de la crítica fue casi unánime al celebrar la obra. The Washington Post, por ejemplo, aseguró que "nadie que sobreviva a la lectura de este libro podrá olvidarlo". Y como toda novela, pese al componente fantástico, tiene mucho de su autor, que creció en una Jamaica sacudida por la violencia de clanes rivales, fue víctima de bullying en la escuela y pasó gran parte de su infancia y adolescencia en su pieza leyendo y dibujando comics —"los vecinos creían que había estudiado en Estados Unidos", comentó alguna vez. Y todo eso, de una u otra manera se transmite en la historia de los solitarios, rebeldes e incomprendidos protagonistas de esta novela.

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